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Artículo de Josu Montalbán en el diario DEIA (14 de diciembre de 2009) y en la revista EL SIGLO DE EUROPA (enero de 2010)

El mandatario venezolano genera reacciones de rechazo y su ya largo mandato ha sido copioso en acciones y anécdotas, pero ha impulsado una política social con resultados y expandido su idea del socialismo del siglo XXI. Tengámosle en cuenta.
Su gobierno no pasa desapercibido y su protagonismo, tal vez excesivo, ha navegado acorde con su amplitud de miras y su sana ambición.
Comprendo que debo entrar con sigilo en estos derroteros. No es mi pretensión derrotar, ni siquiera descalificar, el consenso que han ido construyendo -cada cual con sus herramientas- intelectuales, tertulianos, comentaristas y críticos en torno a la figura de Hugo Chávez. Ni qué decir tiene que soy consciente del terreno en que me muevo pero, al margen de otros detalles, la figura de Chávez brilla con luz propia en la geopolítica de América y del mundo.
Desde luego, no voy a negar que las formas de expresión del líder venezolano son tan concisas, directas y hoscas que generan reacciones de rechazo en quienes las escuchan desde posiciones conservadoras o, incluso, desde las tímidas tribunas progresistas, en las que se pronuncian quienes dicen ostentar ideas socialdemócratas sin pasar de ser liberales. Pero el empeño de Hugo Chávez es encomiable en su fin (el «socialismo del siglo XXI») y también en sus medios (solidaridad con su entorno más inmediato: los países de América Latina). Por eso conviene que separemos la forma y el fondo de sus actuaciones. Y conviene que cuando valoremos sus comportamientos tengamos en cuenta las condiciones en que accedió al Gobierno de su país y las vicisitudes sufridas durante su permanencia en él.
No ha sido nada fácil su periplo presidencial, pero sí ha sido copioso en acciones, consecuencias y anécdotas. En cualquier caso, nadie puede negar a Chávez su legitimidad como presidente después de haberse sometido ya a una decena de controles públicos y democráticos por medio de elecciones y refrendos. En todas las ocasiones, salvo en una, ha sido ratificado en su cargo e ideas. La única vez que no lo ha sido, -en una consulta relativa a una modificación de la Constitución-, desembocó en la aceptación democrática del resultado adverso. De modo que no caben conjeturas por más que algunas voces recurran a aquel tiempo en que protagonizó un golpe de estado (1992) contra el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez, por el que pagó en la cárcel hasta ser indultado por el presidente Caldera. Por cierto, un golpe en el que fue ayudado por un tal Baduel, tan militarote como él, que, tras abandonar la cárcel con él, volvió de nuevo a ella por haber intentado nuevamente la rebelión y actuar contra la ley venezolana. ¿A quién puede extrañar que las continuas intentonas de destituir a Chávez o eliminarle hayan dado lugar a actuaciones inmisericordes contra sus autores? Porque atentar contra el Gobierno venezolano de Chávez, como ocurrió en el golpe de Estado fracasado de 2002, es atentar contra el sistema y gobierno democráticos.
