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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 4 de octubre de 2013

Este artículo analiza la situación política en Alemania, y muy en particular la del Partido Socialdemócrata alemán, cuya evolución tiene ciertas semejanzas con la del Partido Socialista español. Este artículo presenta algunas de ellas.

Las últimas elecciones alemanas se han presentado en los mayores medios información españoles como el gran triunfo de las derechas conservadoras alemanas (la democracia cristiana) dirigidas por la canciller Merkel. A pesar del descalabro de la versión liberal del conservadurismo alemán (el partido liberal), aliada con el partido cristianodemócrata durante estos últimos años, la victoria del partido mayoritario dentro de esa alianza se ha presentado como signo de una gran aprobación del pueblo alemán hacia las políticas llevadas a cabo por la Sra. Angela Merkel y su gobierno. La presentación casi unánime de los medios ha sido que el pueblo alemán está satisfecho y apoya tales políticas.

Esta percepción, sin embargo, ignora que el partido cristianodemócrata (alianza, en realidad, de dos partidos de sensibilidad política semejante) consiguió menos de la mitad del voto emitido el día de la votación (42%), de lo cual se deduce que la mayoría del voto no fue al partido de la Sra. Merkel. Presentar este voto minoritario como respaldo del pueblo alemán a las políticas de tal gobierno es empíricamente incorrecto y refleja la gran manipulación de la noticia por parte de los medios. La mayoría del pueblo alemán no votó esas políticas. Es más, el pueblo alemán tiene clases sociales (sí, en contra de lo que se asume, hay que subrayar que continúan existiendo clases sociales en Alemania, en España y en cada país de la Unión Europea). Y puede verse un sesgo de clase en el voto. Así, la minoría que votó a la Sra. Merkel provenía, en su mayor parte, de la burguesía, pequeña burguesía y clases medias de rentas altas, y aunque también contó con el apoyo electoral de sectores de la clase trabajadora, la mayoría de esta clase no le votó. A menores los ingresos del votante, menor fue el apoyo electoral a la Sra. Merkel.

En realidad, el voto a las opciones progresistas, es decir, al partido socialdemócrata, al partido de izquierdas Die Linke (resultado de la fusión del Partido Comunista con el sector de la socialdemocracia liderado por Oskar Lafontaine, escindido del Partido Socialdemócrata) y al partido Los Verdes, sumó una cantidad mayor de votos que la obtenida por la Sra. Merkel. Y la suma de sus parlamentarios es mayor que la suma de los del partido cristianodemócrata, con lo cual, numéricamente, se podría haber constituido un gobierno tripartito progresista que presentara una alternativa al gobierno de Merkel. ¿Por qué ello no ha ocurrido o no se contempla?

El mayor problema de la socialdemocracia alemana

Para responder a la pregunta del porqué no se establece un tripartito progresista en Alemania, hay que conocer y entender cómo ha ido evolucionando el partido socialdemócrata (evolución que tiene, en muchas dimensiones, características semejantes a como ha ido evolucionando el PSOE en España).

El Partido Socialdemócrata alemán ha sido uno de los mayores partidos socialdemócratas en la UE, con gran arraigo en la sociedad y con una estrecha relación con los sindicatos. Este partido fue evolucionando (en la narrativa mediática fue “modernizándose”) y su equipo de dirección fue integrándose con más y más profesionales de clase media de renta alta (muchos profesionales con estudios universitarios), que desarrollaron a lo largo de su profesión y ejercicio político relaciones personales y de complicidad política con los grupos de poder financiero y económico de aquel país, diluyéndose su proximidad con los sindicatos y con sus bases electorales, que se caracterizaban por su composición multiclasista (con gran protagonismo de las clases populares, centradas en la clase trabajadora). El equipo Schröder ejemplificó esta composición (con algunas excepciones como Oskar Lafontaine, su Ministro de Economía y Hacienda, que era próximo a los sindicatos de mayor peso). De ahí que Schröder desarrollara las propuestas deseadas por la gran patronal alemana, en la famosa Agenda 2010, que sembró las bases del enorme deterioro de la protección social y estabilidad laboral en aquel país. He escrito extensamente sobre tales reformas, que han contado con el gran aplauso del establishment alemán (y europeo) y que erróneamente se han presentado como causa de su recuperación económica. (Ver «Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española», Público, 07.02.13; «El gobierno alemán no hace lo que predica», Sistema, 10.05.13, y «El inmodélico modelo alemán», Público. 24.07.13). Son estas medidas las que ahora la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Banco Central Europeo (BCE) quieren que se apliquen en España, y que hasta hace poco habían contado con el apoyo del PSOE también. En Catalunya, uno de sus máximos exponentes ha sido el catedrático Josep Oliver (ver sus dos artículos “Merkel y la construcción europea” y “Bruselas y la continuidad del ajuste”, en El Periódico, 26.09.13 y 28.09.13), muy influyente dentro de los equipos económicos próximos al socialismo catalán.

