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Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Pensamiento Crítico” al diari PÚBLICO, 23 de maig de 2014

Aquest article explica la relació existent entre els partits polítics a Espanya i els altres partits existents al Parlament Europeu, incloent aquells que són clarament responsables de les polítiques d’austeritat que estan danyant enormement el benestar de les classes populars.

Un análisis objetivo de lo que está pasando en la mayoría de países de la Eurozona muestra los siguientes hechos: una disminución de los salarios, un aumento del paro, un descenso de la ocupación, una dilución de la protección social, una reducción del gasto público social, una privatización de los servicios públicos del Estado del Bienestar, una reducción y privatización de las pensiones públicas, una reducción de derechos laborales y sociales, y un debilitamiento de la negociación colectiva y de los sindicatos. Los datos están ahí para todo aquel que quiera verlos (véase mi artículo “El dramático deterioro de la España y de la Europa social”, Público 03.04.14). En realidad, no hay mucho desacuerdo en cuanto a que todo esto está ocurriendo. El desacuerdo aparece cuando se intenta explicar el porqué está ocurriendo. Ahí las explicaciones varían según la sensibilidad política del que intenta explicarlo. La más promovida por el establishment europeo, es decir, por la estructura de poder que gobierna la Eurozona, es que el gasto público, y muy en particular el gasto público social, ha aumentado hasta un nivel que ha hecho la Europa Social insostenible. El Presidente del Banco Central Europeo declaró, por ejemplo, en una entrevista al diario de la banca estadounidense Wall Street Journal (24.02.12) que “el modelo social europeo es insostenible”, es decir, que no se puede pagar. Otra personalidad de este establishment europeo, la Sra. Merkel, Canciller del gobierno alemán, indicó también en una entrevista en la televisión alemana que “la crisis del euro está causada por una falta de disciplina fiscal de varios países, los dirigentes de los cuales han actuado irresponsablemente” (16.05.12). Con esta frase, la Sra. Merkel estaba acusando a los gobiernos periféricos de la Eurozona, incluyendo España, de haber gastado demasiado, creando el problema de la viabilidad del euro. En España, el Sr. Rajoy, Presidente del gobierno, le daba la razón a la Sra. Merkel al subrayar que en España “nos hemos gastado más de lo que tenemos. Y hasta que esto no se haya corregido no saldremos de la crisis” (04.06.12). Y en Catalunya, el Presidente de la Generalitat subrayó al principio de su mandato que seguir “las políticas de austeridad nos hará fuertes en el futuro”.

Esta percepción de la realidad, promovida en toda la Eurozona y en cada uno de los países que la componen por los grandes grupos financieros y empresariales, así como por las clases pudientes (el 10% de renta superior en un país), que ejercen una enorme influencia mediática y política, ha alcanzado la categoría de dogma, que se reproduce en los mayores medios de información y persuasión. Esta percepción, en realidad creencia, da pie a políticas públicas llevadas a cabo por partidos conservadores afines a tales intereses, pertenecientes al Partido Popular Europeo (como el Partido Popular y Unió Democràtica de Catalunya, y, hasta que lo abandonó, resultado de las presiones del PP, el PNV), al Partido de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (como Convergència Democràtica de Catalunya) y también por las voces socioliberales que dominaron las políticas económicas de los partidos socialdemócratas europeos (pertenecientes al Partido de los Socialistas Europeos). Esta creencia está basada en un principio ideológico bastante sencillo: las políticas públicas que favorecen al Capital benefician a toda la población, pues se supone que la riqueza creada en la cúspide se filtra y se esparce al resto de la población. Tal creencia, conocida como neoliberalismo, es la base de sus políticas públicas, que consisten en debilitar al mundo de trabajo, a base de la reducción de los salarios y del debilitamiento, cuando no eliminación, del Estado del Bienestar.

Iniciado por el Presidente Reagan en EEUU y la Sra. Thatcher en el Reino Unido, se ha ido extendiendo, implementándose por los partidos conservadores y liberales y, más tarde, también por un gran número de partidos socialdemócratas gobernantes (desde Schröder a Blair, pasando también por el Zapatero de la crisis) que, en su momento, constituyeron la mayoría de los partidos gobernantes en la Eurozona.

¿Qué ha ocurrido?

Como consecuencia de estas políticas, las rentas del capital, a partir de los años ochenta, fueron subiendo, y las rentas del trabajo fueron disminuyendo. Estas últimas han pasado, en los países de la UE-15, de representar el 72,9% de toda la renta nacional (promedio del periodo 1945-1978, la época dorada del capitalismo) al 66,5% en el año 2012. En España, pasaron de un 72,4% a un 58,4%. En realidad, hoy, y por primera vez en España durante el período democrático, las rentas del trabajo representan un porcentaje menor que las del capital, una situación única en la UE-15 (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual”, Le Monde Diplomatique, julio 2013).

Este descenso, junto con los recortes del gasto y empleo públicos, ha creado un enorme problema de demanda, con el consiguiente descenso de la actividad económica y un escaso o nulo crecimiento económico. Dicho descenso de las rentas del trabajo es también la causa del enorme endeudamiento de las familias, y de la escasa rentabilidad de las inversiones en la economía productiva (ya que el descenso de la demanda crea un descenso en la producción de bienes y servicios), alcanzándose mayor rentabilidad en las inversiones especulativas, origen de las burbujas, incluyendo la inmobiliaria. De ahí deriva el capitalismo de casino, basado en la mera especulación, y dirigido por la banca. Esta situación se ha visto acentuada todavía más con las políticas de austeridad, que han llevado a un austericidio. Hoy, la situación social y económica ha alcanzado unos niveles de deterioro tal que está dañando enormemente el bienestar de las clases populares de los países de la Eurozona.

