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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 28 de noviembre de 2013

Este artículo critica la cobertura insuficiente de la realidad estadounidense por parte de la gran mayoría de medios de información españoles sobre acontecimientos en EEUU. El artículo analiza el asesinato del Presidente Kennedy, examinando el contexto político que lo configuró y mostrando información que no se ha presentado al público español.

A raíz del asesinato del Presidente Kennedy en noviembre de 1963, los mayores medios de información españoles han publicado extensos reportajes sobre su figura. Pero como también ocurrió a raíz del aniversario del asesinato de Martin Luther King, dichos medios no han citado apenas las circunstancias de su muerte ni el contexto político en el que ocurrió tal tragedia. A lo máximo que se ha llegado es a señalar que la muerte del Presidente Kennedy dio lugar a un gran número de teorías conspirativas, sin profundizar, en cambio, en ninguna de ellas. Solo un par de rotativos hicieron referencia a la película JFK, del director estadounidense Oliver Stone, en la que se cuenta una de ellas. Por lo demás, se considera (coincidiendo con la sabiduría convencional reproducida por el establishment político y mediático estadounidense) que aquel asesinato fue obra de un asesino, Lee Harvey Oswald, al que los medios cercanos a la derecha estadounidense han presentado como un izquierdista solitario con simpatías castristas. La evidencia existente muestra, sin embargo, que Lee Harvey Oswald no fue un “izquierdista” próximo al gobierno cubano, ni tampoco fue el asesino que disparó el fusil cuya munición mató al Presidente, ni tampoco estaba solo cuando ocurrieron todos estos hechos. En realidad, hay datos más que suficientes para concluir que el asesinato fue realizado por una red próxima a las agencias de seguridad del Estado federal de EEUU, aunque se desconoce todavía el grado de proximidad.

Como bien señala Michael Parenti (uno de los analistas más agudos del mundo político estadounidense) en su libro Dirty Truths, resumido en su artículo “The JFK Assassination: Defending the Gangster State”, del cual extraigo los datos que presento en este escrito, el Presidente Kennedy, como también lo fue Martin Luther King, era profundamente odiado por las fuerzas conservadoras de sensibilidad ultraderechista, próximas al complejo militar industrial y sus sistemas de seguridad (que incluían desde la CIA hasta la National Security Agency, entre otras), que el Presidente Eisenhower había alertado a la nación del peligro que podría representar para la democracia estadounidense.

Muchas eran las causas de aquel odio. Una era que tras el fracaso de la invasión militar de Cuba planeada por la CIA, Kennedy rechazó las propuestas de una segunda intervención militar, considerando, en su lugar, iniciar relaciones con el régimen cubano. Otra razón de ser odiado fue que cambió de opinión e inició pasos para retirarse del Vietnam rechazando la propuesta de su Estado Mayor del Ejército de invadir Laos. Sus relaciones con los estamentos militares y las Agencias de Seguridad deterioran en sus últimos años, como consta en Vietnam and the Legacy of the JFK Presidency de Paul Jay (véase también The Kennedy Half Century, de Larry J. Sabato).

Y otra razón de esa gran hostilidad fue la percepción de que Kennedy tenía poca simpatía por los miembros de lo que se llama en EEUU la Corporate Class, es decir, los propietarios y gestores de las grandes corporaciones que controlan la economía de EEUU. JFK favorecía políticas públicas que reducían los privilegios de las grandes corporaciones estadounidenses, percepción que –como señala Parenti– no fue siempre acertada. Pero lo que cuenta no es si Kennedy era o no anti Corporate Class (es más que probable que no lo fuera), sino cómo era percibido por esta Corporate Class, y desde este punto de vista, sí que la evidencia muestra que amplios sectores en la estructura empresarial le tenían odio, considerándole un traidor a su clase, y así lo manifestaron (su padre era uno de los dirigentes de dicha clase empresarial), una situación que se había dado ya con el Presidente Franklin D. Roosevelt. Pero la mayor animosidad procedía de los establishments militares y sobre todo de las Agencias de Seguridad, habiendo despedido a los tres dirigentes de la CIA, echando pestes sobre tal Agencia

De ahí que la mayoría de trabajos de investigación publicados sobre el asesinato de Kennedy se hayan centrado en la relación existente entre las fuerzas anticastristas, la mafia y los sistemas de seguridad nacional (desde la CIA hasta el FBI), relaciones que existían y que han sido bien documentadas. El centro de la investigación (el 80% de los trabajos de investigación) ha sido descubrir la relación de tal complejo con el entramado que llevó a cabo el asesinato. Y si este complejo o conspiración respondía a un mandato institucional o, lo que es más que probable, que fuera una red autónoma, actuando independientemente, sin conexión o supeditación directa con los aparatos de la seguridad nacional.

