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Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 30 de junio de 2014.

Este artículo critica las rebajas de impuestos del gobierno Rajoy por su impacto negativo en la creación de empleo.

Una de las medidas predecibles que está tomando el gobierno del Partido Popular es la de reducir los impuestos de las rentas superiores, incluyendo aquellas que se derivan de la propiedad. Paralelamente, existe una rebaja del impuesto de sociedades de las grandes empresas en especial atención de las que facturan más de 150 millones de euros al año y que representan el 0,12% de todas las empresas del país. Es una de las rebajas más notables que ha habido en España de los impuestos sobre las rentas del capital y las rentas superiores, beneficiando principalmente al 10% de la población de renta superior (especialmente al 1% más pudiente). El gobierno del Partido Popular está favoreciendo de una manera muy marcada a los que en lenguaje popular se conoce como ricos y súper ricos.

¿Por qué se realizan estos recortes fiscales tan favorables a los sectores de la población con más recursos?

El argumento justificativo de este tratamiento fiscal discriminatorio es que las rebajas de impuestos a estos sectores beneficia no solo a los individuos que pagarán menos impuestos, sino también a toda la economía, pues los beneficiarios directos tendrán más dinero y lo invertirán, creando empleo. Este argumento lo aplican, preferentemente a las rebajas del Impuesto de Sociedades, pues se asume que, cuando el empresario tenga más dinero, lo invertirá, creando más empleo. En otras palabras, no se grava el capital porque gravarlo repercutiría negativamente en la creación de puestos de trabajo. De ahí la conclusión de que, si se desgrava el capital, se creará más empleo. Se ha llegado incluso a decir que la baja creación de empleo se debe a la supuesta alta imposición del Impuesto de Sociedades de las grandes empresas.

El problema de este tipo de argumentación es que la evidencia existente no la avala. Los datos, fácilmente obtenibles, señalan que estos supuestos son insostenibles. Lo que sí muestran los datos es que la baja creación de empleo se debe, primordialmente, al descenso muy notable de la demanda de productos y servicios, consecuencia, en gran parte, de la bajada de salarios y el elevado desempleo, que han causado un descenso muy marcado del consumo. Esta es la mayor causa del escaso crecimiento económico y creación de empleo. Un factor también importante es el descenso del gasto y empleo públicos, con la consiguiente reducción de la ocupación y la creación de puestos de trabajo.

La falta de evidencia que avale tales argumentos

Toda la evidencia empírica existente muestra que no hay una relación estadística entre la riqueza acumulada y concentrada en las clases pudientes y en las grandes empresas, por un lado, y la creación de empleo, por otro. El caso más claro de que los beneficios fiscales para el capital y los sectores con más riqueza (incluyendo rentas) no determinan mayor creación de empleo es lo ocurrido en los últimos treinta años a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y Europa Occidental), donde se han estado aplicando políticas neoliberales de rebajas impositivas del tipo descrito. Estas políticas fiscales han facilitado la concentración de la riqueza, alcanzando niveles nunca antes vistos, mientras que la creación de empleo ha sido mucho menor a la existente en el periodo anterior (1945-1980), conocido como “la época dorada del capitalismo”, cuando las cargas impositivas a las rentas superiores, a las clases más pudientes y a las grandes empresas, eran muy superiores a las del periodo 1980-2012. Así, mientras que las rentas del 1% más rico de EEUU se triplicaron durante el periodo 1980-2012 (mientras que los salarios estuvieron estancados o crecieron poco), la creación de empleo bajó, siendo mucho menor que en el periodo 1945-1980.

Y la causa de ello es fácil de ver. El factor más importante en la determinación de los puestos de trabajo es la demanda de productos y servicios, que determina que haya que producir más productos y servicios, requiriendo, para ello, más trabajadores y empleados. Y los elementos más importantes para explicar el nivel de demanda son los salarios y el empleo. A mayores salarios y a mayor gente asalariada, más demanda y más creación de empleo.

Por qué no se está creando empleo

Lo que ha pasado en los dos lados del Atlántico es que en el periodo 1980-2012 las rentas del trabajo han bajado, en parte debido al descenso de los salarios. Una característica de este periodo es que la riqueza que se iba creando en estos países, como resultado del crecimiento de la productividad, iba más a enriquecer a las rentas del capital (propietarios y gestores de las grandes empresas financieras, industriales y de servicios) que a las rentas del trabajo, como resultado de las políticas públicas de corte neoliberal que favorecieron al primero (el capital) a costa del trabajo (salarios). Para darse cuenta de la magnitud de estas rebajas salariales, es interesante observar que, si los salarios en EEUU se hubieran mantenido al nivel de 1970, el salario medio hoy sería de 40.000 dólares más de lo que es (ver vídeo “¿Quiénes son los creadores de empleo?” en www.vnavarro.org). Y ahí está la raíz del problema.

El aumento de la riqueza (incluidas las rentas) del súper rico tiene poco impacto en la demanda. Las rentas del súper rico son hoy miles de veces más elevadas que las del trabajador. Tiene tanto dinero que recibir más no quiere decir que consuma muchos miles de veces más que el trabajador. Su impacto en el consumo es, por lo tanto, mucho menor. De ahí que la demanda fuera mucho mayor en el periodo 1945-1980, cuando los salarios eran más altos y el empleo mayor (y las rentas superiores eran gravadas a niveles mucho más elevados que los del periodo neoliberal).

En realidad, lo que debería hacerse es gravar mucho más, y no menos a las rentas superiores y a las rentas del capital (al revés de lo que están haciendo los gobiernos neoliberales, incluyendo el español) y, con el dinero conseguido, el Estado debería crear empleo, tal como históricamente han hecho los países escandinavos de tradición socialdemócrata. Uno de cada cuatro suecos trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar, comparado con uno de cada diez en España. Si España tuviera el porcentaje de la población adulta trabajando en los servicios públicos del Estado del Bienestar que tiene Suecia, se crearían casi seis millones más de puestos de trabajo eliminando el paro. Tales servicios podrían financiarse con la eliminación de las bajadas de impuestos de sociedades de las grandes empresas que han ocurrido en España desde el año 2006 o gravando a las rentas del capital al mismo nivel que las rentas del trabajo. El hecho de que se esté haciendo lo opuesto es debido a la enorme influencia de los súper ricos sobre el Estado. Así de claro.

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