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Article publicat per Vicenç Navarro, 19 de juliol de 2011

Aquest article mostra la manipulació de la informació procedent dels països àrabs per part dels mitjans de major difusió a Espanya. L’article contrasta la cobertura de les violacions dels drets humans per part del règim dictatorial del coronel Gadaffi a Líbia amb les existents en altres països com Aràbia Saudita, gran aliada dels Estats Units i la Unió Europea.

Tengo que empezar este artículo subrayando que no tengo ninguna simpatía por el coronel Gadaffi. Ya he escrito sobre este tema en varias ocasiones. Pero me molesta la manipulación que la mayoría de los medios de información están haciendo en su cobertura de lo que ocurre en Libia, manipulación que aparece incluso con mayor claridad cuando se compara con los reportajes de estos mismos medios sobre la situación en otros países en los que la represión sobre la población, por parte del dictador que comanda el país, es incluso mayor.

En cualquier guerra, los medios de información de mayor difusión juegan un papel clave en la creación de la opinión popular favorable al que se considera bando amigo y desfavorable al enemigo. El ejemplo más conocido es el ocurrido en la primera guerra del Golfo, durante el periodo 1990-1991, cuando una niña de 15 años explicó su testimonio frente al Congreso de EEUU, en el que indicó con toda serie de detalles lo que ella había visto en un hospital de Kuwait, invadido por las tropas de Saddam Hussein de Iraq. En su testimonio señaló que soldados iraquíes habían sacado a los bebés de las incubadoras y los habían dejado morir. La indignación de los congresistas estadounidenses, y más tarde de la población, jugó un papel clave en la posterior votación de apoyo del Congreso a la intervención militar de las tropas de EEUU en Kuwait. Más tarde se descubrió que tal joven, que se había presentado como ayudante de enfermería en el hospital de Kuwait citado en su testimonio, era la hija del embajador de aquel país en Washington, y que no se había movido de Washington durante toda la guerra (citado en el artículo “Those Lybian atrocities: Do they really stand up?”, de Patrick Cockburn en CounterPunch, 20 de junio de  2011, del cual extraigo gran parte de los datos presentados en este artículo).

Algo semejante está ocurriendo en la guerra de Libia. Alexander Cockburn (hermano de Patrick Cockburn), uno de los periodistas más agudos y críticos de las culturas mediáticas y políticas de EEUU, señala, en su columna semanal en  The Nation del 27.06.11, que en las últimas tres declaraciones sobre derechos humanos que ha realizado el grupo G-8 (el grupo de países más poderosos del mundo), Libia es el país que acapara mayor atención, siendo citado catorce veces. Bahrein, o Arabia Saudí, regimenes casi feudales, donde existe una represión brutal (no hay otra manera de definirlo), no aparecen ni una vez. Mientras, los dirigentes de los países del G-8, la mayoría de los cuales se presenta como los grandes defensores de los derechos humanos, están presentando la intervención de la OTAN en Libia como un ejemplo de su compromiso en su defensa de la democracia. Y, para resaltar su compromiso, están demonizando al coronel Gadaffi, distribuyendo y promoviendo información de dudosa credibilidad.

Como parte de esta demonización en los mayores medios de difusión, se ha denunciado la supuesta violación masiva de mujeres llevadas a cabo sistemáticamente por las tropas de Gadaffi en las zonas rebeldes. Esta acusación se ha aceptado como válida por el fiscal Luis Moreno Ocampo, del Tribunal Internacional de Justicia (International Criminal Court), el cual ha indicado que el coronel Gadaffi había dado órdenes para que sus fuerzas actuaran con tal nivel de violencia contra las mujeres. Y la Sra. Hillary Clinton, Secretaria de Estado de EEUU (cargo equivalente a Ministra de Asuntos Exteriores), también señaló su honda preocupación por tales violaciones masivas llevadas a cabo por las tropas del coronel Gadaffi.

Ni que decir tiene que, como en la mayoría de guerras, ha habido casos de violación de mujeres, siendo el caso más conocido el ocurrido a Iman al-Obeidi, quien se presentó en un hotel de Trípoli, y frente a los periodistas internacionales denunció que había sido violada por las fuerzas de seguridad del Estado libio, caso que despertó, con razón, una enorme indignación.

Ahora bien, las violaciones en casos concretos –que naturalmente deben denunciarse- es distinto a la violación masiva como estrategia de terror por parte de las fuerzas militares, que es de lo que se acusa a las tropas de Gadaffi. Instituciones tan creíbles como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han señalado que no han encontrado evidencia de ello. Y ambas instituciones tienen personal trabajando a lo largo del territorio libio. Diana Eltahawy, experta en Libia dentro de Amnistía Internacional, ha indicado que no ha encontrado evidencia de tales hechos. Y lo mismo ha dicho Liesl Gerntholtz, de Human Rights Watch.