Pero no todos han sufrido estas consecuencias. En realidad, las rentas del capital se han disparado, concentrándose en sectores muy minoritarios de la población. Y los banqueros españoles (en uno de los países de la UE donde es más difícil conseguir crédito) son los mejor pagados de la Eurozona. Los beneficios de las mayores corporaciones también han alcanzado unos niveles altísimos. Toda la evidencia existente muestra que el crecimiento de las rentas del capital se ha hecho a costa del descenso de las rentas del trabajo.

¿Quiénes son los responsables?

La literatura científica está llena de evidencia que muestra la enorme responsabilidad que el capital (lo que se solía llamar la clase capitalista, término que no se utiliza por considerárselo “anticuado”, y que ahora se llama el 1%) tiene en el origen de la crisis. La evidencia también muestra lo beneficiosas que han sido las políticas neoliberales para las clases capitalistas de cada país de la Eurozona, como resultado de una alianza (a nivel de la Eurozona) de las clases dominantes de cada país. La burguesía española nunca lo había tenido mejor: mientras que los beneficios empresariales han aumentado y las rentas del capital han subido, los salarios están bajando y el Estado del Bienestar se está desmoronando. Y todo ello, justificándose por parte de los partidos políticos próximos a este 1% con el argumento de que no hay alternativas, ocultando toda la evidencia que muestra que sí que hay alternativas (ver el libro que escribí con Juan Torres y Alberto Garzón, Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España).

Que estas alternativas puedan llevarse a cabo depende de quién gobierne la Eurozona. Está, pues, claro que los partidos conservadores y liberales, así como la versión neoliberal de la socialdemocracia, están en el centro de las políticas responsables del deterioro social de la Eurozona, incluyendo España. Ellos han sido los instrumentos del capital. Es de agradecer que algunos partidos socialdemócratas se presenten ahora criticando la austeridad. En realidad, la campaña del Partido de los Socialistas Europeos se ha basado en el eslogan “La austeridad en Europa es un error”. Pero dicha postura carece de credibilidad a no ser que se haga una autocrítica de lo que estos partidos hicieron cuando gobernaron la Eurozona. Y algunos continúan haciéndolas, como los gobiernos Valls y Renzi (véase “La ausencia de la necesaria autocrítica en la socialdemocracia”, Público, 13.05.14). A no ser que cambien y rechacen de lleno las políticas de austeridad, estos partidos continuarán siendo parte del problema.

Una situación semejante ocurre en algunos partidos verdes que, habiendo apoyado tales políticas cuando gobernaron, han permanecido igualmente acríticos en la presentación de sus propuestas. Hoy, en España, dos de los partidos que pertenecen al grupo parlamentario europeo de Los Verdes/Alianza Libre Europea, tienen actitudes muy distintas frente a las políticas neoliberales. Así, ERC apoya las políticas de austeridad del gobierno de CiU, mientras que el otro, ICV, ha denunciado tales políticas, ganando credibilidad en sus propuestas.

La esperanza está en los partidos de izquierda (de los cuales hay un gran número), muchos de ellos miembros del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, que ha sido el único grupo parlamentario en el Parlamento Europeo que desde el principio cuestionó esas políticas.

¿Qué debería hacerse en la Unión Europea?

En realidad, es muy fácil desde el punto de vista científico lo que debería hacerse en la Eurozona. Deberían hacerse políticas públicas en sentido opuesto a las que se están realizando. Entre ellas, unas políticas claramente expansivas, con aumento de los salarios y del gasto público, incluyendo el social, que estimulen la demanda, con la responsabilidad pública en la provisión de crédito, cambiando el sistema de propiedad del sector financiero, potenciando la socialización de los principales centros de este sector, cambiando el BCE para transformarlo en un banco central (que hoy no es), responsable ante el Parlamento Europeo, desarrollando políticas de pleno empleo a nivel continental, con un mayor desarrollo de las infraestructuras sociales, físicas y verdes, el desarrollo de nuevos sistemas de producción y distribución basados en una gran redistribución de las rentas y de la riqueza, con la universalización de derechos sociales y laborales, incluyendo el desarrollo de convenios colectivos a nivel continental (hoy prohibidos), con la anulación del Pacto Fiscal y la flexibilización del Pacto de Estabilidad, con la coordinación de las políticas fiscales y bancarias, incluyendo la europeización de las deudas públicas, y todo ello en base a una profunda reforma del sistema político, con el establecimiento de formas de participación directa de la ciudadanía y de respeto a la autodeterminación de los pueblos que constituyen esta zona política. Tales políticas constituirían la Transición a una Europa de los Pueblos, basada en una alianza de las clases dominadas, alternativa a la Europa actual, resultado de la alianza de las clases dominantes. La Europa del 90% frente a la Europa del 10% (el 1% más el 9% que sirve al 1%). Pero es difícil que esa Europa pueda establecerse ahora. De ahí la urgencia de que los partidos que intentan representar a las clases populares establezcan alianzas a nivel europeo y que, como parte de esta estrategia, redefinan cada una de estas políticas, incluyendo la permanencia en el euro, sin excluir la posibilidad de salirse de él. Creo, sin embargo, que el debate en las izquierdas no debería centrarse ahora sobre si permanecer o no en el euro, sino en establecer las bases para actuar conjuntamente, dentro de una estrategia para desarrollar otra Europa, una Europa democrática, con políticas económicas, financieras y monetarias distintas (y en mucho, opuestas) a las que se están realizando, iniciando la Transición a otra Europa, resultado de esa alianza de los pueblos (hoy poco desarrollada) que se oponga a esta Europa actual, que es claramente la Europa del 1%.

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