Los problemas existentes en la cobertura mediática de aquella realidad
La enorme influencia que Estados Unidos tiene en el mundo explica la gran atención mediática que están teniendo las elecciones primarias en los dos partidos que tienen representación parlamentaria en el Congreso de Estados Unidos, el Partido Demócrata y el Partido Republicano. De ahí la importancia de que se conozca bien lo que está ocurriendo en aquel país. Pero, salvo contadas excepciones los medios de información en España, no están explicando bien aquella realidad, en parte debido a las grandes diferencias existentes entre las culturas políticas estadounidenses y las españolas, tal como indiqué en un informe anterior “Cómo leer lo que está ocurriendo en las elecciones de EEUU: guía para el lector español” parte I (en www.vnavarro.org sección EEUU). Como documenté en aquel informe, la realidad de aquel país no es fácil de entender: las categorías y la narrativa utilizadas en la cultura política estadounidense son muy distintas, y a veces incluso opuestas a las existentes en nuestro país. Un liberal, por ejemplo, es en EEUU una persona que favorece la expansión del gasto público, y el desarrollo de políticas redistributivas, precisamente al revés que en España y en Europa donde los partidos liberales están a favor del descenso del gasto público y están en contra de políticas redistributivas (ver aquel informe, parte I, para ver otras diferencias entre las culturas y narrativas políticas de EEUU y de España).
Otra causa de la errónea cobertura mediática de la vida política de aquel país por parte de gran número de autores españoles es el sesgo liberal y conservador de la mayoría de medios de información de nuestro país que idealizan a EEUU. Un ejemplo es el artículo de Salvador Cardús, un autor con gran presencia mediática en los medios de información públicos de la Generalitat (TV3 y Catalunya Radio), que en su columna semanal en el diario conservador La Vanguardia compara el sistema político de EEUU con el español, mostrando el sistema de primarias en aquel país como indicador –según él- de la gran madurez del sistema estadounidense, contrastándolo con la mediocridad –añade él- del sistema político español (Cardús, S. “¿Nos toman por tontos?”. La Vanguardia. 6/02/08). Otro tanto ocurre con el artículo “Creer otra vez” en el mismo diario el 7/02/08 escrito por Francesc de Carreras. Y podría citar muchos otros artículos. Todos ellos idealizan a aquel proceso. En realidad, como documentaré en este artículo, tal proceso es escasamente democrático, mucho menos democrático, por cierto, que el sistema político existente en nuestro país.
Otra causa de tal malinterpretación de lo que ocurre en EUA es que varios medios reproducen sin ninguna crítica lo que reportan los medios más influyentes de aquel país, y muy en especial la CNN seguida extensamente por los comentaristas internacionales de los medios españoles, estos medios raramente utilizan categorías analíticas que son indispensables para conocer la realidad de EEUU. Utilizan, por ejemplo, categorías de análisis como raza, género y edad de los votantes para entender su comportamiento electoral pero muy raramente analizan la clase social de estos votantes. Así en el análisis de quien votó a quien en las primarias del supermartes, el corresponsal de El País presenta un análisis demográfico (por edad, género, raza y religión) de la población votante (“Diez claves del supermartes”. El País. 07/02/08) pero nunca incluye clase social en su análisis. La clase social, sin embargo, juega un papel de una enorme importancia para entender el comportamiento electoral de la población estadounidense. La categoría población blanca, por ejemplo, debiera haberse desagregado en aquel reportaje para considerar dentro de ella la categoría por clase social. Las clases de rentas altas y medias-altas blancas votaron a Obama mientras que la clase trabajadora (de todas las razas y grupos étnicos, excepto la negra) votó a Hillary Clinton, lo cual tiene una enorme importancia por lo que indicaré más tarde. La clase social juega un papel clave y sin embargo, aparece muy raramente en los análisis de los comportamientos electorales de la población estadounidense.
Para entender el comportamiento electoral de la población hay que analizar no sólo la raza y género del electorado sino también su clase social.
Para entender aquel país hay que conocer, no sólo su estructura demográfica (raza, género, grupo étnico y edad) sino también su estructura social. En contra de lo que se cree en gran parte de los medios de comunicación españoles, EEUU no es una sociedad de clases medias. Sólo se alcanza esta conclusión cuando se pregunta a la ciudadanía (tal como hace el semanario TIME cada año) si pertenece a la clase alta, a la clase media, o a la clase baja. Ante esta pregunta la mayoría de la población predeciblemente contesta clase media, de donde la revista TIME y otros medios estadounidenses concluyen que la mayoría de la ciudadanía es y se define clase media. EEUU, sin embargo, tiene una estructura de clases muy semejante a la existente en la mayoría de los países de la Unión Europea (U.E). Las clases, sin embargo, se definen con términos muy distintos a los utilizados en España y en Europa. A la burguesía se la llama corporate class, es decir la clase empresarial, propietarios y gerentes de las grandes empresas del país, una clase que goza de un enorme poder e influencia política, como detallaré más tarde. A la pequeña burguesía se le llama clase media de renta alta. A la clase media se le llama clase media. Y a la clase trabajadora se le llama también clase media, de manera que este último término incluye la clase trabajadora y la clase media. El término clase trabajadora se utiliza en escasas ocasiones aunque algunos candidatos, sobre todo los candidatos de izquierda (Kucinich) y centroizquierda (Edwards) lo utilizaron con cierta frecuencia. La expresión que es más ampliamente utilizada por todos los candidatos es la de working Middle class or working families, es decir la clase media trabajadora y las familias trabajadoras. Es interesante señalar que cuando se le pregunta a la ciudadanía estadounidense si pertenece a la clase empresarial, a la clase media o a la clase trabajadora, hay más personas que se definen clase trabajadora (46%) que clase media (38%). Una situación semejante ocurre, por cierto, en España en las rarísimas ocasiones que a la población se le hace tal tipo de pregunta.
