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Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 18 de abril de 2011

Este artículo presenta las tergiversaciones que se presentan en películas de cine (como El discurso del Rey) o series televisivas (como La República) sobre la II República y/o sobre hechos relacionados con ella. El autor denuncia tales falsedades pues, por desgracia, gran parte del conocimiento histórico lo adquiere la población española a partir del cine y/o la televisión.

Con excesiva frecuencia los directores de cine o de seriales televisivos, así como novelistas se toman libertades en la presentación de hechos históricos que deben criticarse e incluso denunciarse, pues su impacto en la lectura del pasado por parte del público en general puede ser muy negativa. Por desgracia, gran parte de la población adquiere sus nociones de historia a través de la televisión, del cine y de las novelas.
Dos películas recientes, que tienen que ver con hechos relacionados con la II República, son un claro caso de tergiversación de la historia. Una de ellas es “El discurso del Rey”, premiada con un Oscar a la mejor película del año, lo cual le garantiza una enorme audiencia a nivel mundial. El contenido de la película, sin embargo, no se corresponde con la realidad, tergiversando la historia de una manera abusiva. Christopher Hitchens ha mostrado bastantes de los errores y manipulaciones que se presentan en tal película en su artículo en el The Guardian (31.01.11), titulado “Why the King’s Speech is a gross falsification”. La mayor falsificación que Hitchens señala en su artículo es ocultar las claras simpatías pronazis del Rey Eduardo VIII de la Gran Bretaña, que apenas aparecen en la película. Se proyecta así la imagen oficial de su abdicación, asumiendo que se debía a su casamiento con una ciudadana de EEUU, divorciada y de distinta religión a la del Rey. Hasta aquí la ficción.
En realidad, la abdicación al trono de la Gran Bretaña de tal Monarca se debió, en parte, a las simpatías pronazis del Monarca, simpatías que expresó abiertamente, y que eran claramente conocidas por la Corte Británica y por el Parlamento de aquel país. Hitchens señala que Eduardo VIII, una vez ya hubo abdicado, se pasó su luna de miel en la Alemania de Hitler, saludando a Hitler con el brazo en alto en repetidas ocasiones y encuentros. Y también se sabía que su camarilla en la Gran Bretaña incluía activistas fascistas británicos. Lo que la película The King’s speech evita, sin embargo, y Hitchens apenas cita es que las simpatías de Eduardo VIII no eran atípicas en muchos sectores de la aristocracia europea y grandes sectores de los establishments europeos, incluyendo el británico. El enorme temor que existía hacia el movimiento obrero, tanto en su versión socialdemócrata, como en la comunista, hizo que tales establishments vieran al nazismo y al fascismo como el único dique posible frente a la avalancha del socialismo y/o comunismo.
Fue este temor el que explica el “Pacto de Neutralidad y No Intervención” en la Guerra Civil española por parte de los países aliados, incluyendo la Gran Bretaña y Francia, negando ayuda militar al gobierno republicano español democráticamente elegido en su intento de derrotar el golpe militar del general Franco apoyado por Hitler y Mussolini. La adaptabilidad de Neville Chamberlain, Primer Ministro de la Gran Bretaña, a los deseos de Hitler -que se reflejó tanto en el infame Pacto de Munich de 1938, como en el pacto de neutralidad y no intervención en España, al que la Gran Bretaña y Francia se adhirieron- eran parte de estas simpatías del establishment británico hacia Hitler como “el freno del comunismo y socialismo”. El infame pacto de Múnich, que cedió parte de Europa a Hitler era, un indicador de ello. Jorge VI, sucesor de Eduardo VIII, recibió a Chamberlain con todos los honores –causando un gran enfado en el Partido Laborista- después de haber firmado uno de los pactos que han tenido peores repercusiones para la paz de Europa.
Una figura que aparece con excesiva ambigüedad en la película “El discurso del Rey” es la de Winston Churchill, que pasó de defensor de Eduardo VIII, a ser su oponente. De nuevo, ni la película, ni Hitchens explican el porqué de este cambio. Winston Churchill era profundamente conservador, pero fue de los personajes con mayor perspectiva histórica dentro del establishment británico y su profundo nacionalismo le hizo ver que el mayor peligro para la Gran Bretaña era Hitler. Fue Churchill quién vio que, la mal llamada Guerra Civil española (en realidad, era un golpe militar apoyado por Hitler y Mussolini, en contra de la mayoría de la población española, o como lo había definido el embajador de EEUU, un “Ejército en contra de su pueblo”) era el primer capítulo de la II Guerra Mundial. De ahí que Churchill se opusiera al “Pacto de Neutralidad y No Intervención”, defendiendo que se ayudara militarmente al gobierno republicano español para parar a Hitler y Mussolini, y ello a pesar de que él era consciente (como también lo era el establishment británico) de que las izquierdas dominaban el gobierno republicano que pedía ayuda. Churchill correctamente interpretó la Guerra Civil española como el primer paso en la lucha contra el nazismo y fascismo en Europa. Su desaprobación del “Pacto de Neutralidad y No Intervención” quedó expresada en su crítica al establishment británico, acusándole de haber antepuesto sus intereses de clase a sus intereses nacionales. El establishment británico y el de muchos países europeos tenían miedo de que las clases populares de sus países se contaminaran con las reformas progresistas que el gobierno republicano español estaba haciendo y que se podían expandir al resto de la Europa democrática. El nacionalismo de Churchill fue mayor que su conciencia de clase, traicionando a su clase en este tema, para defender a su nación británica.
Últimas observaciones sobre Churchill. Tal político conservador británico nunca ha sido un santo de mi devoción. Pero, el reconocimiento es debido a quien se lo merezca. Y Churchill, durante los bombardeos de Londres por las fuerzas aéreas nazis alemanas, animó a la población londinense a que resistiera tales bombardeos, citando como punto de inspiración la respuesta de la población de Barcelona a los bombardeos por parte de las fuerzas aéreas fascistas. Y aún siendo profundamente anticomunista (fue uno de los fundadores de la Guerra Fría), tuvo la integridad de reconocer que la Unión Soviética (que fue el único estado que, junto con Méjico, ayudó militarmente a la República) había sido la mayor fuerza que (con sus 22 millones de muertos) había derrotado al nazismo en Europa. Pero, ésta es otra película que es improbable que se haga en estos tiempos de manipulación histórica.

