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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 24 de mayo de 2016.

Este artículo, como se indica en su nota introductoria, es el discurso que el Profesor Navarro dio el sábado pasado en homenaje a los maestros republicanos represaliados por la dictadura. Lo que ha ocurrido en este país con los maestros de la escuela pública de la República es vergonzoso, y tiene que denunciarse el silencio hacia aquella brutal represión liderada por la Iglesia y la Falange.

Discurso del Profesor Navarro en el homenaje a los maestros republicanos represaliados en Gironella, provincia de Barcelona, el día 21 de mayo de 2016. El discurso original fue en catalán, y está expuesto en la sección catalana del blog del profesor Navarro (www.vnavarro.org).

Hoy nos reunimos aquí, vecinos y amigos de la villa de Gironella, en el Berguedà, para homenajear a los maestros de la villa que fueron represaliados por las tropas fascistas que la ocuparon la noche del 1 de febrero de 1939. Eran las mismas tropas que establecieron en Catalunya y en el resto de España una de las dictaduras más sangrientas que ha habido en Europa durante el siglo XX. Nunca deberíamos olvidar que por cada asesinato político que cometió el régimen fascista italiano liderado por el Mariscal Mussolini, el régimen fascista español liderado por el General Franco cometió 10.000.

Ante esta realidad, tenemos que preguntarnos por qué tanta represión. Y la respuesta a esta pregunta es fácil de ver. El hecho que fuera una dictadura que implantó el terror como política de Estado se debió al hecho de que la dictadura era consciente y sabía que la mayoría de la población, y muy en particular de las clases populares, estaban en su contra, situación que era evidente aquí en Catalunya, donde reprimieron brutalmente la cultura y la identidad nacional de todo un pueblo. Por este motivo aquel régimen se caracterizó por el terror que impuso a la población. El recuerdo de esta represión y el temor que dejó en la población explican que incluso hoy, casi cuarenta años después del establecimiento de la democracia, mucha gente de edad avanzada todavía tenga temor a explicar lo que pasó entonces.

La represión contra los maestros republicanos

Un sector de la población que sufrió una represión especial fue el de los maestros de las escuelas públicas de la República. Y de nuevo tenemos que preguntarnos por qué esta especial represión en contra de los maestros republicanos. Y la respuesta es que aquellos maestros eran percibidos por el régimen fascista como sumamente peligrosos, porque estaban sembrando las semillas de un país democrático, de un país más justo y más solidario, que recuperara su cultura y su identidad como nación. Esto es lo que hacían con gran ilusión estos maestros represaliados a los cuales hoy estamos homenajeando. Y es por eso que fueron represaliados, siendo expulsados de Gironella, humillados y separados de sus discípulos a los cuales tanto amaron. Y tengo constancia que los amaron muchísimo, puesto que mis padres, que están entre los que hoy homenajeamos, siempre nos lo dijeron. Y sabemos también, porque así lo expresaron sus discípulos, que el amor y aprecio eran recíprocos.

Durante la República, mi padre era el director de la Escuela Pública de niños de Gironella y mi madre la directora de la Escuela Pública de niñas. Los dos se conocieron y se casaron aquí. Y por este motivo sus tres hijos nacimos aquí. Amaban la docencia, amaban a sus discípulos y amaban los valores que transmitían: libertad, democracia, solidaridad y justicia. Y eran conscientes de que la escuela era la cuna de la nueva sociedad que deseaban. Y sabían que sus discípulos eran, para ellos, personas muy importantes, porque eran ciudadanos del futuro en el que creían. Eran republicanos orgullosos de ser maestros, que creyeron y defendieron la Escuela Pública Republicana.