La clase empresarial tiene un enorme poder. En ningún otro país desarrollado tal clase tiene tanto poder como en EEUU. Y este poder se basa en la enorme debilidad de la clase trabajadora, la clase trabajadora más débil del mundo occidental. Sólo un 12% de la fuerza laboral (sólo un 7.4% de los trabajadores en el sector privado) están sindicalizados. Se me dirá, con razón, que tales porcentajes son similares a los existentes en España. Pero en España la gran mayoría de trabajadores están cubiertos por los convenios colectivos, negociados por los sindicatos de clase y la patronal a nivel central, para todo el país. Este no es el caso en EEUU, donde los convenios colectivos se negocian de manera muy descentralizada, cubriendo sólo a los sindicalizados. Esta negociación incluye, por cierto, el salario social, es decir los beneficios sociales, como la cobertura sanitaria. El tipo y extensión de la cobertura sanitaria de los trabajadores de una empresa depende de la negociación colectiva a nivel de tal empresa entre los sindicatos y la patronal, la cual escoge la compañía de seguros privada que a su vez contrate con los proveedores (médicos y hospitales) para la provisión de los servicios médicos asistenciales. El 64% de las personas que tienen cobertura sanitaria la tienen a través del lugar de trabajo, y su extensión depende de la fortaleza de los sindicatos, de manera que en aquellos lugares de trabajo donde existen sindicatos fuertes (como en la metalurgia) es probable que la cobertura sanitaria sea bastante extensa (aunque nunca tan extensa como en España o cualquier otro país de la UE). Si el lugar de trabajo tiene sindicatos débiles o no tiene sindicatos, como la cadena comercial más importante de EEUU, W. Mart, los trabajadores tienen una cobertura muy insuficiente o no tienen ninguna. 47 millones de estadounidenses no tienen ninguna cobertura sanitaria y 120 millones tienen una cobertura insuficiente, siendo la imposibilidad de pagar las facturas médicas a las compañías de seguro la mayor causa de bancarrota en las familias estadounidenses. Las consecuencias de esta financiación privada gestionada por las compañías de seguros queda clara y gráficamente mostrada en el documental Sicko de Michael Moore que, sorprendentemente no se ha estrenado todavía en España (cuando sí se ha hecho en el resto de la UE). Sería de desear que se estrenara antes de las elecciones españolas en marzo puesto que las fuerzas conservadoras y liberales españolas están proponiendo el modelo de financiación sanitario privado parecido al modelo de EEUU. En aquel país el enorme descontento de la población con el aseguramiento sanitario privado (sólo un 18% está satisfecho con el sistema sanitario) explica que este tema se haya convertido en el tema central de la campaña electoral (junto con la economía e Irak). Las raíces de esta situación es la Ley Taft Harley Act, votada por el congreso de EEUU en el año 1947, que el Presidente Truman vetó sin que él pudiera sostener su veto frente del Congreso). Esta ley ha sido la ley que ha debilitado más el movimiento sindical de EEUU, prohibiendo que los trabajadores de una empresa o de un sector económico puedan hacer huelgas de apoyo a otros trabajadores de otros sectores. De esta manera las huelgas generales están prohibidas en EEUU. Tal ley fuerza también que la sanidad esté financiada a través del lugar de trabajo durante los convenios colectivos. Como consecuencia de ello es que cuando se despide a un trabajador este pierde no sólo su salario sino la cobertura sanitaria de él o ella y de su familia.
El impacto disciplinario de tal sistema es enorme. El hecho de que EEUU sea uno de los países de la OECD con menos huelgas se debe a este hecho. El trabajador se lo piensa dos veces antes de ir a una huelga, donde su derecho de huelga es muy limitado y se ha incluso visto más debilitado durante el periodo Bush, el Presidente más pro-clase empresarial y antisindical que ha habido en EEUU desde Calvin Coolidge. Durante los ocho años de su mandato, un millón de estadounidenses perdieron cada año su cobertura sanitaria, alcanzando el número (tanto absoluto como porcentual) desde la II Guerra Mundial más elevado de personas sin cobertura sanitaria. Un número tres veces superior ha visto su cobertura disminuida con aumentos de copago y pagos directos.
Sería un error, sin embargo, poner todas la responsabilidad del descenso del estándar de vida de la clase trabajadora en la administración Bush. En realidad, tal descenso ha ido ocurriendo desde los años setenta y ochenta. En salario medio estadounidense es un 10% más bajo hoy que en 1973 (después de descontar la inflación). Y el porcentaje de las rentas salariales sobre el PIB es el más bajo desde los años sesenta mientras que las rentas procedentes del capital son las más altas desde aquellos años (The New York Times, 7.02.08). En realidad, el dato más significativo de este deterioro es que el trabajador promedio de 30 años gana un 12% menos que su padre hace treinta años (después de descontar la inflación) (Miningoff M.L. and Opdycke, S. America’s Social Health. M.E. Sharpe. 2008). Este deterioro del salario, incluido el salario social (las prestaciones sociales como la sanidad), ha ido acompañado de una redistribución de la renta nacional, desde las clases medias (clase trabajadora y clase media) a las rentas superiores del país (y muy en especial a la clase empresarial). Hoy el 1% de renta superior del país tiene más del 21% de toda la renta nacional (porcentaje sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, mientras que el 50% de la población (la mitad inferior de la población) sólo tienen el 12,8% de toda la renta. Y, resultado de las políticas fiscales desarrolladas por Bush, el 1% de renta superior del país paga menos impuestos (un porcentaje menor de su renta) que un trabajador promedio. No es de extrañar, pues, que haya una clara animosidad a nivel popular hacia la corporate class y el mundo político y mediático de Washington (el gobierno federal y el Congreso) que se percibe capturado por grupos y sectores de tal clase. Según la última encuesta de opinión popular, nada menos que un 68% de la población no considera que Washington represente sus intereses sino el de los lobbies económicos y financieros que – según la opinión popular – controlan la vida política de su país.
