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Publicat al diari digital EL PLURAL, 24 de Juliol de 2009

Aquest article senyala que les polítiques promogudes pel President Obama a Amèrica Llatina, tot i que han representat una gran millora sobre les del President Bush, encara tenen importants insuficiències, conseqüència de les forces profundament conservadores que existeixen dins de la seva administració, així com en el Congreso d’EEUU. L’article mostra les polítiques del President Obama a Honduras com a exemple d’això.
Comienzo este artículo diciendo que apoyé e Obama en las últimas elecciones a la Presidencia de EEUU, y espero que sea reelegido, pues la alternativa republicana, sea cual sea, sería muchísimo peor para las clases populares de EEUU y de todos los países del mundo. Ahora bien, mi apoyo a Obama está determinado por el contexto estadounidense. Es decir, es positivo que Obama sea presidente en EEUU, pero el hecho de que lo sea de EEUU implica  que su Presidencia esté configurada por unas fuerzas financieras, económicas y mediáticas que establecen las pautas de sus comportamientos domésticos e internacionales, que limitan en gran manera el potencial progresista que su elección supone.

Si comparamos, por ejemplo, el comportamiento de Obama, con una clara denuncia del golpe de estado hondureño, con el apoyo e implicación de Bush en el intento del golpe de estado de Venezuela, la diferencia es notoria y significativa. No hay duda, por lo tanto, de que la política de Obama ha significado un paso positivo en su política exterior. Es más, a petición del Presidente Evo Morales, de Bolivia, el Presidente Obama condenó el intento de asesinato al Presidente Morales, indicando que “quiero dejar muy claro que estoy absolutamente en contra y me opongo a los esfuerzos de sustituir violentamente cualquier gobierno democráticamente elegido en el lugar que sea en este hemisferio.”. El Presidente Morales, por cierto, sospechaba, razonablemente, que la Embajada estadounidense en Bolivia estaba intentando desestabilizar su gobierno, pues la Agencia de Ayuda Exterior de EEUU (USAID) estaba gastando unas cantidades en Bolivia (incluyendo apoyo a partidos de la oposición) que, proporcionalmente, eran equivalentes a las que EEUU invertía en Irak. Tal declaración de Obama desalentó cualquier intento violento de cambio.

Ahora bien, dicho esto, es importante no caer en la obamamanía, que amplios sectores de las izquierdas en Europa están haciendo. Es necesario no perder la actitud crítica, incluso hacia la administración Obama, cuyas políticas están configuradas, en gran manera, por fuerzas políticas de las que las izquierdas en Europa debieran ser conscientes. Veamos, por ejemplo, lo ocurrido en Honduras, y analicemos varios hechos en los que la Administración Obama merece una crítica.

Primero. Todos los militares golpistas hondureños son graduados de la Escuela Militar Estadounidense, llamada Escuela de las Américas, donde se han formado la mayoría de golpistas latinoamericanos. Esto es un hecho incuestionable. Los datos están ahí, de fácil comprobación. Estos golpistas hondureños están no sólo educados, sino también financiados y dotados de recursos por el sistema estadounidense de seguridad, centrado en el Pentágono. Es imposible que estos generales pudieran dar su golpe sin el conocimiento de los militares estadounidenses asentados en Honduras, y es difícil (aunque no imposible) que militares estadounidenses, próximos a los golpistas hondureños, no informaran a la Administración Obama de lo que estaba ocurriendo y de los preparativos para el golpe militar. La Administración Obama debe dar una explicación sobre la relación entre el Pentágono y los golpistas hondureños.

Segundo. La Ley estadounidense establece, claramente y sin ningún equívoco, que EEUU no puede proveer ninguna ayuda militar o económica a ningún gobierno que haya sustituido por la fuerza de las armas, según un golpe militar, a otro que fuera democráticamente elegido. Pues bien, la ayuda militar y económica no se ha interrumpido completamente. Es cierto que se ha suspendido la ayuda militar de 16,5 millones al Ejército golpista hondureño. Pero la Escuela de las Américas continúa dando la bienvenida a militares hondureños. Tales contactos debieran ser interrumpidos. Y la ayuda económica debiera también terminarse.

