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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 31 de enero de 2014

Este artículo analiza uno de los libros que ha causado mayor revuelo e interés en los círculos académicos del mundo anglosajón, con un considerable impacto en la cultura política y mediática de aquellos países que viven en esa cultura.

Uno de los libros que está causando más interés en muchos círculos anglosajonas es el escrito por el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Notre Dame en EEUU, Benjamin Radcliff, titulado The Political Economy of Human Happiness. Le aconsejo al lector que lo lea. Le aportará datos que puede utilizar para desmontar el aparato ideológico de sensibilidad neoliberal que, sorprendentemente, todavía domina la mayoría de páginas económicas de los mayores medios de información y persuasión de nuestro país. Y digo sorprendentemente porque uno esperaría que, considerando el enorme fracaso que han tenido las políticas promovidas por el pensamiento neoliberal, este dogma y doctrina habría perdido visibilidad mediática, como consecuencia de su falta de credibilidad científica. Pero no es así. Y día tras día este mensaje neoliberal continúa promoviéndose. Y uno de los elementos de este mensaje es que a menos gasto público o a menor intervención del Estado, mayor es la eficiencia económica y mayor es el bienestar y también la felicidad de la población.

Lo que el profesor Radcliff hace es analizar los tipos de intervención del Estado, desglosando las distintas dimensiones del sector público así como las diferentes regulaciones públicas que inciden sobre el bienestar de la población, y muy en particular del mundo del trabajo. Este análisis detallado del Estado y de sus intervenciones es muy necesario para poder analizar con detalle y rigor las distintas formas de intervención pública. Y con este estudio, que se centra en países de la OCDE, el grupo de países más ricos del mundo, se demuestran varios hechos:

1. Que aquellos países que tienen servicios públicos universales (es decir, que sirven a toda la población), tales como sanidad, educación y servicios sociales, son más felices (tienen un porcentaje mayor de la población que se encuentra satisfecha y feliz con su vida) que aquellos países que no tienen tales servicios, siendo sustituidos por servicios asistenciales o de beneficencia, cuyo acceso depende de la capacidad adquisitiva de la población.

2. Que aquellos países que se gastan más por habitante en cada uno de estos servicios tienen mayor felicidad que aquellos que se gastan menos.

3. Que los países gobernados durante más tiempo desde los años cuarenta por partidos más favorables al intervencionismo redistributivo a favor de las rentas del trabajo (es decir, partidos de centroizquierda o izquierda) son más felices que aquellos que favorecen las rentas del capital (partidos de derecha o centroderecha).

4. Que las políticas neoliberales afectan negativamente a los niveles de felicidad de la población.

Soy consciente de que algunos lectores de este artículo creerán que este libro es un documento político al servicio de un ideario político. Pero se equivocan. Los datos están ahí, con una metodología de trabajo muy rigurosa, intentando analizar qué otras variables podrían haber intervenido en el resultado que presentan. Y, una por una, excluye otras explicaciones que se han dado para explicar estos hechos, mostrando que no son sostenibles en base a los datos.

Esta última observación es importante, pues existe la costumbre en los medios de información de intentar aparentar objetividad, presentando lo que ellos llaman los dos lados de la misma moneda. Es decir, que intentan presentar un equilibrio, mostrando países de tradición conservadora y liberal y países de tradición socialdemócrata (que mantiene esta tradición) como países de elevada felicidad, concluyendo que la felicidad no tiene signo político. El fallo de estas conclusiones es que los datos no lo muestran. Aquellas sociedades que son más solidarias y tienen menos desigualdades permiten y facilitan el desarrollo de la felicidad mucho más que aquellas que no lo son. Así de claro.

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