El sistema político estadounidense es escasamente democrático. Cómo aparece el poder de clase en el proceso electoral
Una de las maneras como el poder de clase aparece en el sistema político es mediante la privatización del sistema electoral. Los fondos privados son los que financian las campañas electorales, incluyendo las primarias de los Partidos Demócrata y Republicano. El dinero es el motor de la maquina política y los grupos y clases que tiene más dinero tienen mayor poder para influenciar aquella maquina incluyendo a los candidatos. Este dinero es necesario para desarrollar una infraestructura que incluye desde alquileres en edificios a personal, transporte, personal de encuestas, correo, teléfonos y sobre todo para comprar tiempo televisivo y radiofónico en las cadenas televisivas y radiofónicas todas ellas privadas que se venden al mejor postor sin ningún tipo de regulación y limitación. Según el centro de análisis de financiación electoral Common Cause, nada menos que el 94% de los candidatos vencedores en las anteriores elecciones al Congreso de EEUU en 2006 eran los que tenían más dinero para gastarlo en sus compañías electorales.
La procedencia de este dinero varía dependiendo en parte del momento de la elección. Al principio, antes de que se inicien las primarias, el candidato necesita tener una cantidad muy elevada para promover su candidatura y dejarse conocer. En el caso del Partido Demócrata, Hillary Clinton había conseguido 118 millones de dólares y Barak Obama 103 millones antes de iniciarse las primarias, en el estado de Iowa. Este dinero procede en su gran mayoría de los distintos componentes de la clase empresarial. La banca Golman Sachs, por ejemplo, dio 338.690 dólares a Clinton y 360.328 dólares a Obama. La revista de negocios Fortune en su número de Julio 9, 2007, describía las “inversiones” (término utilizado en el artículo) en la campaña de Clinton. Un tanto semejante ocurre con la candidatura de Obama, quien recibió fondos de los Hedge Funds y de las empresas inmobiliarias. En el sector sanitario los grandes donantes fueron las compañías de seguro sanitario, la industria farmacéutica y la industria de equipamientos médicos que invirtieron principalmente en la campaña de Clinton debido al conocido interés que tal candidata tiene hacia temas sanitarios.
Un segundo grupo que aporta también gran número de fondos a las campañas electorales es de las asociaciones profesionales y muy en especial la asociación de abogados que defienden a las grandes empresas. En el sector sanitario, la asociación profesional que aporta más dinero es la A.M.A. (American Medical Asociation), la asociación profesional de los médicos (en su mayoría en la privada) de EEUU.
El tercer grupo de donantes es el de asociaciones de la clase empresarial como el Council of Foreing Relations (CFR), el think tank del establishment empresarial que tiene gran influencia en la configuración de la política exterior. En el sector sanitario, hay múltiples asociaciones próximas a los grupos de interés en el sector que aportan fondos también a los candidatos más próximos a sus posturas.
Estas donaciones van al candidato o a asociaciones próximas al candidato. Si las donaciones son individuales, estas tienen un límite de 2.300 dólares por donante. La mayoría de tales donaciones son de esta cantidad. Según la Comisión Federal Electoral (Federal Election Commission) el 63% de donaciones individuales a Clinton y 46% de Obama son del límite máximo 2.300 dólares. Sólo el 13% de donantes de Clinton y el 20% de Obama son donaciones de 200 dólares o menos. La mitología ampliamente extendida en los medios de que el donante es una persona normal y corriente que envía 20 dólares al candidato no se corresponde con la realidad. La gran mayoría de donantes proceden del 30% del nivel de renta superior de la población estadounidense. Hay un sesgo de clase muy marcado en quién da, cuánto da y a quién se da. Este tipo de donaciones individuales adquieren mayor influencia a medida que avanza la campaña electoral, pues es durante la exposición del candidato en los debates y en los anuncios televisivos y radiofónicos cuando el candidato moviliza a los donantes individuales. De ahí que Obama esté recibiendo durante las primarias más dinero que Clinton pues, como detallaré más tarde, su electorado incluye, al 30% de la población blanca de renta superior que tiene mayor capacidad donante que las bases de Hillary que son los trabajadores y trabajadoras (excepto los negros) y los pensionistas con mucha menor capacidad de donación. El New Cork Times informó que Obama está recibiendo 1 millón de dólares cada día, comparado con ½ millón en el caso de Clinton (NYT, 12/02/08)
Clase, por lo tanto, (una variable raramente citada en los medios de comunicación) juega un papel clave para la financiación de la campaña, y discrimina a los candidatos de izquierda como Kucinick o de centro izquierda como Edwards, que tienen muchas dificultades para conseguir fondos y tener acceso a los medios para promover sus candidaturas. Los dos tuvieron que abandonar las primarias por falta de fondos, lo cual se interpreta maliciosamente por las derechas o por los otros candidatos, como falta de apoyo popular. En realidad, no es falta de apoyo popular sino falta de apoyo de la clase empresarial, consecuencia de que las propuestas de tales candidatos afectarían negativamente a sus intereses. Kucinick, por ejemplo, fue el único candidato que propuso la financiación pública del sistema sanitario (como existe en todos los países de la Unión Europea), antagonizando con ello a las compañías de seguro sanitario, así como a la industria farmacéutica y a otros grupos de presión del sector sanitario, que se movilizaron activamente para que no recibieran fondos, movilización que fue secundada por la gran mayoría de la clase empresarial que se sentía amenazada por tal propuesta y otras semejantes que hizo el candidato. Es cierto que tales candidatos pueden recibir fondos públicos pero estos son a todas luces insuficientes para poder competir con las enormes cantidades de fondos privados que se utilizan en las campañas.
Existe otro mecanismo a través del cual, la clase empresarial ejerce su enorme influencia sobre los candidatos. Es a través de los asesores prestados a las campañas de los candidatos por centros o think tanks del mundo empresarial. La mayoría de asesores de Clinton (proceden de la Administración de su esposo Bill) y son profesionales que trabajan en empresas de la corporate class o en centro de estudios financiados por la clase empresarial. Así el citado Council of Foreign Relations (CFR) provee gran parte de los asesores a Clinton y a Obama. Entre estos últimos, un asesor a Obama es Zbignien Brzezinski el que fue secretario de Estado (Ministro de Asuntos Exteriores) del Presidente Carter, responsable del apoyo de EEUU a los talibanes y fundamentalistas islámicos en Afganistán (y según rumorología de Washington, responsable de la propuesta de Obama de invadir la región de Pakistan donde se asume está Bin Laden).
