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Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Pensamiento Crítico” al diari PÚBLICO, 19 de novembre de 2014.

Aquest article analitza un fenomen molt important i rellevant a Espanya: la recuperació d’una altra visió d’Espanya, que ha estat històricament marginada, reprimida i ignorada per la visió dominant d’Espanya que és uninacional, radial, amb escassa sensibilitat social, poc redistributiva i excloent de qualsevol altra visió d’Espanya que no sigui la seva.

La Transición de la dictadura a la democracia en España se hizo bajo el enorme dominio de las fuerzas conservadoras, herederas de la derecha española (que en el abanico electoral europeo corresponde a la ultraderecha), lo cual explica que el producto de aquella Transición –la democracia española- haya sido una democracia muy incompleta, de muy baja calidad, poco representativa, poco redistributiva, con un escaso desarrollo social, con un elevado nivel de corrupción y sin ningún reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español. Esta democracia, producto de dicha Transición inmodélica, está centrada en un Estado uninacional, controlado en la práctica por un bipartidismo muy acentuado que, ayudado por las fuerzas conservadoras radicadas en las periferias, controla todos los aparatos del Estado.

Resultado de esta situación es que la visión más generalizada en la población de lo que es España, sea continuadora de la que históricamente ha dominado en los sucesivos periodos de la historia del país, y muy en especial en los periodos en los que el Estado español ha sido monárquico, siendo la monarquía borbónica el eje y mayor promotor de esta visión uninacional y radial de España, centrada en la capital del Reino, sede del establishment español.

Pero no hay que olvidar que siempre ha habido otra visión de España, una visión diferente y opuesta al Estado borbónico, que ofrece otra concepción de España. Esta otra visión es la de una España republicana, redistributiva, con conciencia social y con un Estado plurinacional reconocedor de la diversidad de España, y a la que se le permitió florecer durante los breves periodos de gobiernos progresistas durante la II República. De ahí que esta visión de España apareciera durante la clandestinidad en la mayoría de partidos de izquierdas españoles que existieron durante la lucha contra la dictadura, realizada en situaciones enormemente difíciles y de gran represión. Tampoco debería olvidarse que el PSOE, más tarde el mayor partido de las izquierdas españolas, había reconocido tal plurinacionalidad del Estado español apoyando el derecho de autodeterminación para cada una de las naciones que lo constituían. Estos partidos, debido a presiones de la Monarquía y del Ejército –herederos del Estado dictatorial establecido mediante un golpe militar-, abandonaron o pusieron en segundo plano ese compromiso con la plurinacionalidad. Y cuando las izquierdas periféricas –de Catalunya y el País Vasco- lideraron un intento de redefinición de la visión de España, dicho intento fue reprimido, ignorado y, finalmente, vetado por el Tribunal Constitucional, como pasó con el Estatut aprobado por el pueblo de Catalunya en 2006.

Ahora bien, este régimen iniciado en el año 1978, resultado de la Transición inmodélica, está bajo una enorme crítica, y está perdiendo rápidamente su legitimidad debido a dos hechos de una enorme transcendencia, resultado de las enormes limitaciones de la democracia española y de las grandes insuficiencias de su Estado del Bienestar.

La confluencia de rechazos

Desde hace ya más de cinco años el Estado central, gobernado primero por el PSOE y después por el PP, ha estado llevando a cabo políticas públicas que no estaban anunciadas en los programas electorales de estos partidos, y que carecen, por lo tanto, de un mandato popular. Estas políticas públicas, que incluyen a) recortes del gasto público y muy en especial del gasto público social -los cuales están empobreciendo de una manera muy marcada el ya insuficientemente financiado Estado del Bienestar español (uno de los más subfinanciados en la Unión Europea de los Quince, el grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al español)-, y b) reformas laborales encaminadas a disminuir los salarios, son enormemente impopulares. Puesto que estas políticas públicas se están imponiendo a la población en contra de sus deseos, están creando un rechazo hacia el Estado que las promueve y que se percibe como poco representativo de los deseos populares (el eslogan del 15-M “no nos representan” es ampliamente aceptado como suyo por la mayoría de la población española, que también acepta el eslogan de que “no hay pan para tanto chorizo”). Este Estado se percibe como un instrumento de las instituciones financieras y empresariales (la gran patronal) y de las clases pudientes, que siempre han tenido una gran influencia sobre el Estado y sobre los mayores medios de comunicación (que también están perdiendo legitimidad rápidamente). Este enorme rechazo ha sido también causa de que algunos canales televisivos hayan permitido un cierto espacio a las voces críticas que, al representar el sentir de la población, se han convertido rápidamente en enormemente populares, como es el caso de Pablo Iglesias, siendo esta apertura muy rentable para tales canales. La existencia de estos espacios no transforma a los medios en plurales (pues continúan estando muy controlados y siendo poco plurales), sino que estos breves espacios les generan mayor rentabilidad, aunque, aun así, siempre existe el riesgo de que estas voces críticas desaparezcan o sean vetadas. Existe casi una dictadura mediática en España, que explica que la visión de una España uninacional continúe siendo la más generalizada en el resto del país.

