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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 12 de abril de 2013

Este artículo muestra el carácter ideológico de la postura sobre el déficit y la deuda pública sostenida por la sabiduría económica convencional, detrás de la cual existe el intento de privatizar las pensiones y los servicios públicos del Estado del Bienestar.

No hay plena conciencia a nivel popular del carácter ideológico (y no científico) de gran parte del pensamiento económico dominante que se reproduce a través de la sabiduría económica convencional (SEC). Hoy, gran parte de tal SEC se genera en un contexto académico y mediático enormemente influenciado por el capital financiero (es decir la banca, las compañías de seguros, los fondos de alto riesgo, y un largo etcétera) que financia los mayores fórums (como instituciones de investigación económica, congresos económicos, revistas académicas, cátedras universitarias entre otros) donde se reproduce tal SEC, de una manera muy semejante a cómo la industria farmacéutica configura e influencia en gran manera la cultura farmacológica y hábitos de prescripción de los médicos en nuestro sistema sanitario (es una lástima que uno de los pocos programas de análisis crítico que existen en la televisión española, Salvados, -que ha hecho un programa excelente sobre la influencia de la industria farmacéutica- no haya tratado todavía este tema). No es pues de extrañar que la SEC condicione las políticas públicas de tal manera que favorezcan sistemáticamente los intereses de tal capital financiero así como los de las grandes empresas no financieras con las cuales el capital financiero se alía con el objetivo de optimizar su influencia. Un ejemplo, entre otros muchos, es FEDEA, que constantemente está configurando la sensibilidad neoliberal que domina la SEC hoy en España.

De esta manera, constantemente se justifican políticas económicas (que dañan el bienestar de la población) presentándolas como necesarias para salvar la economía (o, más frecuentemente, “para salvar el euro”) cuando los datos (fácilmente accesibles, por cierto) muestran la falta de credibilidad de tales argumentos. Ejemplos hay a miles. Veamos algunos de ellos:

Los liberales (en realidad neoliberales pues van más allá que los liberales en la agresividad de sus propuestas) a ambos lados del Atlántico Norte, es decir, en EEUU y en la Unión Europea, constantemente subrayan que la deuda pública ha alcanzado en estos países unos niveles que son insostenibles (y de esta lectura concluyen que hay que recortar y desmantelar el Estado del Bienestar, que es lo que en realidad están deseando que ocurra). El Tea Party (y el Partido Republicano que este controla) en EEUU, y las derechas gobernantes (y algunas izquierdas también) en la UE han hecho de la reducción de la deuda pública y del déficit público el centro de sus propuestas.

Los datos, sin embargo, muestran que no hay ningún problema ni con la deuda ni con el déficit público. Soy consciente de que esta afirmación me descarta automáticamente para ser considerado como una voz “razonable” y “realista”, dando pie a la marginación (cuando no a los insultos –la derecha española es enormemente insultante, en parte debido a su escasa cultura democrática) en los fórums donde se produce, reproduce y promueve la SEC en temas fiscales y económicos en España, claramente controlados por los economistas neoliberales. Pero no es la primera vez que el tiempo termina mostrando la falsedad de los argumentos que sostiene tal sabiduría convencional. Recuerden los sacrificios que se estaban imponiendo a la población bajo la excusa de que había que salvar al euro, moneda que nunca ha estado en peligro, y cuya permanencia y pervivencia están favoreciendo a unos a costa de otros. La obvia falsedad del argumento de que el euro estaba en peligro (puesto que nunca lo ha estado debido al poder de los establishments financieros y exportadores alemanes que se han beneficiado de su existencia) ha hecho variar ahora la argumentación a favor de las políticas de austeridad (ver artículo “La relación imperial del establishment alemán” en ‘Público’ 04.04.13).

Pero, de nuevo, veamos los datos, comenzando por EEUU. La deuda pública y el déficit público han aumentado desde que la crisis se inició en 2008. El déficit público se disparó al iniciarse la crisis pero, tras alcanzar el punto más alto inmediatamente después del inicio de la crisis, ha ido disminuyendo y muy marcadamente, durante la Administración Obama (en contra de lo que el siempre presente en los medios de información catalanes, el señor Sala i Martín, dijo en la televisión catalana, TV3). El déficit público de EEUU hoy es un 8,5% del PIB, una cifra que es superior a la existente en España.

La deuda pública en EEUU es de 17 billones de dólares, que es aproximadamente el 100% del PIB, lo que ha creado la histeria (y no hay otra manera de decirlo) de que la deuda pública de EEUU es excesiva y de que, de no corregirse, colapsará la economía estadounidense. Esta interpretación también aparece en los medios españoles por economistas como el catastrofista señor Santiago Niño-Becerra que goza también de grandes cajas de resonancia en Catalunya. En esta exagerada alarma se olvida que el propio Estado federal tiene un porcentaje muy elevado de tal deuda pública (debido, entre otras razones, a la compra de bonos públicos por parte del Banco Central Americano, el Federal Reserve Board), con lo cual la deuda pública real es de alrededor de un 75% del PIB, una cantidad totalmente asumible. Una situación semejante ocurre, por cierto, en España, donde organismos del Estado, tales como la Seguridad Social, poseen un porcentaje elevado de la deuda pública.