En el sector sanitario, los asesores a Clinton son los mismos que tuvo su esposo. El asesor principal en temas santiarios es David Blumental, profesor de política sanitaria de Harvard University, que fue ya el asesor al candidato Dukakis, vencedor de las primarias del Partido Demócrata en el año 1988. Yo era entonces el asesor principal en temas sanitarios y sociales al candidato Jesse Jackson y tuve que negociar con él el programa sanitario del Partido Demócrata. Blumental es una persona de centro derecha partidario del mantener las compañías de seguro como los agentes de financiación y gestión del sistema sanitario, siendo responsable de la propuesta sanitaria de Obama que ha sido ampliamente criticada, por Paul Krugman, en el New York Times, por su excesiva moderación y falta de vocación reformista.
El sentir antiestablishment de las clases populares ha crecido durante la época Bush
La población es consciente del enorme poder de la clase empresarial en la vida política del país, en el gobierno federal (particularmente acentuada en los años Bush Jr.) y en el Congreso de EEUU. Como indiqué antes, las encuestas muestran claramente que la población no cree que el Congreso de EEUU, por ejemplo, represente sus intereses, sino que representan los intereses de los grupos empresariales y profesionales que les financian. No existen ningún otro país que tenga mayor alienación política de la población hacia sus instituciones representativas (que se acentúa en la medida que el nivel de renta del individuo disminuye) que EEUU. La gran mayoría de la población adulta no participa en los procesos electorales. Y en las elecciones presidenciales sólo el 52% (la mitad de la población, que tiene mayor renta) participa. El 48% de la población restante (la mayoría de la cual es clase trabajadora) no vota.
Consecuencia de este gran dominio de clase en las instituciones políticas, existe un enorme desfase entre lo que la población desea de su gobierno (tanto de su rama ejecutiva como de su rama legislativa) y lo que recibe. Así, las encuestas muestran un gran apoyo para (1) el establecimiento de un programa nacional de salud que cubra a toda la población y que esté financiado públicamente (2) un sistema tributario más progresista en que la carga al mundo empresarial sea mucho mayor que el actual (3) la eliminación de los lobbies en Washington que influencian al Congreso de EEUU (4) el control y regulación de las armas de juego (5) una reducción muy marcada de las desigualdades sociales (6) una reducción del gasto militar y un aumento del gasto social (7) una reducción de las bases militares fuera del país (8) una retirada de las tropas del Irak, entre otras medidas. Ninguna de estas medidas han sido consideradas por el Congreso de EEUU, debido al enorme poder de los intereses y lobbies económicos. De ahí su enorme impopularidad, la más alta de los últimos cuarenta años. Tal impopularidad incluye al gobierno federal y al Congreso y afecta también al Partido Demócrata que controla tanto el Senado como la Cámara Baja. El enorme descrédito de la clase política (un tanto semejante ocurre en el Partido Republicano) y de las instituciones representativas refleja la enorme insatisfacción de la población y muy en particular de las clases populares hacia el establishment político y también, por cierto, hacia el establishment mediático.
La respuesta a esta frustración: un movimiento anti Washington
Muchos observadores europeos se preguntan ¿por qué la clase trabajadora no vota o por qué no vota a otros partidos? La respuesta se basa en las enormes limitaciones del sistema democrático estadounidense detalladas en mi informe anterior (ver parte I). La mayoría de la clase trabajadora se abstiene. Y las que votan lo hacen al Partido Demócrata aunque un número creciente durante la época Reagan, lo hicieron al Partido Republicano, constituyendo los Reagan Democrats (este número ha disminuido con Bush). Es prácticamente imposible, según el sistema electoral no proporcional vigente en EEUU, establecer un tercer partido a nivel nacional. En realidad, los terceros partidos han perjudicado a los partidos más próximos a ellos. Así el Partido de Perot posibilitó la victoria de Clinton, y el Partido Verde de Nader (próximo al Partido Demócrata) posibilitó la victoria de Bush. Jr. De aquí que no existen posibilidades de establecer un nuevo partido a nivel nacional. Debido a ello, la expresión de protesta se realiza, no a través de nuevos partidos (lo cual es imposible) sino a través de las primarias en los partidos. Y esto es lo que está ocurriendo durante estas primarias. La protesta, tanto en el partido partido Demócrata como en el partido Republicano, se está manifestando a través de las primarias. En muchos casos, los candidatos más exitosos –como Obama- son los que se presentan como antiestablishment y muy en particular en contra de Washington. Pero aquí hay que hacer una clarificación importante que raramente se hace. No es Obama el que ha creado este movimiento. Antes al contrario, ha sido este movimiento el que ha creado a Obama.
El movimiento antiestablishment
La fuerza antiestablishment es una fuerza en contra de la clase empresarial y en contra de la clase política de Washington que se percibe como excesivamente dependiente de tal clase empresarial. Es una especie de lucha de clases, versión estadounidense. La lucha de lo que se llama la clase media (en realidad, la clase trabajadora y la clase media) contra la clase empresarial (corporate class) y su desmedida influencia en el mundo político. La fuerza del sentir popular antiestablishment es que prácticamente todos los candidatos demócratas e incluso gran parte de los republicanos tienen que poner como eje central de su discurso la defensa de la clase media frente a la clase política basada en Washington. Todos los candidatos demócratas han tenido que enfatizar este discurso, incluso Clinton, que era y continua siendo, el candidato del establishment del partido Demócrata. El que lo elaboró con mayor elocuencia, sin embargo, fue Obama, que tiene la gran ventaja de no ser parte de tal establishment de Washington, habiendo sido Senador desde sólo hace un par de años, y al cual no se le considera parte del establishment de Washington. Es más, sus credenciales anti-Washington quedan certificadas por su oposición en su día a la invasión de Irak.
