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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 11 de mayo de 2016.

Este artículo hace una llamada a la unidad de todas las izquierdas, en un momento que se puede considerar histórico.

Estamos hoy viviendo en España un periodo que creo justo definir como histórico. Lo que ocurra en los próximos meses definirá claramente el futuro de este país. Y si hay una movilización de la mayoría de las clases populares podría iniciarse una transformación profunda hacia una España mucho más justa y democrática, que reconozca y celebre la plurinacionalidad del Estado español. Hará casi cuarenta años desde que hubo una transición de una de las dictaduras más represivas que hayan existido en Europa (según el experto en fascismo europeo de la Universidad de Columbia en Nueva York, el Profesor Malefakis, por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000), a una democracia muy limitada y a un Estado del Bienestar poco desarrollado. Hoy hay posibilidades de que se haga otra transición.

Aquella primera transición ocurrió en un contexto político en el que había un enorme desequilibrio de fuerzas, pues en un lado estaban las fuerzas conservadoras que dominaban el Estado español y la gran mayoría de los grandes medios de información y persuasión, mientras que en el otro estaban las izquierdas, que lideraban las fuerzas democráticas y que acababan de salir de la clandestinidad, de la cárcel o de la vuelta del exilio. No podía haber un desequilibrio más marcado, y el dominio del proceso de transición por parte de las derechas dejó su imprimátur en el proceso y en su Constitución.

El Estado resultado de aquella transición no era producto de una ruptura con el anterior, ya que hubo ramas importantes del aparato del Estado que se mantuvieron claramente bajo el control de los herederos de los que establecieron la dictadura. Son consecuencia de ello la limitada democracia y la baja calidad de la cultura democrática, el gran retraso social que vive este país, así como la visión uninacional, radial, represiva de su plurinacionalidad (asignando al Ejército la defensa de la siempre presente “unidad de España” -el eslogan de los que realizaron el golpe militar fascista del 1936 contra la República democrática-, unidad que, por cierto, no había sido cuestionada por ninguna fuerza política republicana, puesto que no es lo mismo la redefinición que la desunión de España). El President Companys, asesinado por las tropas fascistas por separatista, quería redefinir, no desunir, España, estableciendo una España plurinacional, poliédrica (en lugar de radial, centrada en la capital del Reino –que tiene muy poco que ver con el Madrid popular, víctima también de aquella visión borbónica del Estado), en la que los distintos pueblos y naciones de España tuvieran la capacidad de decisión sobre su articulación con el Estado, expresada democráticamente, sin que fuera impuesta por el Ejército una unión forzada, como instruye la Constitución de 1978.

La supuesta defensa de la “unidad de España”

Esta defensa de la “unidad de España” era un eslogan y una excusa para mantenerse en el poder, perpetuando las oligarquías financieras y empresariales y su claramente abusiva influencia sobre las instituciones llamadas representativas y mediáticas del país. Como consecuencia de ello, España, todavía hoy, casi cuarenta años después de iniciarse tal democracia, es uno de los países con mayores desigualdades sociales en Europa, con menor gasto público social (en sanidad, en educación, en servicios sociales, en escuelas de infancia, en servicios domiciliarios, en vivienda social, en transferencias a las familias, en programas antipobreza, en prevención de la exclusión social, entre otros) por habitante, y con un Estado con escasa capacidad redistributiva.

Ni que decir tiene que mucho se ha hecho durante el período democrático, y muy en particular durante el periodo de gobierno de partidos de izquierdas, en especial del PSOE, a nivel del Estado central. Se hicieron avances importantes, con el establecimiento, por ejemplo, del Sistema Nacional de Salud, entre otros.

Pero, sin desmerecer lo conseguido, el hecho es que aunque el enorme retraso social se redujo, tal retraso continúa. Ya antes de la crisis, España se gastaba 66.000 millones de euros menos de lo que debía invertir en gasto público social por el nivel de desarrollo económico que tenía. Si nos gastáramos lo que se gastan los países nórdicos de Europa -donde el mundo del trabajo ha tenido mayor poder político en Europa desde la II Guerra Mundial-, y este gasto público social se invirtiera creando empleo, tendríamos unos tres millones y medio de puesto de trabajo más de los que tenemos, eliminando una gran parte del desempleo en el país (en Suecia, alrededor de uno de cada cuatro adultos trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar; en España no llega ni a uno de cada diez). Y ello es consecuencia de la gran debilidad del mundo del trabajo en España (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006). La integración del aparato del PSOE en la estructura del Estado, sobre el cual el poder financiero y económico tiene una enorme influencia, diluyó, en gran medida, su vocación transformadora. Y cuando se presentó la crisis, la respuesta del PSOE fue típicamente neoliberal, como también ocurrió con la mayoría de partidos socialdemócratas en Europa.

El movimiento 15-M y su impacto en España

Era, por lo tanto, predecible que surgiera un movimiento generalizado de protesta, que hizo de su denuncia de este maridaje del poder financiero-económico con el poder político y mediático el centro de su movilización. Rodearon los Parlamentos, incluyendo las Cortes Españolas, señalando que no representaban a la población de los distintos pueblos y naciones de España. Sus famosos eslóganes “no nos representan” y “no hay pan para tanto chorizo” se extendieron por todo el país. El 82% de la población, como mostraron las encuestas, señaló que estaba de acuerdo con tales eslóganes. El hecho de que fuera tan eficaz en su denuncia fue por su especificidad y credibilidad. El eslogan de la estructura del poder de que no había otras alternativas a las políticas de austeridad que estaban imponiendo (y digo imponiendo, pues no estaban en sus ofertas electorales) contrastaba con datos que indicaban que sí que las había. En realidad, en las primeras manifestaciones en la Plaza del Sol varios manifestantes mostraban, en tono desafiante, a los medios de información que cubrían el evento, el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, que Juan Torres, Alberto Garzón y yo habíamos escrito, mostrando que sí que había alternativas (ver la imagen).