La dictadura eliminó estos valores que ellos defendían, y los expulsó de la Escuela Pública y de Gironella, delatados por una maestra, Rosa Jornet, perteneciente al partido fascista, la Falange, que los denunció y pasó a ocupar el cargo que tenía mi madre, Francesca López. Mis padres, a partir de entonces, y como todos los otros maestros represaliados, sufrieron mucho. Mi padre fue expulsado del magisterio, y trabajó de oficinista en una empresa textil en Barcelona, viviendo en La Sagrera, el barrio obrero más conocido de Barcelona y que se distinguió por su lucha contra la dictadura. Y mi madre, expulsada de Gironella y degradada de su escalafón, tuvo que trabajar en otros pueblos de Catalunya, separada de mi padre por razones laborales. Nosotros, mi hermano, mi hermana y yo, vivimos con nuestra madre hasta los 10 años, y después fuimos a vivir con nuestro padre en Barcelona, donde estudiamos el Bachillerato. Nuestros padres estuvieron separados por razones laborales, debido a causas políticas, durante la mayor parte de nuestra niñez y nuestra juventud.

Tenemos que recuperar la memoria que ha sido ocultada a nuestra juventud

Tenemos que recordar lo que fue la República, lo que fue la dictadura y lo que fue la represión. Y tenemos que hacerlo por varias razones. En primer lugar por un sentido elemental de justicia. No puede ser que unas personas que dieron tanto de su vida por la libertad y la democracia sean olvidadas. No se puede permitir que se los olvide, hay que recuperarlos como parte esencial de nuestra historia, puesto que su sacrificio tendría que ser un punto de referencia para las nuevas generaciones. La juventud tiene que saber que los “crímenes” por los cuales se los castigó, según la denuncia escrita, incluían, entre otras causas, haberse casado por lo civil, que mi padre fuera miembro y secretario del Comité Provisional de la República Catalana de la Federación Española, y que mi madre hubiera dado clases a los adultos en la escuela y en sus casas, todas ellas faltas que tenían que ser sancionadas por el régimen fascista.

La segunda razón es que hay que corregir la versión fascista de nuestra historia que, por desgracia, no se ha eliminado del todo. Estos maestros fueron presentados por la dictadura como la “mala gente” (terminología sacada de los documentos oficiales del régimen) que supuestamente habían dañado a España. Aquel régimen satanizó a los maestros republicanos. En realidad, la peor parte de la represión fue precisamente la psicológica. Nuestros padres nunca hablaron de todo lo que sufrieron, ni tampoco de lo que habían hecho. Callaron sobre sus vidas, y lo hicieron para protegernos a nosotros, sus hijos. Por ejemplo, nosotros no supimos, hasta muy tarde, que nuestros tíos, hermanos y cuñados de mis padres, también maestros algunos de ellos, habían sido del PSUC, habían huido a Francia y, como miles de catalanes y españoles, empezaron la resistencia antinazi en Francia. Tampoco supimos que una tía nuestra había sido detenida por los nazis y había estado en un campo de concentración nazi. Tampoco supimos que nuestra tía había vuelto y vivido en clandestinidad en Catalunya. Y tampoco supimos que después se juntaron con la diáspora republicana, y que emigraron a América Latina, creando nuestras tías una escuela de arte en Venezuela.

La tergiversación de la historia

¿Cómo es que estos hechos, que ennoblecen a una persona, a una familia y a un país, se ocultaban? La respuesta a esta pregunta es también clara. Para el fascismo todos estos hechos eran hechos criminales y denunciables. Eran parte de la demonización de la República y de sus maestros. De ahí que no supimos de estos hechos hasta más tarde, porque nuestros padres querían protegernos a nosotros, puesto que si, como niños, hubiéramos hablado de ellos en público, hubiéramos puesto a toda la familia en peligro. El régimen terrorista quería constantemente presentar a los republicanos como personas que habían hecho mucho daño, habían dañado el país –la “patria española”, como decían ellos-, gente que había que marginar, cuando no eliminar física o intelectualmente. Y nosotros, hijos de la “mala gente”, teníamos que estar callados.

Pero Catalunya y España han callado durante demasiado tiempo. ¿Por qué hemos esperado casi cuarenta años para homenajear a estos maestros, y a miles como ellos? Y ahí, de nuevo, la respuesta es también clara. La transición de la dictadura a la democracia se hizo en términos muy favorables a las fuerzas que controlaron el Estado fascista. Y aún hay miedo.

