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Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Dominio Público” al diari PÚBLICO, 10 de juliol de 2014

Aquest article qüestiona els principals arguments que es donen als fòrums a on es reprodueix la saviesa convencional en aquest país per justificar la dramàtica situació d’ocupació i desocupació dels joves.

Uno de los pocos programas que veo en televisión es el programa que dan en la Sexta los sábados por la noche. Es de los pocos programas en los que los tertulianos de izquierdas tienen el mismo espacio que los de derechas. Lamento la estridencia de lo que se presenta como “debates”, resultado del comportamiento de los tertulianos de derechas, que frecuentemente sustituyen los argumentos por insultos o falsedades. Un problema que tiene la democracia en España es la falta de una derecha democrática que sepa argumentar y convencer. Pero, al menos, se permite a las izquierdas (bien representadas en el programa) que respondan, lo cual hacen mostrando a las derechas por lo que son.

Felicito al director del programa. Felicitación que hago a medias, pues los economistas que utiliza el programa como “expertos” para analizar la situación actual son todos ellos de sensibilidad conservadora y/o liberal, lo que refleja el pensamiento económico dominante en España, pensamiento que la actual crisis debería haber ya desacreditado, como ha ocurrido en otros países, pero no en España.

Un ejemplo de ello fue cuando se discutió el tema de la viabilidad de las pensiones, atribuyendo su supuesta inviabilidad a la transición demográfica (es decir, a que haya cada vez más personas ancianas, y menos personas jóvenes que les paguen las pensiones). Dicha aseveración, provista por el “experto”, reproducida “ad nauseam” día tras día en los medios, es falsa, como mi amigo y colega, Juan Torres, y yo, hemos mostrado ampliamente en el libro Lo que debes saber para que no te roben la pensión (Editorial Espasa, 2013). En realidad, el mayor problema que amenaza la viabilidad de las pensiones son las políticas neoliberales que se están aplicando (predeciblemente defendidas por la mayoría de expertos económicos del programa) y que están destruyendo puestos de trabajo y reduciendo los salarios. Puesto que las pensiones en España se pagan en su gran mayoría con aportaciones derivadas de las rentas del trabajo, en la medida en que estas rentas bajen, las pensiones tendrán más dificultades para ser financiadas. Y hoy se está produciendo un tsunami provocado deliberadamente por las fuerzas conservadoras y liberales, que se están cargando la Seguridad Social de este país.

No hay falta de jóvenes en este país

Hoy el problema no es que no haya suficientes jóvenes. El problema es que no tienen trabajo, y los que lo tienen cobran unos salarios bajísimos. ESTE ES EL PROBLEMA. Y esto es resultado de unas políticas públicas llevadas a cabo por los gobiernos (incluyendo el español), cosa que el lector no leerá en la mayoría de medios de información y persuasión del país. Esta situación, desesperada para millones de jóvenes, explica su emigración. Hoy estamos viendo la segunda mayor ola de emigrantes que España haya visto desde los años cincuenta, resultado de un de las mayores crisis económicas y financieras que España haya vivido. Más de medio millón de personas (547.890 personas) emigraron el año pasado, de las cuales casi 80.000 fueron personas nacidas en España (79.306 personas). Esta emigración fue una de las causas de que la población en España cayera por segundo año consecutivo, perdiendo 220.130 habitantes. La mayor pérdida fue entre los jóvenes. Catalunya, por cierto, fue de las que perdió más.

El escaso empleo juvenil

Se ha prestado mucha atención, con razón, a la elevada la tasa de desempleo entre los jóvenes en España, una de las más altas de la OCDE, el club de países más ricos del mundo (del cual España es miembro), y de la Unión Europea de los Quince (UE-15), el grupo de países de la UE con mayor desarrollo económico, del cual España es también miembro. Ahora bien, lo que menos se ha analizado es la tasa de ocupación de la gente joven. Concretamente, el porcentaje de la población joven (tanto de 16 a 20 años como de 20 a 24 años) que trabaja en España es de los más bajos de la OCDE y de la UE-15, siendo también el país que, además de tener la tasa de ocupación juvenil más baja, ha tenido también el mayor descenso de esa tasa durante la crisis. Así, la tasa de ocupación de los jóvenes de 16 a 20 años era de un 24,4% (es decir, que de cada 100 jóvenes, solo 24,4 estaban trabajando) en el año 2000, y bajó en picado de manera que en el año 2012 el porcentaje era solo de un 5,3%, el mayor descenso en la OCDE y en la UE-15. Un tanto igual ocurrió en el grupo de 20 a 24 años, cuya tasa bajó de un 47,9% en el año 2000 a un 31% en el año 2012. Solo Grecia, Portugal e Irlanda ofrecen cifras semejantes.