Tercero. El gobierno federal debiera instruir que se congelaran todas las cuentas bancarias de todos los dirigentes y simpatizantes del golpe militar depositadas en los bancos estadounidenses, tal como ha propuesto el Los Angeles Times. Tal medida dañaría directamente a tales individuos golpistas sin perjudicar a la población. Esta medida podría también adoptarse en todos los países miembros de la Organización de Estados Americanos.

Cuarto. El gobierno federal debiera también negar el acceso de apologistas del golpe, contratados por el nuevo gobierno ilegal hondureño, para influenciar al gobierno federal en su defensa. Entre ellos destacan Lanny Davis, abogado, próximo a los Clinton (defendió al Presidente Clinton durante el famoso caso Lewinsky) que ha sido contratado por el gobierno golpista para tratar de influenciar a la Ministra de Exteriores de EEUU, la Sra. Clinton, y al Congreso de EEUU. Y el otro apologista del golpe es Bennett Ratcliff, abogado estadounidense que, según  el The New York Times, es próximo a Micheletti y persona influyente en el Congreso de EEUU, conocido dentro del Partido Demócrata por su falta de escrúpulos en su objetivo de optimizar sus ingresos.

Quinto. El presidente Obama debiera cambiar su equipo de consejeros en temas de América Latina, entre los cuales está el Sr. Jeffrey Davidow, que estuvo en la Embajada Estadounidense en Chile durante el golpe del general Pinochet.

Sexto. El Presidente Obama debiera recibir al Presidente legítimo de Honduras. Hasta hoy no lo ha recibido, un hecho criticable que resta credibilidad a su supuesto apoyo a tal Presidente como legítimo Jefe de Estado de un país, que EEUU siempre ha considerado de gran importancia estratégica para sus intereses. La Administración Obama debe ser consciente de que el gobierno federal de EEUU ha intervenido sistemáticamente (incluyendo el envío de tropas estadounidenses) a favor de los intereses oligárquicos hondureños aliados a Compañías estadounidenses (The United Fruit Company), que instauraron dictaduras sostenidas por el gobierno federal de EEUU. Tal distanciamiento de la Administración Obama hacia el Presidente Zelaya daña la credibilidad de su compromiso con la existencia de democracia en aquel país.

Séptimo. La Administración Obama no ha condenado específicamente los actos de brutal represión que están teniendo lugar en aquel país, que incluyen detenciones y desapariciones, ataques armados a la población, interrupción de libertad de prensa y de comunicación, e interrupción de todos los sistemas de comunicación, incluido Internet.

Octavo. La Administración Obama ha sido la mayor fuerza en el  proceso de mediación en Costa Rica, entre los golpistas y el  Presidente legítimo de Honduras, estableciéndose relaciones bilaterales con igualdad de representatividad, que alcanza su forma más paradójica cuando se trata al principal golpista con los mismos tratamientos que al Presidente legítimo. Es bochornoso que se considere a los dos lados como iguales.

Se me dirá, con razón, que el Presidente Obama (independientemente de su sentimiento y opinión personal) tiene que ir con pies de plomo en lo que hace, debido a la gran fuerza que los conservadores todavía tienen en EEUU. Recordemos que el Presidente John Kennedy fue asesinado cuando intentaba el deshielo con el gobierno cubano de Fidel Castro. Las fuerzas conservadoras son enormemente poderosas en EEUU. Y limitan  y obstaculizan cambios en la política exterior (e interior) de aquel país. Y es ahí, precisamente, el quid de la cuestión. Que las políticas de Obama sean mejores que las de Bush (lo cual es muy positivo) no quiere decir que el Presidente Obama sea ahora la fuerza política progresista que cambiará América Latina. Ni mucho menos. Lo mejor que puede hacer la Administración Obama es neutralizar las fuerzas conservadoras (claramente reaccionarias) existentes en su entorno y en el Congreso de EEUU (incluido en el Partido Demócrata). Estas fuerzas limitan lo que Obama puede hacer en Latinoamérica, incluso en el caso, más que probable, que él deseara sinceramente un cambio muy notable en sus relaciones con América Latina.

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