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Publicado en EL PLURAL, el 12 de Junio de 2009.

Este artículo analiza la manipulación que los nacionalismos centralistas y periféricos hacen de conflictos como la pitada al Rey y a la Marcha Real durante el partido Barça-Atlétic. La ausencia de una visión de España que sea plurinacional (tal como ocurrió durante la República) lleva frecuentemente a malinterpretar las expresiones de protesta contra la Monarquia, definiéndolas erróneamente y maliciosamente como anti-españolas.

Como era previsible, la pitada en el partido Barça-Athletic contra el Rey y contra la Marcha Real (que la Constitución define como el Himno Nacional) se interpretó, por gran número de comentaristas y tertulianos, como una manifestación anti-España por parte de separatistas catalanes y vascos. Esta interpretación se promovió por ambos nacionalismos, tanto el central –el españolista- como los nacionalismos periféricos. El nacionalismo españolista con su visión centralista y uniforme de España, quería hacer creer a la población española que aquellos pitidos amenazaban la unidad de España. Los nacionalismos periféricos, por su parte, estaban interesados en interpretar el abucheo como una petición de escisión de Cataluña y el País Vasco del Estado español.

 La realidad, sin embargo, era más compleja. Aunque la Constitución Española defina al Monarca como el representante de España, a la Marcha Real como el Himno Nacional, y la bandera borbónica como la bandera nacional, muchos catalanes y vascos (así como muchos ciudadanos de otras partes de España), no sienten emotivamente que el Rey sea su representante, la Marcha Real sea su Himno, y la bandera borbónica sea su bandera. En realidad, la bandera utilizada por las tropas golpistas “nacionales” que brutalizaron poblaciones catalanas y vascas, así como andaluzas, extremeñas, castellanas, valencianas y otras, era la bandera borbónica a la cual se le habían añadido los símbolos fascistas e imperialistas. Excepto el símbolo fascista –el yugo y las cinco flechas- y las columnas y el águila del imperio (que ocupaban menos del 6% del espacio de la bandera), la bandera nacional durante la dictadura era la misma que ahora existe.

Idéntica situación ocurre con el Himno Nacional que fue el mismo que existía durante la dictadura. Este himno fue el mismo que se tocó el 25 de junio de 1939 cuando el general golpista Moscardó hizo entrega de la 1ª Copa del Generalísimo, de cuya competición fueron excluidos todos los equipos catalanes, por tratarse Cataluña de “una región que había sido fiel a la República Española”. La lealtad de la mayoría del pueblo catalán a la  Generalitat de Catalunya y a la República Española explica, en gran parte, la enorme represión en contra de Cataluña. De ahí que para muchos catalanes, incluyendo millones de españoles, la bandera española no sea, emotivamente, la bandera borbónica, y su himno no sea la Marcha Real. Su bandera es la republicana y su himno el republicano, que continúan prohibidos y no se permite su exhibición. Cuando muchos ayuntamientos catalanes quisieron izar la bandera republicana en el día conmemorativo del establecimiento de la República, se les informó que no podían hacerlo. Estas realidades tienen que conocerse, porque su ignorancia lleva a muchos malentendidos. Muchos españoles que visitan Cataluña concluyen, al  no ver muchas banderas españolas en las ciudades y en los pueblos de Cataluña, que ello se debe a un sentimiento anti-español, independentista,  cuando la realidad es distinta. Para gran parte de los catalanes, tal bandera borbónica no representa emotivamente su identidad como españoles. Pero ello no quiere decir que no se consideren españoles, lo cual es fácil de demostrar. La mayoría de ayuntamientos están gobernados por partidos que no son independentistas, y por lo tanto se consideran españoles, pero no borbónicos. Y en el estadio de Valencia, durante el partido Barça-Athletic, junto con “senyeras” e “ikurriñas”, se podían ver banderas republicanas.

 Esta realidad de que no es España lo que se cuestiona en tales manifestaciones, sino la visión de España, es constantemente desconocida, cuando no ignorada, lo cual crea enormes tensiones aprovechadas por intereses partidistas. TVE enfocó la pancarta separatista que señalaba que Cataluña y el País Vasco no eran España. No enfocó, sin embargo, ninguna bandera republicana. Así, durante los casi treinta años de gobierno del nacionalismo periférico, CIU (la derecha catalana), los partidos influenciados por el nacionalismo españolista creían que una vez CIU dejara de gobernar desaparecerían las tensiones de Cataluña con el Estado central, poco sensible a reconocer la plurinacionalidad del país. Tales voces desconocían que fue la izquierda, y no la derecha, la que lideró durante la dictadura la lucha por la identidad catalana y por la libertad (de Cataluña y del resto de España). De ahí que tales  tensiones no sólo no desaparecieron, sino que se intensificaron, pues se pedía un cambio de concepción de España, que el nacionalismo españolista no estaba dispuesto a aceptar.

 Una última observación. La derecha nacionalista españolista, el PP, está deliberadamente movilizando el nacionalismo españolista, promoviendo una catalanofobia que, por desgracia, y como herencia del nacional catolicismo que caracterizó al fascismo español (ver mi artículo Franquismo o Fascismo. Público, 28.05.09), es muy rentable en partes de España. Este nacionalismo españolista desea la desaparición de las identidades nacionales periféricas, transformándolas en regiones de España, tal como ocurre en Francia, donde el catalán apenas se habla en la Cataluña francesa. Una de las acusaciones que Mayor Oreja hizo durante la última campaña electoral fue que el español estaba prohibido en Cataluña, acusación que a base de repetirse, se está extendiendo en España, a pesar de que la evidencia lo niega. En realidad, varios estudios independientes han mostrado que el grado de conocimiento del idioma castellano por parte de los niños de las escuelas públicas en Cataluña es mayor que el del promedio de España. Lo que desean Mayor Oreja y la derecha española, no es proteger el castellano, que no requiere ninguna protección en Cataluña (la mayoría de medios en Cataluña son en castellano, no en catalán), sino debilitar el catalán. Como bien dijo recientemente, él procede de una familia vasca en la que estaba prohibido hablar el euskera, lo cual declaraba con aprobación. Esta es la derecha que tenemos. Por desgracia esta mentalidad está todavía arraigada en amplios sectores de la población de varias partes de España, que se oponen a que se reconozca la diversidad que existe dentro de España.

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