Pero el argumento de que la deuda pública es demasiado alta o baja olvida citar cuál debería ser el nivel adecuado de deuda pública que un Estado debería tener. Y nadie lo cita o lo sabe. Los únicos que lo dijeron en su día fueron Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, de Harvard, que indicaron que la deuda pública no debería ser mayor que un 90% o 100% del PIB. Y se equivocaron (como es habitual con los gurús próximos al establishment financiero), pues cada uno de los supuestos teóricos que justificaba tal alarma es erróneo. Así la SEC indica que elevados déficits y deudas públicos conducen a una inflación elevada o a unos intereses muy altos. Pues bien, la inflación nunca ha estado tan baja (2,2% en EEUU y 1,8% en la Eurozona) a los dos lados del Atlántico, a la vez que el déficit y la deuda pública han sido tan elevados. Y en cuanto a los intereses, los de los bonos públicos federales a corto plazo son de menos de un 0,5% y a largo plazo de menos de un 2%. En realidad, teniendo en cuenta que los intereses de los bonos federales son más bajos que la inflación, esto quiere decir que no solo el gobierno federal no tiene ningún (repito, ningún) problema en conseguir dinero, sino que los inversores pagan al Gobierno federal para que les guarde el dinero. Lo mismo ocurre, por cierto, en Alemania (que tiene una deuda pública mayor que la española).

Hablar o escribir que la deuda pública de estos países es impagable es, francamente, una absurdidad. Es difícil encontrar mayores contradicciones entre lo que sostiene la sabiduría convencional, por un lado, y los datos, por el otro. Las falsedades, a base de repetirse mil veces, se aceptan como la realidad. Si a esta evidencia se añade el hecho bien demostrado de que la deuda pública se ha expandido como una burbuja, sobre todo en la Eurozona, como resultado del enorme poder de la banca (que, utilizando el Banco Central Europeo (BCE) a su favor, ha inflado artificialmente los intereses de la deuda pública en los países periféricos de la eurozona), entonces hay que concluir que el problema no es ‘que sea inasumible’ sino ‘que debería ser inasumible’ por su origen, que debe denunciarse. El tamaño de la deuda pública y del déficit público no es un problema. Su origen, no su tamaño, es el problema.

LA DEUDA FAMILIAR Y LA DEUDA PÚBLICA

Otra falacia que constantemente se reproduce en la SEC es que, de la misma manera que las familias se aprietan el cinturón para pagar sus deudas, el Estado también debería hacerlo (y se supone que no lo hace). Recientemente vimos a todo un Consejero del Banco de España (que también goza de grandes cajas de resonancia) repetir esta postura, ampliamente generalizada. Los datos, sin embargo, muestran la falsedad de tales argumentos.

En primer lugar, las familias se han endeudado enormemente debido, como he explicado en otro artículo, a la disminución de las rentas del trabajo a costa del crecimiento de las rentas del capital (ver mi artículo “La deuda y la supuestamente anticuada lucha de clases”, ‘Público’ 28.03.13). En EEUU, el tamaño de la deuda privada es el 100% del ingreso familiar y se sostiene a base de crédito. Siguiendo tal similitud –que el estado debería comportarse como las familias-, el Estado también debería tener el derecho a estar endeudado. Si una familia se endeuda para poder educar a sus hijos, un Estado debería también poder endeudarse para educar a la totalidad de la población, punto que por lo visto ignoran cuando insisten que el Estado debería ajustarse el cinturón y equilibrar sus cuentas, como hacen las familias. Pues bien, las familias están hoy más endeudadas que los estados.

Otra falacia de la SEC es que la deuda pública es inmoral, pues significa cargar a los hijos y nietos unos gastos que deberíamos absorber nosotros. Es interesante subrayar que esta supuesta preocupación por las futuras generaciones que aparece en gurús neoliberales, desaparece completamente cuando se oponen a los gastos del Estado para proteger el medioambiente que heredarán las próximas generaciones. La hipocresía es una característica de la SEC.

Pero la mayor falacia en esta similitud entre familia y Estado es que un Estado digno de su nombre tiene una potestad que las familias no tienen: la de imprimir dinero y con ello pagar su deuda. Los intereses tan bajos de los bonos federales de EEUU se derivan de la confianza en que el Estado federal siempre pagará los intereses de sus bonos (pues tiene al Banco Central, el Federal Reserve Board, FRB, que compra bonos).