De todas estas investigaciones se pueden concluir varios hechos que tampoco han aparecido en los medios de información españoles, que paso a enumerar:

1. Tal como concluyó el comité (House Select Committee on Assassinations), nombrado por el Congreso de EEUU para investigar el asesinato del Presidente Kennedy, en dicho asesinato intervinieron varias personas, y no una sola.

2. Lee Harvey Oswald no fue el que disparó y mató a JFK, aunque actuó como una tapadera para desviar la atención (“just a patsy”, como él mismo declaró).

3. Lee Harvey Oswald trabajó para varias agencias federales de seguridad, siendo “su repentina conversión a simpatizante del castrismo” parte de una estrategia diseñada para canalizar la responsabilidad del asesinato hacia el régimen castrista.

4. Su supuesta conversión al castrismo y al comunismo soviético fue financiada con fondos públicos. Su aprendizaje del lenguaje ruso, por ejemplo, tuvo lugar en una escuela militar.

5. El FBI tenía amplias conexiones con la mafia y con las fuerzas anticastristas. Su documentada relación con la mafia ha iniciado un movimiento para eliminar el nombre de John Edgar Hoover, el director del FBI (y uno de los personajes más desacreditados en la historia de EEUU), del edificio del esta agencia.

6. Durante la investigación realizada por el comité del Congreso citado anteriormente, dieciséis personas conectadas con el caso murieron repentina y violentamente.

7. Jack Ruby, que asesinó a Lee Harvey Oswald, tenía relaciones con el FBI y con los anticastristas, y había trabajado para el Comité de Actividades Antiamericanas presidido por el senador Joseph McCarthy (el infame Comité de “Caza de Brujas”, denunciado por Arthur Miller entre otros).

Todo ello explica que el 85% de la población estadounidense (es difícil alcanzar un porcentaje mayor) no crea en las conclusiones de la Comisión Warren nombrada por el Presidente Johnson para averiguar quién mató a JFK, y que atribuyó a Lee Harvey Oswald el asesinato del Presidente Kennedy, responsabilizándolo a él. La gran mayoría de la ciudadanía estadounidense cree que el asesinato fue, como en el caso de Martin Luther King, resultado de una conspiración, siendo elementos relacionados con las agencias de seguridad los primeros sospechosos de este asesinato.

Una última observación. Ha existido un intento de idealizar dichas agencias de seguridad (siendo Hollywood un instrumento importante en este intento), tales como el FBI y la CIA, mostrándolas siempre como los buenos de la película en contra de los comunistas, que eran siempre los malos. Esta campaña, que ha sido exitosa, es cada vez más difícil de sostener. Su participación en hechos delictivos e inmorales está bien probada. Es cierto que este comportamiento no es único. La mayoría, si no todos, los sistemas estatales de seguridad en cualquier país actúan de esta manera. De ahí la enorme importancia de que tengan una supervisión democrática constante, pues gozan de una autonomía e independencia que los hace enormemente peligrosos, pues escapan de todo control democrático. Las escuchas masivas y el espionaje de las agencias de seguridad estadounidenses y de otros países (que ha tenido gran visibilidad mediática) son un ejemplo de ello. Ni que decir tiene que todo Estado necesita de agencias de seguridad. Pero la autonomía que tienen las convierte en una amenaza al Estado democrático, que debe controlarlas sometiéndolas al mandato popular.

Una última observación

Sin implicar ninguna comparación entre el Presidente Obama y el Presidente Kennedy, lo que sí es cierto es que nos encontramos en una situación semejante a la que se enfrentó el último, cuando la Administración Obama ha decidido diluir las tensiones con Irán (en la misma manera que Kennedy intentó diluir las tensiones con la Unión Soviética en sus últimos años), enfrentándose con el establishment estadounidense próximo a Israel. Una vez más, el corresponsal de El País, Antonio Caño (del cual he escrito extensa y críticamente) presenta una versión tergiversada de lo que ocurre en EEUU, indicando que todo el mundo en EEUU está en contra de Obama en su política de dilución de tensiones con Irán, en un artículo significativamente titulado “Obama se queda solo”, El País  (25.11.13). Tal corresponsal señala la oposición al Tratado de Irán de grupos próximos a Israel (sin aclararlo), olvidando y/o ignorando que, según todas las encuestas, la mayoría de la población estadounidense está a favor de tal tratado, firmado entre Irán por un lado, y EEUU y la UE por el otro. En realidad, tal tratado responde al deseo popular de cambiar el rol de “policía del mundo” que el establishment estadounidense ha asignado al gobierno federal de EEUU. Hay un hartazgo de las clases populares (cuyos hijos son los que luchan y mueren en las intervenciones militares del gobierno federal de EEUU) hacia tantas guerras iniciadas por EEUU, promovidas por el establishment militar-seguridad nacional, cuya financiación se realiza a costa de un gran empobrecimiento de su Estado del Bienestar, uno de los menos desarrollados en el mundo occidental.

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