Repito, pues, que no hay dudas de que el coronel Gadaffi es un dictador con escasos escrúpulos. Pero hay muchos otros que son incluso peores y son aliados de EEUU y de la Unión Europea, tales como Arabia Saudí, y de las cuales los medios de mayor difusión no están informando.

El silencio mediático sobre Arabia Saudí

El caso más flagrante de violación de derechos humanos en los países árabes es Arabia Saudí, el gran aliado de EEUU y de la Unión Europea en el mundo árabe, que es de los peores regímenes existentes hoy en el mundo. Wajeha al Huwaider, la bien conocida defensora saudí de los derechos humanos de la oprimida sociedad saudí, en su entrevista en el mismo número del semanario The Nation, afirma que la mitad de la población, es decir, las mujeres, están enormemente oprimidas en aquel país. No pueden votar, no pueden salir elegidas como cargos representativos, no pueden conducir un coche, no pueden estar en ninguna habitación en la que haya sólo un hombre (que no sea un familiar suyo), no pueden tomar decisiones que afecten a su educación, a sus viajes, a su matrimonio, a su trabajo, a su atención médica y a sus finanzas, sin el permiso de un hombre. Es más, las mujeres sólo pueden recibir la mitad que los hombres cuando heredan una propiedad y su testimonio en cualquier declaración vale la mitad que la declaración del hombre.

Cuando el entrevistador del semanario le pidió a Wajeha al-Huwaider cómo valoraba y cómo interpretaba el silencio de los gobiernos de EEUU y de la Unión Europea que justifican sus intervenciones militares bajo la pretendida defensa de los derechos humanos, ella respondió: “Nunca he tenido ninguna expectativa de los gobiernos que usted cita. Ellos son cómplices de esta enorme opresión. Su necesidad del petróleo (Arabia Saudí es la mayor fuente de petróleo del mundo) toma precedente sobre cualquier retórica, vacía de cualquier significado”. Y en otro momento de la entrevista señaló: “La represión contra la mujer es sintomática de una enorme represión sobre toda la sociedad, y que abarca a todos, incluyendo a los hombres y jóvenes. Hoy los jóvenes van a la cárcel por llevar el pelo largo, por ejemplo. Es difícil encontrar una sociedad donde el miedo esté tan extendido como en mi país”.

Hasta aquí el reportaje de una luchadora por los derechos humanos en Arabia Saudí. Al lector español apenas se le informa de estas realidades, y se le manipula constantemente. En teoría las tropas de la OTAN, incluidas las españolas, están luchando en Afganistán para impedir que los talibanes tomen el poder. Según tal argumentación, la OTAN, con las tropas españolas incluidas, debería estar interviniendo Arabia Saudí, donde una secta religiosa (que poco tiene que envidiar a los talibanes por su brutalidad) tiene pleno dominio, siendo el mejor amigo de Occidente, el cual le envía las armas con las cuales reprimir a su población (Alemania acaba de vender 200 tanques para combates urbanos). Como prueba de tal amistad, Arabia Saudí ahora envía tropas a Libia para defender a los “demócratas” frente al tirano Gadaffi. Es extraordinario el nivel de incoherencia al cual se ha llegado en esta supuesta defensa de los derechos humanos.

Una última observación. Está claro que los países de la OTAN no están respetando la resolución 1970 de las Naciones Unidas, cuyo único objetivo era proteger a la población civil de Libia. En lugar de ello, tal misión se ha convertido en una intervención encaminada a la derrota de Gadaffi, una intervención que tiene todas las características de ser, llámesele como se la llame, una guerra. De ahí que en EEUU, el Congreso ha exigido al Presidente Obama que no pueda continuar esta acción bélica sin haber tenido antes una autorización del Congreso, tal como señala la Ley. A ello responde la Administración Obama con el argumento de que, en realidad, no es una guerra. No hay víctimas estadounidenses, no hay tropas de EEUU en el territorio de Libia, y no hay una participación masiva del Ejército estadounidense. Es decir, si no hay víctimas de EEUU no se puede llamar “guerra”, y ello a pesar de que dos terceras partes de las tropas que participan en la guerra son de EEUU. La falta de resolución de tal guerra está llevando a una frustración de la población en EEUU, subrayando que EEUU debiera retirarse, lo cual es también la opinión de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que están mediando en el conflicto. Toda esta información no ha aparecido en los medios de mayor difusión en España.

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