Las tergiversaciones históricas del serial “La República”
La segunda película es el serial televisivo sobre la República de TVE. En este serial se entremezclan figuras ficticias y reales, presentando una visión de la República que refleja un punto de vista muy generalizado durante la Guerra Fría, que presentaba a la Unión Soviética como la mano invisible que movía los hilos durante la República y la Guerra Civil. El carácter menos atractivo de la serie es la “agente de Moscú”, que manipula todo y a todos, desde el principio de la República.
En realidad, la Unión Soviética tuvo muy poco protagonismo en el inicio de la República y su mayor presencia fue más tarde cuando fue la única potencia que, junto con Méjico, ayudó militarmente a la República. La Unión Soviética había apoyado el tratado de neutralidad y no intervención, pues lo último que deseaba es que –tal como erróneamente se presenta en el seria “La República”- hubiera una revolución bolchevique, versión española, en España. Ello hubiera antagonizado a los establishments europeos, lo cual la Unión Soviética no deseaba, pues su prioridad era establecer una alianza con las democracias occidentales en contra de Hitler. La Unión Soviética rompió el tratado de neutralidad cuando vio, con razón, que la masiva ayuda militar de Hitler y Mussolini a Franco estaba dañando enormemente a la República, poniendo en peligro su viabilidad como estado, al no tener ninguna ayuda militar, consecuencia del tratado de neutralidad y no intervención. Resulta paradójico que el único estado que ayudó militarmente a la República (además de Méjico), aparezca en la serie “La República” como el malo de la película. Por lo visto, la Guerra Fría no ha desaparecido todavía en la televisión pública española. Por cierto, el profundamente conservador Winston Churchill agradeció a la Unión Soviética su ayuda a la República española. Pero esto tampoco es probable que aparezca en la televisión.
Una última observación. Conociendo el patio, soy consciente que intentar corregir las abusivas interpretaciones históricas de la República y las versiones malintencionadas sobre la siempre definida como maligna Unión Soviética me hacen vulnerable a ser presentado como pro soviético o todavía peor, estalinista. De ahí la necesidad que tengo de indicar que mis trabajos fueron prohibidos en la Unión Soviética de Brézhnev y mi persona fue declarada persona non grata en aquel país. Mi conocida crítica de la Seguridad Social en la URSS era una crítica devastadora de las contradicciones de aquel sistema en el que en la narrativa oficial se presentaba como el país de los trabajadores, cuando en realidad era una dictadura de una élite en contra de aquellos. De pro soviético, pues, no tengo nada. Pero me indigna que no se reconozca la labor positiva que la Unión Soviética tuvo en ayudar a la República y en derrotar al nazismo. La Guerra Fría fue una época nefasta que, por desgracia, continúa, tanto en la interpretación de la II Guerra Mundial, como de la II República y Guerra Civil en España. La República fue una época que a pesar de sus debilidades tuvo un enorme efecto en mejorar el bienestar y calidad de vida de las clases populares de España. Las reformas que hizo atemorizaron a las estructuras de poder de España y de Europa. Y que al estallar el golpe militar fascista requirió la ayuda de la Unión Soviética, quien vio, como también vio Winston Churchill, la Guerra Civil española como el primer capítulo de la II Guerra Mundial. Si las democracias europeas hubieran apoyado militarmente a la República, la historia de España y de Europa hubiera sido muy distinta.

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