El fenómeno Obama
La versión más generalizada de lo que está ocurriendo en las primarias de EEUU es que un candidato prácticamente desconocido, Barack Obama de de raza negra, con un mensaje idealista y radical movilizador, está inspirando a la juventud y a los sectores más reformistas de la sociedad estadounidense, ganando la campaña en contra del candidato del establishment representado por Hillary Clinton. Esta versión muy común en las páginas de la prensa española (ver el artículo del corresponsal de El País en Chicago “El sueño nació en Chicago” El País 05/02/08 o el de Antoni Puigverd en La Vanguardia 11/02/08. Tal interpretación del fenómeno Obama es errónea, cuando no insuficiente al ignorar el contexto político y social al cual he hecho referencia en este artículo. Sin la enorme frustración y alienación existente en EEUU hacia el establishment político y empresarial Obama no hubiera sido ni una nota de pie de página en estas primarias. Incluso el hecho de que sea negro ha jugado un papel clave a su favor como explicaré más adelante.
Esta nota desmerece la extraordinaria labor de Obama, que ha sabido articular en un discurso movilizador, el sentir de millones de personas. Es un discurso de gran elocuencia, mezcla de Martin Luther King y del Presidente Kennedy en el que se presenta como representante y voz del pueblo estadounidense en contra del mundo de Washington. Su campaña electoral presenta una biografía un tanto sesgada y no del todo correcta, de su vida. La biografía oficial ofrecida por su campaña le presente como hijo de una familia humilde en la que su padre les abandonó a la temprana edad de dos años, pasando dificultades durante su juventud y adolescencia. La familia de Obama, sin embargo, no era humilde. Su padre estudió en Harvard University. Y su madre se casó de nuevo con un hombre de negocios petrolíferos desplazándose a Indonesia, desde donde le enviaron a casa de sus abuelos de Hawai, donde acudió a una de las escuelas para blancos más elitistas de aquel estado. De ahí pasó a un colegio privado en Los Ángeles y más tarde fue a estudiar leyes en Columbia University y Harvard University, desde donde se trasladó a Chicago trabajando en aquella ciudad en un gabinete de abogados que defendían intereses empresariales y inmobiliarios. Uno de ellos fue su amigo Tony Rezko, (especulador inmobiliarios que está hoy en los tribunales), que financió más tarde, parte de su campaña al Senado de Illinois (ver el artículo en el semanario de centroizquierda británico New Statesman “Obama Unmasked” (4 Enero del 2008). Al decidir seguir una carrera política, dejó su gabinete de abogado y trabajó en los barrios negros más humildes de Chicago que le eligieron al Parlamento de Illinois en 1996. Fue durante esta etapa que él criticó la invasión de Irak, reflejando correctamente el sentir de la población negra trabajadora que le había elegido. Sin desmerecer el mérito de su postura, hay que señalar que era entonces representante de una población que la compartía. Fue elegido más tarde al Senado de EEUU, en 2006, en una carrera política meteórica. Una vez en el Senado aprobó, sin embargo, todas las propuestas de apoyo a las fuerzas armadas en Irak, tal como también hizo Hillary Clinton. En realidad, y tal como le recuerda Hillary Clinton, una vez en el Senado, votó lo mismo que ella.
Al presentarse a las primarias, Obama era consciente de que su background podría dificultar su avance político. Era negro y políticamente procedía del movimiento de derechos civiles que, en su mayoría (aunque no él) tenía un mensaje radical que asustaba a otros sectores de la población. De ahí que, sabedor de la lealtad del votante negro (el votante más consciente en EEUU de raza en estas primarias: hay más votantes blancos que votan a candidatos negros que votantes negros a candidatos blancos). Se propuso alcanzar a un amplio espectro de la población enfatizando la unidad de razas, de géneros e incluso de clases sociales en un proyecto común, anti-Washinton, identificando a su oponente, Hillary Clinton, con Washington. Tal amplio abanico electoral le exigía adoptar un programa y un tono que uniera al máximo de la población. De ahí que hiciera las propuestas de políticas públicas más moderadas de todos los candidatos demócratas, a fin de no amenazar a las clases de renta superior a las que quería también integrar en su coalición electoral. Ello explica la recepción tan favorable que ha recibido por parte de los medios de información. Como decía Krugman en su artículo en el New York Times, nadie se siente amenazado en este discurso unitario: solo los lobbies de Washington. Pero, como también dice Krugman, el cambio que propone en su discurso, requeriría unas medidas mucho más ambiciosas que las propuestas que él hace. En el sector sanitario, por ejemplo, sus propuestas no se enfrentan a las compañías de seguro. En el sector financiero no se enfrenta con los Hedge Funds, y en el sector vivienda tampoco se enfrenta con la empresa inmobiliaria. Como Hillary (que no es una buena oradora pero en cambio es mucho más ágil que Obama en los debates, lo cual explica la resistencia de Obama a tales debates con ella) le recuerda, frecuentemente, el eslogan “Sí, nosotros podemos” se queda corto en cuanto al objetivo programático de que es lo que podemos y no podemos. Su gran moderación pragmática contrasta pues con el discurso de motivación transformadora. Las fuerzas progresistas esperan y desean que la propia movilización popular le fuerce a tomar medidas más reformistas. El caso del presidente Kennedy es ilustrativo. La propia dinámica que llevó al poder al Presidente Kennedy puso en marcha una serie de propuestas (que ni siquiera estaban en su programa) que desarrolló más tarde el Presidente Johnson (el Presidente que, en temas domésticos, fue el más progresista después de Roosevelt y Truman) con el establecimiento de MediCare (el programa sanitario federal para cubrir la sanidad de los ancianos) y MedicAid.
