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Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Dominio Público” al diari PÚBLICO, 19 de març de 2015.

Aquest article informa sobre elements desconeguts de les negociacions que estan existint entre les institucions europees que governa l’Eurogrup amb el govern Syriza. L’article també detalla la rellevància de tals negociacions per Espanya.

El conocido economista, el profesor James K. Galbraith, de la Universidad de Texas (hijo del legendario John Kenneth Galbraith), colaborador del Ministro de Finanzas del gobierno Syriza, Yanis Varoufakis, y miembro de la delegación griega de las negociaciones con el Eurogrupo sobre la continuación del préstamo al gobierno griego, coloquialmente referido como “el segundo rescate” (aprobado por el gobierno griego anterior), ha escrito un interesante artículo en la revista Fortune de EEUU en el que explica cómo se realizaron las negociaciones, desmantelando muchas de las sesgadas críticas que se han hecho hacia el gobierno griego, muy presentes en la totalidad de los grandes medios de comunicación españoles (incluyendo los catalanes). Lo que Galbraith muestra es lo enormemente desordenada que es la estructura del poder en el sistema de gobierno de la Eurozona, estructura enormemente jerárquica en la que es muy difícil de alcanzar un consenso. Los puntos más claros que aparecen son:

1. El orden jerárquico pone al Ministro de Finanzas alemán claramente en el vértice del poder. En general, lo que el Sr. Schäuble decide es lo que al final se aprueba. Por debajo de él está el jefe del Eurogrupo, el socialista Dijsselbloem, y los Ministros de Finanzas de los gobiernos de la Eurozona, y muy por debajo están el Presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y el Comisario de Economía y Finanzas, el socialista Pierre Moscovici.

2. El problema para el ministro griego era que tenía que llegar a un acuerdo con cada nivel antes de pasar al otro, sin que los tres niveles de autoridad estuvieran ni coordinados ni relacionados entre sí. Los documentos preparados por el nivel 3 –es decir, la Comisión- habían sido aceptados por el ministro griego. Pero cuando fueron a negociar con el nivel 2 –el Eurogrupo-el ministro holandés Dijsselbloem desechó completamente el documento del nivel 3. Este señor impuso, sin más, su propio documento, sobre el cual se intentó alcanzar un acuerdo que, incluso cuando fue aceptado, fue desechado por el nivel 1 -el ministro alemán-. Como bien indica Galbraith (que trabajó en su día en el Congreso estadounidense), este sistema de decisión conlleva un poder jerárquico que imposibilita la realización de acuerdos de consenso.

3. El “mandamás”, el Ministro de Finanzas alemán, apenas hablaba de las reuniones. Los que eran más beligerantes en defensa de la postura intransigente del ministro alemán, eran los ministros español, portugués e irlandés, todos ellos muy temerosos de que las tesis del gobierno griego fueran aprobadas, pues mostrarían lo que ellos querían evitar por todos los medios, es decir, que había alternativas a las políticas de austeridad que habían estado imponiendo a sus países sin ningún mandato popular. Galbraith señala que era obvio que tales ministros estuvieran más que preocupados, pues todos ellos tenían elecciones en los próximos meses. La aceptación de las propuestas del ministro griego eran percibidas como una amenaza a su reelección. Querían mostrar a los electores de sus países cómo las políticas de austeridad eran las únicas posibles.

4. Uno de los aspectos que Galbraith recalca como dignas de subrayar es que Syriza ha tenido gran impacto en la estructura de poder del establishment europeo, despertando una concienciación dentro del mismo establishment de que algo tiene que cambiar en el desarrollo y aplicación de las políticas de austeridad. Incluso dentro del gobierno alemán, el vicecanciller alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, mostró simpatía hacia las demandas del gobierno griego, indicando que las propuestas de la Comisión deberían haberse tenido en cuenta (lo cual fue inmediatamente desautorizado por el Ministro de Finanzas alemán).

5. La parte que Galbraith apenas toca, sin embargo, es el comportamiento de las delegaciones francesa e italiana. Aunque mostraron en privado gran simpatía hacia las propuestas de Syriza, en público no se atrevieron a enfrentarse a Alemania, en parte porque comulgaban con gran número de tesis sostenidas por el gobierno alemán. Todos ellos creyeron en el dogma de que el elevado desempleo se debía a la falta de flexibilidad del mercado laboral. Y también todos ellos creyeron en los méritos de la privatización (como aparece en sus propias propuestas), sin estar de acuerdo con las tesis de Syriza que la mayor causa del desempleo es la falta de demanda doméstica (resultado del gran descenso de los salarios y de las rentas del trabajo) y que las privatizaciones, aun cuando podían generar recursos al venderse bienes públicos, estos eran muy inferiores a los que se hubieran obtenido en otras circunstancias, debilitando a la vez la libertad de acción del Estado.

6. Si que, en cambio, los gobiernos francés e italiano (así como la Comisión y el Presidente del Parlamento Europeo) simpatizaron con la demanda del gobierno griego que el superávit primario (el superávit sin contar los pagos a los intereses de la deuda) del Estado se dedicara a interrumpir los recortes de gasto público en lugar de a pagar la deuda. Esto fue una victoria mayor del gobierno Syriza, y que el Ministro alemán aceptó tras gran resistencia. Era un ejemplo que “dominio” no es lo mismo que “absoluto control”.