Es cierto que su acción de gobierno no ha pasado desapercibida porque él mismo se ha encargado de adornarla con guindas, no siempre dulces y sabrosas. Su protagonismo, tal vez excesivo, ha navegado acorde con su amplitud de miras y su sana ambición. Se propuso hacer una nueva Constitución que sustituyera a la de 1961 y la hizo, y la proclamó tras someterla a consulta popular. Se propuso después trabajar por un socialismo profundo para terminar con tanta injusticia, tantos residuos de las colonizaciones (hispana y norteamericana) y pillerías diversas, y se puso manos a la obra abriendo vías de relación con su entorno y colaborando para que los países de su alrededor lograran gobiernos afines a ese «Socialismo del siglo XXI» que persigue. Más aún, con sus posibilidades estratégicas y económicas, no dudó en iniciar la constitución de organizaciones alternativas que contrarrestaran los viciados objetivos de las existentes: ALBA mostró sus colmillos al ALCA, y UNASUR empieza a mostrar sus dientes frente al entramado antiguo que siempre se comportó con obediencia y sumisión a EEUU
Todo esto lo ha podido hacer por su importancia capital como uno de los países del mundo con mayores reservas de gas y petróleo. Los opositores venezolanos le echan en cara que no utilice sus riquezas en exclusiva para su país, criticando sus medidas de colaboración con los países y gentes de su entorno siempre en aras a mitigar sus carencias. Es decir, socialismo sin fronteras insolidarias. Un político conservador español se permitió criticarle: «Chávez sin petróleo no es nada». Pero se puede afirmar igualmente que con petróleo también podría comportarse de otra manera. Es preciso, además, salir al paso de quienes repiten hasta la extenuación que su sistema es ultracomunista y está basado en el intervencionismo más brutal. En la Marcha Mundial Contra Chávez celebrada a través de internet, convocada mediante Facebook y Twitter (junto a medios de comunicación del mundo entero), ha circulado un eslogan desatinado: «¡No más Chávez, No más Comunismo!».
Como expresa el periodista Alejandro Ruiz, este tipo de eslóganes forman parte de «ese placer patológico del anticomunismo de la derecha». Sirvan dos ejemplos para probar la falsedad del eslogan. Una la recoge el mismo periodista: «Si Chávez aprueba una reformada Ley de Educación ya es calificada por la derecha opositora como la Ley Comunista de Educación; aunque el Estado siga garantizando, no sólo la existencia de la educación privada, sino el subsidio público al negocio de la educación privada, controlada mayoritariamente por sectores opositores de la Iglesia Católica». Otra tiene que ver con el descubrimiento de una bolsa gigante de gas por parte de la empresa Repsol en el subsuelo venezolano, que va a ser explotada, a partes iguales, por tres empresas de las que sólo una es de Venezuela.
Para ir terminando es necesario subrayar los importantes avances en la política social desarrollada en su país. Encontró un país con un porcentaje de pobres superior al 55% y rebajó ese porcentaje al 27% en el año 2007. Los crecimientos económicos han sido superiores al 10% hasta la llegada de la actual crisis, ello a pesar de las huelgas patronales que se desencadenaron tras el fallido golpe de Estado del empresario Carmona. El gasto público social pasó con él en el Gobierno del 8,2% del PIB a más del 13,6% en el año 2007. Y pasó del 5% al 10% el gasto en sanidad, educación y vivienda. El parámetro que mide las desigualdades ha disminuido en su tiempo de gobierno en más de cinco puntos. Vicenç Navarro pone colofón a estas cifras con una aseveración: «Puede concluirse que el diagnóstico de fracaso e insensibilidad social del Gobierno Chávez no es sostenible. Antes lo contrario, es un experimento que no carece de notables éxitos que permanecen silenciados en los medios de persuasión (comunicación) españoles».
A partir de aquí que cada cual aplique adjetivos y desarrolle sus teorías. Me permitirán que recuerde algunos, los que tienen que ver más con mis tesis, pues no faltan las contrarias a ellas. El escritor e intelectual Noam Chomsky resume el fenómeno así: «Lo emocionante es ver en Venezuela cómo se está construyendo ese otro mundo posible y ver ese hombre que ha inspirado esa situación». Menos comedido aún, Oliver Stone dijo al presentar en Venecia su documental sobre el líder venezolano que «Europa necesita docenas de Chávez «, y ya en plena euforia se desbordó: «El mandatario venezolano es un héroe latinoamericano». Puede ser que el asunto no sea para tanto, pero las estridencias laudatorias responden a las desaforadas reprobaciones que le dedican quienes temen que el «Socialismo del siglo XXI» llegue a calar hondo en aquella sociedad, la latinoamericana, atribulada por los abusos de las sucesivas colonizaciones sufridas (para lo cual es importante leer el libro que Chávez regaló a Obama, Las Venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano) y la codicia impertinente de los nuevos conquistadores, yanquis en su gran mayoría, que acuden amparados por esa cruel globalización neoliberal.

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