De momento, el apoyo electoral de Obama ha sido el voto negro (80%), el voto joven (62%) y el voto blanco de clase profesional de estudios superiores (42%). La clase trabajadora (excepto la negra) continúan absteniéndose y la que vota demócrata lo ha hecho primordialmente a Hillary Clinton, tanto el hombre como la mujer trabajadora (con un porcentaje mayor de mujeres que de hombres). El apoyo de tal clase a Clinton se debe primordialmente a la preocupación sobre el deterioro económico del país y su recuerdo de la situación económica de tiempos de Bill Clinton mejor que la actual. La mayoría de sindicalistas (la mayoría de sindicatos, influyentes entre las bases del Partido Demócrata) apoyan también a Clinton. Los sindicatos, que han sido reprimidos por la Administración Bush, están muy movilizados en esta campaña, y la mayoría han apoyado a Hillary Clinton, aunque sus miembros se están desplazando, sobre todo los jóvenes, hacia Obama. Éste, por otra parte, está de una manera creciente, adoptando un discurso con tonos obreristas, copiando a Edwards (cuyo apoyo está solicitando asiduamente) hablando explícitamente de la lucha de clases (al modo estadounidense) que ocurre en bases diaria en la vida estadounidense y sus consecuencias en la vida del mundo trabajador. En su discurso la corporate class aparece como los lobbies de tal clase en Washington, presentando el problema mayor en EEUU como el conflicto entre el pueblo estadounidense y Washington.
Una última observación en cuanto a la falta de apoyo de los latinos (el voto hispano) a Obama, que se ha interpretado en España como consecuencia de un supuesto racismo latino o a las tensiones entre las comunidades negras y latinas. Aquí, de nuevo, se ve erróneamente la realidad a través de raza y no a través de clase. La población latina ha votado a candidatos negros constantemente en EEUU, desde Nueva York a California. El voto latino (que es a su vez variado pero con mayoría chicana en el Oeste y Centro América en el Este) es un voto trabajador no cualificado, de gran lealtad sindical, y que, como el obrero blanco no cualificado, ha votado a Clinton más que a Obama. Pero, en la medida que Obama está adoptando un discurso más cercano a los intereses de este sector de la clase trabajadoras está movilizando tal voto a su favor. Así, mientras que en Nevada, Obama consiguió sólo el 26% del voto latino (entre los trabajadores de la industria hotelera en su mayoría), en Arizona logró ya el 42%, y en Connecticut el 53%. En la medida que el candidato se refiere a esta clase, la clase responde. En realidad, el 54% de latinos apoyaron a Obama en Virginia y este porcentaje ha aumentado.
Ante esta situación, Hillary Clinton está a la defensiva. Es difícil para ella presentarse como anti-Washington y su fracaso en la reforma sanitaria (como consecuencia de la enorme influencia de las compañías de seguros en los trabajos de su grupo de trabajo) la hace muy vulnerable a esta crítica. Escribí un artículo crítico de tal influencia “Why Hillary Care Failed” en CounterPounch que Obama astutamente lo utilizó en su crítica a Hillary Clinton. La respuesta de Clinton ha sido la de radicalizar su discurso, enfatizando aquellos temas que son especialmente importantes para la mujer trabajadora (tales como la sanidad, las escuelas de infancia, los servicios domiciliarios, la vivienda y otros).
Políticas sociales en las Primarias. La cuestión sanitaria
El tema mayor de la campaña electoral (junto con Irak y la economía) es la falta de cobertura sanitaria de 47 millones de personas y la insuficiente cobertura para la mayoría de la población asegurada. El sistema asistencial sanitario en EEUU está financiado privadamente, a través del aseguramiento privado. Las personas pagan individualmente una prima a la compañía de seguros de su elección la cual le refiere a los servicios médicos contratados por la compañía de seguros. El coste promedio de tal prima es de 7.200 dólares al año por persona, cantidad que puede ser prohibitiva en una familia. En caso que la persona tenga una condición crónica es muy difícil conseguir un aseguramiento privado.
La mayoría de la ciudadanía (68%) sin embargo, consigue el aseguramiento a través de su puesto de trabajo tal como señalé al principio del informe. El coste de la póliza a la compañía de seguros privada así como los beneficios de tal aseguramiento se negocian entre los trabajadores y empleados de un centro de trabajo y su empresario, el cual paga parte de la prima de aseguramiento junto con el trabajador. El empresario es, por lo general, el que escoge la aseguradora privada y los proveedores de servicios (médicos y hospitales), contratados por tales compañías de seguro. No es el ciudadano sino su empresario el que escoge indirectamente a los proveedores. Muchos pequeños empresarios se resisten y no contribuyen al aseguramiento de sus trabajadores bien como consecuencia de no poder pagarlo o bien porque no quieren pagarlo en ausencia de unos sindicatos que le fuercen a hacerlo.
El Gobierno federal paga el aseguramiento de los ancianos a través del programa de Medicare. Este programa no cubre el 100% de los gastos de los ancianos sino sólo el 52% de tales gastos. Existe un programa federal patrocinado conjuntamente con los estados, que se llama Medicaid, para los gasto de los indigentes. El nivel de indigencia los definen los estados y existe una gran variabilidad en la cobertura: sólo el 22% de los pobres a nivel nacional están cubiertos por tal programa.