Estamos aquí reunidos ciudadanos, amigos unos, desconocidos otros, y también discípulos, así como los hijos y nietos de los maestros republicanos represaliados, las víctimas de aquel régimen terrorista. Somos los herederos de aquellas víctimas. Pero también hay los herederos de los victimizadores, de las instituciones que apoyaron el fascismo, que incluyeron la jerarquía de la Iglesia Católica, que quería recuperar su control sobre el sistema educativo y que, junto con el partido fascista, la Falange, lideró la represión contra los maestros republicanos. No fue casualidad que el que dirigió el infame y nefasto informe sobre los maestros republicanos represaliados aquí en Gironella fuera un vecino de esta localidad, un tal Domingo Sanz Canal, miembro de la Junta Provisional de las Escuelas de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, institución que, según consta en los documentos, ofrecía las máximas garantías de zelo y adhesión al “Glorioso Movimiento Nacional”. Este documento pasó a ser el documento central en la Comisión Depuradora del Magisterio de la Provincia de Barcelona. Pero la Iglesia y la Falange no fueron los únicos que participaron en este proceso depurador. Colaboraron otras fuerzas del Estado fascista, como por ejemplo el Ejército, las grandes fortunas, grupos empresariales y financieros, así como las fuerzas políticas o movimientos sociales que constituyeron y continúan constituyendo las derechas de este país, tanto en Catalunya como en España, que siguen teniendo mucho poder tanto en las instituciones económicas y financieras como en las instituciones representativas y mediáticas de Catalunya y de España. Y es debido a esta situación que persiste el temor.

La enorme urgencia de romper el silencio y abandonar el temor

Este acto es, por lo tanto, muy importante, pues rompe con el miedo. Porque muestra que ya nos hemos librado del miedo. Y cuando un pueblo no tiene miedo, es invencible. Celebramos a aquellos que lucharon y sufrieron tanto para que viviéramos en libertad. Sus sucesores no queremos revancha. Queremos justicia, reconocimiento de nuestros antepasados y celebración de los valores por los cuales ellos lucharon. Y queremos ayudar a transmitir estos valores a las nuevas generaciones.

Este es uno de los primeros homenajes que se han hecho en Catalunya a los maestros republicanos represaliados. Nos tenemos que movilizar para que estos homenajes se generalicen como parte de la recuperación de nuestra historia. Agradezco que este acto sea presidido por el alcalde de Gironella, y veo a representantes políticos de la ciudadanía en la audiencia, en esta sala de este precioso edificio, llena a rebosar. Lamento que este homenaje haya tardado tanto. Pero os pido a todos los representantes políticos que, por la salud democrática de nuestro país, vosotros, nuestros representantes, exijáis en el Parlamento de Catalunya que se haga este homenaje a todos los maestros represaliados de la República. Hoy hemos añadido nuestra voz a un movimiento creciente que empodera a las clases populares, al ver que, por fin, se ha perdido el miedo y se homenajea a sus maestros republicanos y a los valores que ellos promovieron, es decir, la libertad, la democracia, la justicia, la solidaridad y la identidad y nacionalidad catalana, que fueron suyos y ahora son nuestros. Esta lucha por nuestro futuro nos hará fuertes si reconocemos y homenajeamos a los que nos precedieron, en condiciones dificilísimas, en esta labor.

Y es aquí donde, en este acto, quiero dar las gracias a los discípulos de mi padre –Vicenç Navarro Ibáñez- y de mi madre –Francesca López Buenaposada- y de los otros maestros represaliados –Heribert Rutllan Claret y Josep Bernaus Araña, y otros desaparecidos- que se han movilizado a una edad ya avanzada para asegurarse que se hiciera justicia y que tuviera lugar el homenaje de hoy. También, y muy especialmente, quiero dar las gracias a Gemma Valls, sin cuya persistencia y compromiso este acto no hubiera tenido lugar. Y también a todas las personas voluntarias y a los historiadores que nos han ayudado a recuperar parte de aquella memoria que nunca se tendría que haber perdido. Gracias a todos. Y os invito a que en su memoria todos gritemos, en voz alta, en su honor: ¡viva la Escuela Pública Republicana, y viva la República!

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