La insensibilidad del establishment político frente a esta realidad

Esta emigración de jóvenes significa una enorme pérdida de recursos. Son personas formadas, con el más alto nivel de formación que España haya tenido. Y la indiferencia de las autoridades públicas hacia esta situación muestra su enorme insensibilidad hacia este drama humano, así como su insensibilidad (o incompetencia) hacia lo que significa la pérdida de estos jóvenes. Un indicador de esta insensibilidad del gobierno del Partido Popular (y del socialista anterior) es que no hagan nada para recuperar a esta juventud, cuya emigración puede significar una pérdida irreversible. Lo que el Estado debería hacer es facilitar que fuera reversible.

Así pasó en la primera ola emigratoria. Fue un gobierno conservador, presidido por Adolfo Suárez, el que permitió que un ciudadano español que tuviera que emigrar y que tuviera que adquirir otra nacionalidad por causas laborales, no perdiera su nacionalidad española, permitiendo así la doble nacionalidad por causas laborales. Con ello, tal ciudadano no perdía sus lazos con España, de manera que siempre podía volver e integrarse en España. Es sorprendente y reprobable que esa ley fuera anulada por el gobierno socialista presidido por Felipe González.

Es fundamental que dicha ley se recupere, pues es un compromiso que España tiene con estas personas, ciudadanos españoles que se han tenido que marchar de España porque este país no les ofrecía el trabajo para el cual se formaron. El mantenimiento de la ciudadanía es una condición esencial para que se sientan ligados a España y vuelvan. Y ruego a todos los ciudadanos españoles que me lean que escriban al gobierno exigiendo que se apruebe tal ley. Es lo mínimo que las Cortes españolas pueden hacer para aquellos que han sido tan dañados por las políticas neoliberales aprobadas, por cierto, por esas mismas Cortes.

Otra falsedad: las causas del desempleo

En contra de lo que la sabiduría convencional indica, la tasa de desempleo es una variable política, no una variable económica. Lo que quiere decir esta expresión es que el nivel de desempleo está determinado por intervenciones políticas, es decir, que cada país tiene el nivel de desempleo que su Estado desea o permite. Esto le sorprenderá al lector, que estará acostumbrado a leer que el gobierno está haciendo todo lo posible para que baje el desempleo. En esta percepción (profundamente errónea), se asume que el alto desempleo de España se debe a causas ajenas sobre las cuales el Estado tiene poco que hacer.

Las explicaciones más comunes del elevado desempleo en los medios de información y persuasión españoles (dominados por el pensamiento neoliberal) son que el elevado desempleo es resultado de unas supuestas rigideces del mercado de trabajo (como consecuencia del excesivo poder de los sindicatos), o consecuencia de la falta de una formación y/o educación de la población que le permita ser integrada en el mercado de trabajo. Ninguna de estas explicaciones tiene evidencia que las avale (ver mis artículos en la sección económica de mi blog www.vnavarro.org).

La principal causa del desempleo son las políticas públicas que van orientadas, precisamente, a aumentar el desempleo. Su objetivo es reducir el poder del mundo del trabajo y, con ello, disminuir los salarios y la protección social y aumentar el tiempo de trabajo por trabajador. La evidencia de que esto es lo que está ocurriendo es más que robusta. Dos de los economistas más brillantes de EEUU, Dean Baker y Jared Bernstein, han publicado un artículo “Full Employment and the Path to Shared Prosperity”, Center for Economic and Policy Research, Washington (03.07.14), en el que muestran como por cada aumento de un 1% en la tasa de paro de EEUU, disminuye el nivel salarial un 12,4%. Una situación semejante nos encontramos en España, donde el enorme incremento del desempleo ha causado un enorme bajón en los salarios.

Y lo que la Troika, la banca y la gran patronal quieren decir cuando piden que continúen las reformas, es que creen que los salarios deben incluso bajar más. Lo que ocurre en esta situación es que las bajadas de salarios implican un descenso de la demanda y, con ello, del crecimiento económico, con lo cual el incentivo para producir más y crear más empleo se reduce, cuando no elimina. Es el círculo vicioso que nos está llevando al desastre.

En realidad, si el Estado adoptara políticas de pleno empleo, estimularía la demanda, con lo cual habría mayor creación de empleo, dando mayor poder al mundo del trabajo, lo que causaría un aumento más grande de los salarios, lo que, a su vez, crearía mayores necesidades de producción y de empleo. De esta manera, el círculo vicioso se convertiría en un círculo virtuoso. El hecho de que no se produzca se debe predominantemente al contexto político, es decir, a las relaciones de poder entre el mundo del capital y el del trabajo, en el que el primero está ganando y el segundo perdiendo. Y esto, lector, no lo leerá usted en los medios de información y persuasión, dominados por el primero. Así de claro.

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