Este sistema es enormemente costoso. En EEUU se gasta un 16% del PIB en sanidad, porcentaje que alcanzará el 20% en siete años (Robert Kuttner “Marker- Based Failure- A second opinion on U.S. Health Care Costs” New England J. of Medicine. 7 Febrero 2008), con un gasto de cerca de 7.000 por cada ciudadano. A pesar de este gasto económico, el sistema sanitario tiene enormes problemas 1) 47 millones de personas no tienen ninguna cobertura sanitaria, 2) 102 millones tienen cobertura insuficiente, siendo la imposibilidad de pagar las facturas médicas la mayor causa de bancarrota familiar, 3) el 64% no está satisfecho con el sistema sanitario, el porcentaje mayor de descontento entre los países de la OECD, 4) el 32% de personas que se están muriendo expresan preocupaciones para poder pagar las facturas antes de morirse, 5) el ánimo de lucro es una motivación esencial en el comportamiento del sistema lo cual implica excesivas intervenciones quirúrgicas no necesarias clínicamente. El 40% de histerectomías, el 48% de operaciones de cateterismo cardíaco y bypass, el 28% de angiografías, el 40% de angioplastias y el 12% de intervenciones de cataratas son innecesarias o inapropiadas. La mortalidad es mayor en las clínicas privadas con afán de lucro que las que no son con afán de lucro, y ello como consecuencia de los menores ratios de personal auxiliar (como personal de enfermería) y menor riqueza de infraestructuras, una situación que también ocurre en España. 6) unos costes administrativos en marketing, administración de facturas y salarios para los gestores de las compañías de seguro, entre los mejor pagados en EEUU (la persona con un sueldo mayor en EEUU es Mr. William Mcguire, director de la compañía de seguro sanitario United: 37 millores de dólares más 1.770 millones en stock options al año). Estos gastos administrativos representan un 30% de todo el gasto sanitario, 7) unos beneficios exhuberantes de las compañías de seguros y otras industrias sanitarias como la farmacéutica: que, según la revista Fortune, tiene los beneficios más altos de toda la clase empresarial. Estas industrias están entre las que financian con mayor generosidad a los candidatos a las primarias incluyendo Hillary Clinton y Obama. Esta situación queda reflejada en el documental Sicko de Michael Moore que debiera mostrase en España.
Propuestas de los candidatos
Ninguna de las propuestas realizadas por los candidatos cambia el control de las compañías de seguros en la financiación y gestión del sistema sanitario. Hillary Clinton ha enfatizado la necesidad de que a todas las personas se las obligue a asegurarse, comprando la póliza del aseguramiento privado y/o forzando al empresario que pague su parte de este aseguramiento. Por otra parte controlaría (a través de medidas que no quedan explicitadas) el precio de las pólizas de aseguramiento, prohibiendo por otra parte que las compañías de seguro nieguen cobertura a ninguna persona, o que escojan a sus asegurados (excluyendo a los que tengan mayores necesidades). El sistema sanitario, por lo demás, continuará bajo el sistema de aseguramiento privado llamado managed care, que consiste en que las aseguradoras desarrollan sus propios planes de provisión de servicios, convirtiendo a los médicos y enfermeros en sus asalariados.
Un programa más reducido es el que Obama propone en el que no existe el mandato de aseguramiento. Tanto en las propuestas de Obama como en las de Clinton, la financiación pública será primordialmente ofrecer subsidios o desgravaciones fiscales para facilitar que las personas se aseguren, con lo cual, tales intervenciones representan un gran subsidio a las compañías de seguro.
De ahí que las izquierdas, Kucinich y también en menor medida Edwards habían propuesto el modelo canadiense llamado single payer en el sentido de que el gobierno federal (junto con los estados) contrata directamente con los proveedores de servicios. Tal medida permitiría unos ahorros enormes en los costes de administración (que constituyen en la Seguridad Social sólo un 3% del coste total, comparado con un 30% en las compañías de seguros privadas) permitiendo una cobertura mucho más completa que la actual. Tal modelo es el preferido por la población e incluso por los profesionales sanitarios que resienten la carga administrativa de las compañías de seguros y su control de las prácticas médicas.
Es interesante subrayar que Obama y Clinton han indicado que estarían a favor de tal programa pero que no lo consideran viable políticamente por el enorme poder de las compañías de seguros. Tales posturas parecen aceptar (lo cual es particularmente paradójico en el caso de Obama) que la esplendida Constitución de EEUU que comienza con la frase “Nosotros, el pueblo decidimos…” debiera corregirse para incluir una nota de pie de página que leyera “y las compañías de seguros sanitarios privados”. El eslogan de “sí, podemos” de Obama parece tener unas expectativas excesivamente modestas.¿Podemos hacer qué?.
Políticas económicas en las primarias
A lo largo del informe he ido documentando el deterioro de la situación económica y social de la clase trabajadora estadounidense y sectores de la clase media de aquel país durante los últimos ocho años. Este deterioro se había iniciado ya en gobiernos anteriores para amplios sectores de tales clases populares, pero ha sido particularmente acentuado en la época Bush junior. En contra de lo que se ha escrito frecuentemente en España, las políticas económicas del gobierno federal de EEUU no han sido liberales (en el sentido europeo de la palabra). Como ha indicado el economista Williamson, padre del “consenso de Washigton”, el gobierno de Estados Unidos no ha seguido las políticas que promueve a nivel mundial. Bajo la Administración Bush el gobierno federal ha sido enormemente intervencionista y Keynesiano. El gasto público y el déficit público han aumentado considerablemente y ello como consecuencia del gasto militar en las dos guerras que está llevando a cabo tal gobierno a nivel mundial, Irak y Afganistán. Tal incremento se ha realizado a costa de un aumento muy notable del déficit y de la deuda pública y además de un aumento muy notable de la carga fiscal de las clases populares a costa de una reducción muy marcada de los impuestos de la clase empresarial. Resultado de estas políticas las desigualdades han alcanzado un nivel sin precedentes. Su Gini es el más alto desde la Segunda Guerra Mundial (0,4). El 68% de la población considera que las desigualdades sociales en EEUU son excesivas e injustas pues no creen que se basen en el mérito sino en la influencia política de los grupos más pudientes de la población.
Un elemento de las políticas económicas de Bush que sí han seguido la doctrina liberal ha sido la desregulación de los mercados tanto laborales como financieros y comerciales. La enorme influencia en Washington del capital financiero de Wall Street ha conseguido una desregulación del capital financiero causa de la enorme crisis financiera que vive el país. Y es ahí donde las propuestas de Obama y Clinton son extraordinariamente insuficientes. Tal como documento en el informe, los dos han recibido grandes apoyos financieros de Wall Street y como escribe Max Fraser de la revista The Nation (11/02/08) la respuesta de los dos en cuanto a la crisis es excesivamente moderada, no proponiendo por ejemplo mayor transparencia y regulación de los fondos de inversión hedge founds (que han financiado a Obama) que han tenido un protagonismo en la crisis financiera.