La SEC, sin embargo, se opone a tal política porque dice tal política creará inflación. De ahí que al BCE se le prohíba comprar bonos públicos. Pero, de nuevo, los datos muestran la falsedad del argumento. Tanto el FRB como el BCE han impreso millones y millones de dólares y de euros, sin que la inflación haya aumentado. En EEUU, el FRB ha comprado bonos públicos con este dinero. En la Eurozona, el BCE ha dado préstamos (a intereses bajísimos) a los bancos privados, creando una sobrevaloración desmesurada de los intereses de los bonos de los países periféricos que han estado desprotegidos frente al ataque especulativo de los mercados financieros (al no tener un Banco Central que les compre sus bonos). Tal política del Banco Central Europeo ha beneficiado enormemente a la banca. Es incomprensible que, incluso economistas progresistas de sensibilidad socialdemócrata apoyen todavía hoy las políticas del BCE y del gobierno alemán que lo domina.

¿POR QUÉ SE QUIERE RECORTAR EL DÉFICIT Y LA DEUDA PÚBLICA?

Ninguno de los argumentos propuestos por la SEC para responder a esta pregunta es creíble. En realidad, el gran debate sobre el déficit y la deuda pública en los foros donde la SEC se reproduce es irrelevante y tiene solo la finalidad de justificar la imposición de estas políticas sumamente impopulares. La respuesta a la pregunta enunciada en el título de esta sección es política, no económica. Su intento es desmontar la Seguridad Social y el Estado del Bienestar. Si creen que soy paranoico, les aconsejo que lean los escritos del BCE, de Fedea y de los medios de difusión próximos o dependientes del capital financiero (la gran mayoría de medios deben mucho dinero a la banca). Todos estos intentos son cada vez más explícitos, indicando que el problema radica en que la Seguridad Social, (incluyendo las pensiones) y el gasto público en transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar, son las causas de la recesión.

DE NUEVO, VEAMOS LOS DATOS, COMENZANDO POR LAS PENSIONES

Es casi imposible leer ningún diario o ver programas televisivos (incluyendo algunos de trayectoria progresista) sin que se lea o se escuche que las pensiones están en peligro. En unas semanas aparecerá un libro de Juan Torres y mío, ‘Lo que debes saber para que no te roben la pensión’, en el que mostramos las falsedades del argumento de que las pensiones actuales no son sostenibles. Toco ahora un tema en concreto (hay otros que analizamos también en el libro), el de que las pensiones no se pueden pagar. Comencemos por EEUU, donde, como en España, las pensiones se pagan con cotizaciones sociales (un 12,4% de la nómina), una forma de financiación enormemente regresiva. Cada dólar en compensación salarial paga el 12,4% a la Seguridad Social, hasta un máximo de ingreso de 113.700 dólares. Por encima de esta cantidad no se paga, lo cual convierte este sistema de financiación en enormemente regresivo. Si fuera progresivo y se aplicara a todos los niveles de renta, los fondos a la Seguridad Social se incrementarían un 12%, lo cual es una cantidad más que respetable. Algo semejante ocurre en España. Y así otras muchas medidas que podrían aumentar la progresividad de la financiación de las pensiones públicas (incluyendo su mayor dependencia de impuestos generales como ocurre en otros países).

Otro punto a subrayar es que ningún sistema de Seguridad Social a ambos lados del Atlántico está en negativo. Todos ellos están en superávit (cuando se cuentan las reservas), contribuyendo a que el déficit público sea menor, al contabilizarse como parte del presupuesto del Estado, aunque tenga una autonomía y contabilidad propias. Se me dirá que en España ha habido más gastos que ingresos en estos últimos años de crisis que irremediablemente se presentan como prueba de su inviabilidad. Pero tales argumentos ignoran que este hecho no tiene nada (repito, nada) que ver con los argumentos demográficos que siempre se utilizan. Esta situación se debe al enorme desempleo, que, repito, no tiene nada que ver con la transición demográfica. Por cierto, es sorprendente que constantemente se utilice la transición demográfica (con una reducción de la población joven como indicador de un desastre pues faltará gente para financiar las pensiones), ignorándose el enorme problema del desempleo que muestra claramente que el problema no es la falta de gente sino la falta de trabajo.

Y, se preguntará el lector, ¿por qué desea el capital financiero desmontar el Estado del Bienestar? La respuesta es a varios niveles. Uno es que las pensiones públicas son la mayor cantidad de dinero que cualquier Estado gestiona. Y la banca y las compañías de seguros quieren meterle mano. La privatización de las pensiones es el próximo paso en la búsqueda de ganancias.

Una lógica semejante opera en cuanto a la privatización de los servicios sanitarios, sector en el que las compañías de seguros privados (claramente relacionadas con la banca) están deseando también expandirse.

Otra explicación es que en el ataque al Estado del Bienestar se intenta debilitar al mundo del trabajo, con lo cual se consigue bajar los salarios (lo que determina un mayor endeudamiento que beneficia a la banca) y una mayor docilidad y disciplina del mundo del trabajo, lo cual explica también el apoyo del mundo empresarial no financiero a tales políticas.

Estas son las razones del discurso neoliberal que nunca se presentan como tales. Es el conflicto capital-trabajo que continúa diariamente y que la SEC juega un papel clave en la defensa del primero en contra del segundo. Así de claro.

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