Se señalaba en aquel libro y en aquel mensaje que el Sr. Zapatero había congelado las pensiones (subrayando que no había otra alternativa) para conseguir 1.200 millones de euros, cuando podía haber conseguido casi el doble, 2.100 millones de euros, eliminando la bajada del impuesto de patrimonio (que benefició a la gente con patrimonio). Y un tanto semejante ocurrió con los recortes de 6.000 millones de euros en la sanidad que impuso Rajoy, millones que podrían haberse conseguido sin recortes, eliminando la bajada del Impuesto de Sociedades de las empresas que facturaban más de 150 millones de euros al año, y que representaban solo el 0,12% de todas las empresas de España.

Sus consecuencias

El 15-M fue la movilización más importante, y la que fue más eficaz en resaltar la pomposidad del poder, señalando la enorme hipocresía y falsedad del discurso oficial del establishment político-mediático, una denuncia que cuajó a lo largo del territorio español. Mostró claramente el maridaje del poder financiero-económico con el poder político-mediático, elementos clave de la estructura del poder que utilizaban un discurso carente de credibilidad. Frente a su “súper patriotismo”, se mostró su enorme servilismo hacia las políticas neoliberales promovidas por el gobierno alemán y el establishment político-financiero neoliberal que gobierna la Eurozona y el Parlamento europeo, abandonando la soberanía española para el beneficio de los grupos financieros y económicos que estaban consiguiendo lo que siempre habían deseado, a saber, la disminución de los salarios y el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Presentarse como los defensores de España, un discurso que alcanza su máxima expresión en la narrativa del Partido Popular, fundado por ministros del Estado fascista, un partido corrupto hasta la médula, era de una falsedad clara, aun cuando estuviera sostenida y ocultada por los mayores medios, influenciados por aquellos poderes fácticos, como el capital financiero y otras empresas del IBEX-35 (cuyo nivel de pago de impuesto es de los más bajos de España).

Una decisión clave de muchísimos participantes del 15-M fue que tal movimiento no podía limitarse a ser un movimiento de protesta de carácter testimonial. Tenía que convertirse en un movimiento con vocación transformadora, lo cual exigía una intervención en aquel Estado a través de, entre otras instituciones, movimientos claramente políticos que exigieran una nueva forma de hacer política y un cambio profundo de dicho Estado, anteponiendo los intereses de las clases populares a los intereses representados por aquellos que tenían una complicidad con los poderes financieros y económicos (y que denunciaba el eslogan de que “no nos representan”). Y así surgieron ya en las elecciones municipales del 24 de mayo de 2015 muchos partidos (en su mayoría coaliciones de partidos nuevos y otros no tan nuevos, pero con clara vocación de cambio dentro de un proyecto común) que querían conseguir una democracia mucho más completa que la existente, y además interrumpir las políticas neoliberales que estaban dañando tanto a las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España, revirtiendo tales políticas, y también cambiar España, exigiendo el respeto y establecimiento de una España plurinacional y poliédrica. En estos nuevos movimientos el tema social y el tema nacional estaban claramente interrelacionados. Estas formaciones iniciadas en las periferias, como por ejemplo En Marea, Barcelona en Comú o Compromís, se aliaron con una nueva fuerza política, Podemos, y de manera reciente con nuevas corrientes dentro de IU que posibilitaron el gran cambio del 20-D.

El pánico del establishment político-mediático del país se hizo patente ya entonces en el hecho de que la alianza con estos movimientos fue vetada por dicho establishment. La expansión ahora de tal alianza de todos estos partidos, incluida IU, ha creado un enorme pánico en las derechas (PP y C’s) y en el aparato del PSOE, los cuales ha respondido con el mismo eslogan que las derechas en España siempre han utilizado: la defensa de la “unidad de España” contra rojos y separatistas. La historia se repite, con la novedad de que esta vez la dirección del PSOE está en el otro lado del que estuvo en el 1936.

El reto de las fuerzas democráticas y progresistas

Hay que conseguir una gran alianza de las fuerzas -incluyendo de las bases del socialismo español- que se oponen al ataque al bienestar y a la democracia que ha estado ocurriendo en España por parte de aquellos partidos, habiéndose iniciado con el gobierno Zapatero, extendido con el PP y aplaudido por C’s. Hay que revertir estas políticas. Ni que decir tiene que las derechas machacarán repitiendo que ello no es posible. Y también, predeciblemente, algunas voces confusas de izquierdas podrán también añadir que hay que ser realistas y no ser utópicos o pedir lo irrealizable. Otros dirán que las propuestas hechas por las fuerzas progresistas no son creíbles, y así, una larga lista de insultos y epítetos.

Pero la evidencia es que sí que hay alternativas. En realidad están ocurriendo cambios ya en Europa que indican el agotamiento y el rechazo hacia estas políticas neoliberales. Y ahí es donde hay que señalar que los llamados utópicos, antisistema y una larga retahíla de insultos, son los más realistas, son los más creíbles, son los más comprometidos con la soberanía popular, y, sí, hay que decirlo, los mayores defensores de esta España justa, democrática y plurinacional, frente a las fuerzas de la reacción que desean continuar con las políticas que han causado tanto daño a la gente normal y corriente de este país. Así de claro.

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