Sin embargo, Obama y Clinton han propuesto cambios, no sólo en la política fiscal (eliminando la bajada de impuestos a las rentas superiores del país que había aprobado Bush júnior) sino también en política presupuestaria, acentuando la necesidad de cambiar las prioridades del presupuesto federal para transferir fondos de los sectores militares a los sectores sociales y a las infraestructuras del país que se han estado deteriorando durante muchos años. Otro cambio también significativo con la política que el Partido Demócrata había seguido hasta ahora ha sido el disminuir el énfasis en la reducción del déficit (política que había caracterizado a la Administración de Bill Clinton) para priorizar el aumento del gasto público, cambio que sería de desear se realizara también el gobierno socialista español. Este aumento del gasto público se acentúa también en las propuestas de Obama y Clinton como mecanismo de estimular la economía a base del incremento del gasto público en lugar de la disminución de los impuestos.
Políticas internacionales
John McCain continuaría las políticas de Bush, con la posibilidad que incluso acentuara más con incremento de tropas en Irak y Afganistán. No así si ganaran Obama o Clinton. Ahora bien, me preocupa que se espera demasiado de tales candidatos creyéndolos más sensibles a las realidades europeas.
La política exterior de EEUU está muy definida por las necesidades de la corporate class. Esta frase no es un slogan izquierdista. Es una realidad que se puede demostrar caso por caso. Ninguno de los dos, por ejemplo, favorece el cambio de criterios que rige la Organización Mundial del Comercio de manera tal que ésta diera tanta importancia a los derechos de los trabajadores a defender unos intereses organizándose en sindicatos como la prioridad que da hoy a los derechos de propiedad. Tanto el uno como el otro defenderán exclusivamente los intereses de la corporate class. No olvidemos que Bill Clinton, que había pedido a Nelson Mandela que hiciera campaña a su favor, durante las elecciones del 1992 (lo cual Mandela hizo) fue el que pidió un boicot a Sudáfrica por no haber respetado el derecho de propiedad de las empresas farmacéuticas estadounidenses y europeas, al crear sus propios genéricos. Dudo que su esposa u Obama hicieran algo distinto.
Cara a España, el cambio político sería muy importante, no sólo porque permitiría una relación más fluida entre España y EEUU sino porque la izquierda del Partido Demócrata siempre tuvo simpatía a las fuerzas democráticas españolas, como lo atestigua la condecoración que el Presidente Bill Clinton dio a Peter Sege (el cantante estadounidense que popularizó las canciones republicanas españolas en EEUU) concediéndole el máximo galardón civil en aquel país. Obama, por cierto, ha definido la Segunda Guerra Mundial como una lucha contra el fascismo, término que utilizó para definir a la dictadura del General Franco. Y entre sus amigos personales está Sturts Turkel que apoyó en su día las Brigadas Internacionales. Tanto él como Hillary Clinton tendrían gran simpatía con el gobierno socialista español por sus medidas en defensa de los derechos humanos como el matrimonio gay, igualdad de derechos y otros, que cuentan con una gran simpatía en EEUU entre sectores influyentes del Partido Demócrata.
La relevancia de las primarias para las izquierdas españolas
Como indiqué al principio de este informe (continuación de otro anterior), la relevancia a España de lo que está ocurriendo en la vida política de EEUU a España, es limitada debido a las enormes diferencias existentes entre las culturas políticas de los dos países. Y, la salud de las instituciones representativas españolas es superior a la salud de las existentes en la sociedad estadounidense, aun cuando hay elementos de la sociedad estadounidense, como los referéndum vinculantes a nivel local y estatal que representan formas de democracia directa debieran desarrollarse en España.
Pero es importante subrayar que el dominio de clase tan acentuado en aquel país y del cual apenas se habla, ha viciado su salud democrática, alcanzando unos niveles muy elevados de insatisfacción de la población con el sistema político. Y es ahí donde existe el peligro de que una situación semejante pudiera ocurrir en España. La excesiva proximidad de la corporate class de España con el poder político, frente principal de la moderación y limitada vocación reformista de las izquierdas puede extenderse, creando un resentimiento antiestablishment que incluiría a las izquierdas en este establishment. Existen ya indicios de ello que se traducen en la desmovilización de las bases de los partidos de izquierda. El enorme subdesarrollo del Estado de Bienestar español se basa en el temor a antagonizar a los poderes económicos, financieros y de clase que continúan presionando para bajar los impuestos. La filosofía liberal (en el sentido europeo) está influenciando a las izquierdas y ello conducirá (si no se corrige) a una creciente alienación hacia las instituciones políticas, como ha ocurrido en EEUU.
La segunda observación es que las izquierdas debieran recuperar sus categorías analíticas como clase social que les permita entender su propia realidad. No es suficiente utilizar las categorías de raza y género o nacionalidad en España. Lo hemos visto en EEUU donde los candidatos del Partido Demócrata han tenido que recuperar tal lenguaje, aludiendo a la clase trabajadora (working families) cuyo comportamiento de clase queda oculto cuando la realidad se ve sólo con lentes de raza, de género o de nación. Naturalmente que estas categorías son de gran importancia. Pero por sí no son suficientes. Hoy, un negro y una mujer en EEUU están luchando para ganar unas elecciones y los dos están llamando al voto de la población trabajadora, haciendo una llamada a la alianza de clases (clase trabajadora y clase media) en contra de la corporate class que controla la capital política Washington. Están intentando capitalizar un movimiento anti-clase política denunciándola por su proximidad a la corporate class. Es sorprendente que los dirigentes del Partido Demócrata (que son más moderados que los dirigentes de izquierda de nuestro país) estén hablando de y a la clase trabajadora cuando aquí en España casi nadie lo hace. Y ello es un error.
Baltimore, EEUU. 14 de febrero 2008
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