Ahora bien, el otro gran hecho, además del rechazo social, es el rechazo a esta visión uninacional de España, que predeciblemente está ocurriendo en Catalunya, donde un porcentaje de la población muy elevado (casi el 80%) desea poder decidir sobre su futuro, incluyendo su relación con este Estado, un Estado que no es visto por un tercio del electorado como un Estado al cual quieran pertenecer.

La confluencia de estos dos rechazos, el social y el nacional, está llevando al fin del régimen iniciado en 1978 como resultado de una Transición inmodélica. Aparece así de nuevo esta otra España, la popular, la republicana, la solidaria, la redistributiva y social, y la plurinacional, todas ellas claramente relacionadas. Hoy están surgiendo movimientos a lo largo del territorio español que están coincidiendo en muchas de sus demandas, consecuencia de tener un adversario común: el Estado uninacional. Y la mayoría de la población de los distintos pueblos y naciones de España los apoya.

La importancia de recuperar la memoria histórica de la otra España

Cuando Pablo Iglesias, en su discurso en el Parlamento Europeo, indicó que estaba orgulloso de que hubieran sido tropas republicanas españolas las que liberaron París, era la voz que reivindicaba la otra España. No me imagino que ningún representante del gobierno español, fuera del PP o del PSOE, hubiera hecho tales declaraciones. Todo lo contrario, gran parte de los representantes españoles han estado ausentes o muy poco visibles en las ceremonias conmemorativas del fin de la II Guerra Mundial, ocultando o ignorando que la España republicana contribuyó a la derrota del nazismo y del fascismo en Europa.

La ausencia de una recuperación de la memoria histórica por parte de los gobiernos españoles ha sido uno de los datos más llamativos e indicadores de la baja calidad de la democracia española. Encuentro, por cierto, repugnantes (y no hay otra manera de decirlo) las declaraciones de Javier Cercas, el escritor y novelista más promocionado por el grupo PRISA y por El País, que en una reciente entrevista en dicho rotativo (15.11.14) define despectivamente a los grupos y personas que han continuado batallando bajo enormes dificultades por la recuperación de la memoria histórica, como parte de una floreciente industria, añadiendo que ello es parte de una manipulación generalizada, utilizando el caso de un conocido impostor que dirigió la Amical de Mauthausen, una asociación de prisioneros de campos de concentración nazis (sin haber estado nunca él mismo en ningún campo), como si la práctica de dicho personaje representara a todos los que luchan para recuperar la memoria histórica de los vencidos. En realidad, Javier Cercas ha sido un gran impostor al manipular la figura histórica del personaje principal de su novela Soldados de Salamina, a fin de promover su visión de aquella guerra, presentando el rechazo del republicano a apretar el gatillo del fusil para matar al fascista como el inicio de una supuesta reconciliación entre las dos Españas, descripción que causó la protesta del hijo real del republicano cuya vida fue manipulada por el novelista Javier Cercas (ver mi artículo “El olvido histórico: causas y consecuencias”, Público, 22.06.13). Ahora, como antes, concluye que todos somos responsables de lo que ocurrió, postura predecible de una persona, hijo de vencedores, que, generalizando, intenta diluir las responsabilidades. Hoy continúa promoviéndose una visión que intenta callar y marginar a la otra España que está hoy apareciendo.

Pero este movimiento de recuperación, de renacimiento y de reencuentro con la memoria histórica de la tradición republicana de la otra España, significa un momento histórico de enorme importancia para este país.

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