7. Los socialistas españoles (con contadísimas excepciones, como Josep Borrell) se aliaron en sus posturas con las críticas del PP y su establishment político mediático español, temerosos, como también lo era el gobierno Rajoy, de que el éxito del programa del gobierno Syriza pudiera mostrar que hay y había otras alternativas a las propuestas tanto por el gobierno PP como por el gobierno Zapatero. El caso más claro era el peripatético economista del Zapaterismo, el Sr. José Carlos Díez (Ver artículo “Las incompetencias de los gurús mediáticos: el economista J.C. Díez”, Público, 07.01.15).

8. Galbraith no lo explicita, pero de sus comentarios puede deducirse que considera la situación actual intolerable para el pueblo griego. Y ahí está el problema que no se toca y que debería tocarse. ¿Qué hacer ante esta situación? Ni que decir tiene que la preferencia de Syriza es cambiar Europa, rompiendo con la ortodoxia neoliberal que domina las instituciones de gobierno de la Eurozona y presentando alternativas creíbles que pasan desde cambiar el Banco Central Europeo para convertirlo en un Banco Central (en lugar de que sea un lobby de la banca), hasta establecer políticas expansivas coordinadas a nivel europeo. Las propuestas que Juan Torres y yo hicimos en el documento Democratizar la Economía para salir de la Crisis mejorando la Equidad, el Bienestar y la Calidad de Vida. Una propuesta de debate para solucionar los problemas de la economía española, que el partido Podemos hizo suyo titulándolo Un Proyecto Económico para la Gente con el fin de que fuera la base de discusión de tal movimiento político, contiene elementos básicos de las posibles estrategias económicas para un gobierno progresista. En contra de lo que la sabiduría convencional de este país ha indicado, estas propuestas son factibles, realistas y necesarias.

El argumento de que no son “realistas” sigue una motivación ideológica de carácter predominantemente político. ¿Por qué el gobierno Zapatero, en su intento de conseguir fondos públicos, congeló las pensiones (que le generaron 1.500 millones de euros), en lugar, por ejemplo, de revertir la bajada de impuestos de propiedad, con lo cual hubiera conseguido mucho más, 2.500 millones de euros? ¿Por qué es utópico pedir a Rajoy que en lugar de recortar 6.000 millones de euros a la sanidad pública, revertiera la bajada de impuestos de sociedades de las empresas que facturan más de 140 millones de euros al año, que representan menos de un 0,12% de todas las empresas, con lo cual hubiera conseguido una cantidad semejante?.

9. El problema, por lo tanto, no es económico, sino político. La respuesta a la pregunta ¿pueden cambiarse las políticas neoliberales? es que será difícil a no ser que hagan cambios políticos muy sustanciales. Un enorme servicio que ha proveído Syriza a Europa es precisamente hacer esta pregunta. Si no hay cambios políticos, ¿qué podría hacer Grecia mientras tanto? Y es ahí donde la alternativa de salirse del euro parece atractiva. Además, tiene una lógica interna que la hace razonable. Hoy la continuación de las políticas de austeridad dejan a Grecia condenada a un suicidio que ya está ocurriendo. A los recortes de gasto público se le añaden la disminución de los salarios que empeora todavía más la falta de demanda doméstica, la mayor causa de su recesión. Parecería, pues, que una salida del euro, con el consiguiente control por parte del gobierno griego de las políticas monetarias y fiscales del país, podría ayudar a salir de la crisis. Y como ejemplo de ello, se suele señalar el caso de Argentina.

10. El problema con esta comparación es que la situación en Argentina era muy distinta a la griega. Entre otras diferencias, Argentina nunca abandonó su moneda, pero Grecia sí que la abandonó. Recuperarla implica todo un proceso que no puede hacerse clandestinamente de la noche a la mañana. El profesor Marc Blyth describe los pasos que Grecia debería tomar para salir del euro en su artículo “Continued austerity will be catastrophic for Greece and Europe”, Truthout (28.02.15). Señala las grandes dificultades de recuperar su moneda, un proceso mucho más complicado que desconectar el valor del peso argentino al valor del dólar estadounidense. Implica un esfuerzo y una serie de riesgos mucho mayores. Ahora bien, ¿invalida esta situación la posibilidad de salirse del euro? (en un próximo artículo presentaré los pros y los contras frente a esta propuesta).

11. Creo que hay un amplio consenso entre las fuerzas progresistas de que se necesita cambiar Europa y su gobernanza. Esta Europa no representa hoy los intereses de las clases populares. El punto clave es cómo cambiarla, y para ello se requiere unas alianzas de las fuerzas progresistas que articulen las soluciones a nivel de cada país con las soluciones a nivel continental. La propuesta de Juan Torres y yo era de iniciar un debate en España (incluyendo Catalunya), que la escasísima diversidad ideológica de los medios ha hecho imposible.

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