Dichas reformas fueron enormemente impopulares y significaron un gran coste político a tal partido. En cuatro años perdió la mitad de la militancia y vio una escisión que originó el nuevo partido, Die Linke, que se estableció como protesta a esas políticas y con el intento de mantener su orientación socialdemócrata. En las primeras elecciones después de haber llevado a cabo las medidas de la Agenda 2010, el Partido Socialdemócrata recibió el apoyo electoral más bajo de su historia. Y ha permanecido en estos bajos niveles de popularidad desde entonces.

¿Por qué continúa teniendo un apoyo tan bajo?

Aun cuando Schröder dimitió de su cargo y dejó la dirección del partido (hoy es un dirigente de una de las empresas exportadoras que se habían beneficiado de sus políticas, con uno de los salarios más altos en aquel país), su equipo económico la continuó controlando. En realidad, la dirección del partido no ha variado y los mismos personajes que constituían el equipo de Schröder ahora dirigen el Partido Socialdemócrata. El candidato presidencial de este partido, Peer Steinbrück (que se quejó de que los políticos recibían salarios demasiado bajos), era ya entonces parte del equipo económico de Schröder.

Y el electorado es consciente de ello. Y es esta dirección –muy próxima al establishment financiero y económico alemán– la que no quiere ni oír hablar de aliarse con Die Linke, la bestia negra del gran capital en Alemania, y que a partir de las últimas elecciones se ha convertido en la tercera fuerza política del país. Es esta proximidad de la dirección del partido socialdemócrata alemán con tales establishments financieros y económicos la que explica, no sólo su gran pérdida de apoyo electoral, sino también su oposición a la coalición con Die Linke a nivel nacional, estableciendo un gobierno tripartito.

Semejanzas con el PSOE

La enorme pérdida de apoyo electoral al PSOE en las últimas elecciones legislativas (que causó la “gran victoria” del PP, con casi los mismos votos que en las elecciones anteriores) fue consecuencia directa de las reformas realizadas por el gobierno Zapatero bajo el mandato del establishment europeo, aliado con el establishment financiero y económico de España.

Dichas medidas fueron enormemente impopulares entre las bases del partido socialista. Y, como en Alemania, el equipo director del partido es semejante, y en ocasiones idéntico, al del gobierno socialista anterior. Rubalcaba era el segundo de a bordo de Zapatero y continúa controlando el aparato del partido con la misma mano firme que Zapatero. Otros miembros del equipo de Zapatero están hoy trabajando en grandes empresas, comenzando por la que fue su Ministra de Economía y Hacienda, la Sra. Salgado, que trabaja para Endesa, una de las compañías más impopulares de España, responsable (con la complicidad del Estado español) de la mayor carestía de la energía eléctrica en la Unión Europea.

Esta ligazón y complicidad no es nueva en el equipo económico del PSOE, complicidad que explica que cuando el PSOE podría haberse coaligado con IU en 1993, no lo hiciera, aliándose en su lugar con CiU, la derecha catalana. Ahora bien, esta complicidad llegó a una situación extrema en el caso Zapatero, el cual contó entre sus asesores con economistas liberales cercanos a la banca y a la industria inmobiliaria. Creerse que la actual dirección del PSOE puede liderar un cambio es pecar de ingenuidad. Y ahí es donde hay que resaltar una diferencia importante entre el comportamiento del partido socialdemócrata alemán y el PSOE.

El primero, pese a los problemas descritos en este artículo, es parte de una cultura política democrática más desarrollada que la de España. De ahí que frente a la posibilidad de que se tomen medidas impopulares entre los militantes del partido (como establecer un gobierno de coalición con la democracia cristiana), y teniendo en cuenta la experiencia tan negativa anterior, la dirección ha indicado que habrá una consulta de carácter vinculante entre los miembros del partido para ver si apoyan o no tal coalición. Sería impensable que el PSOE pensara en hacer una consulta y, todavía menos, vinculante, para tomar una decisión tan importante. En realidad, una de las medidas más regresivas tomadas por el gobierno PSOE (el pacto fiscal que fuerza constitucionalmente al Estado español a tener un déficit cero) se hizo casi en 48 horas, con escasísima consulta. Y la ciudadanía es consciente de ello. De ahí su baja popularidad, sin remontar su bajón. La falta de cultura democrática está afectando también al PSOE, con un coste político elevado. Hoy se requiere un debate franco, abierto, sensible a la crítica dentro de aquel partido, con amplia participación de su militancia y sus bases electorales para que haya un cambio profundo en la dirección de tal partido, adquiriendo unas prácticas auténticamente participativas y democráticas que faciliten el muy necesario cambio en sus propuestas económicas y sociales.

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