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Publicado en la Revista Temas, febrero 2008. Número 159.

Uno de los problemas sociales que grandes sectores de las izquierdas en Europa están ignorando a un coste político elevado es el de la inmigración. La gran mayoría de partidos de izquierdas resaltan los beneficios de la inmigración, que son muchos (tales como estimular el crecimiento económico y demográfico del país) pero ignoran los costes que tal inmigración puede acarrear a corto plazo para los sectores más vulnerables de la población y que históricamente han sido los grupos que han apoyado en porcentajes mayores a los partidos de izquierdas. Estos costes no solo son económicos, que en sí ya son importantes (como la contribución de la inmigración a la estabilización, cuando no disminución de los salarios), sino también sociales: La mayoría de inmigrantes entran en el territorio español a través de los barrios obreros donde compiten con los trabajadores existentes en el país por puestos de trabajo, vivienda social, escuelas públicas, servicios sociales y otros recursos públicos. Es lógico, por lo tanto, que en un Estado como el nuestro, con gran inseguridad laboral (España es el país con mayor precariedad laboral en la UE-15, un 32% de los trabajadores tienen contratos temporales de bajo coste) y gran inseguridad social (España tiene uno de los gasto públicos sociales más bajos de la Unión Europea de los Quince), grandes sectores de la clase trabajadora se sienta amenazados por esta inmigración. Añádase a ello, los costes que conlleva a la población nativa el integrar a unas culturas distintas a las locales con valores que pueden incluso ser antagónicos a los existentes en la cultura recipiente. Ignorar estas realidades, como sectores de las izquierdas están haciendo, explica lo que ya está ocurriendo en varios países europeos, donde el votante trabajador que apoyaba antes a las izquierdas apoya ahora a las derechas, que utilizan directa o sutilmente un mensaje antiinmigrante. Esta situación se da con creces en la mayoría de países del sur y centro de Europa, donde los partidos de izquierdas están perdiendo grandes sectores del voto obrero que transfieren su apoyo electoral incluso a partidos xenófobos antiinmigrantes. No es racista el más ignorante sino el más inseguro.
Sería importante que nuestras izquierdas aprendieran de la experiencia de la socialdemocracia más avanzada en Europa, la sueca. Durante los años en los que había gran escasez de mano de obra, el gobierno sueco, resolvió este problema mediante la integración de la mujer al mercado de trabajo, lo que necesitó de la creación de una gran red de servicios públicos – escuelas de infancia y servicios domiciliarios – que permitieran a la mujer compaginar sus responsabilidades familiares (compartidas con su compañero) con su proyecto personal. Una vez tal incorporación tuvo lugar (el 82% de la mujer adulta sueca trabaja) se abrió el país a la inmigración, priorizando a la procedente de países con grandes afinidades culturales con Suecia como es Finlandia (la mitad de los inmigrantes proceden de aquél país).
Uno de los elementos más importantes que explican el éxito de la integración de aquella inmigración en aquel país fue la prohibición de salarios bajos por parte del Estado. El mercado de trabajo sueco está altamente regulado y no se permitieron salarios bajos. Y la otra medida que garantizó el éxito de las políticas de inmigración fue una política de vivienda universal, con vivienda pública (de elevada calidad) que competía con la privada y que estaba abierta a todos los sectores de la sociedad sin estar condicionada a la renta del solicitante. En total se construyeron 1 millón de viviendas en diez años (1965 – 1975) en un país que entonces tenía siete millones de habitantes. El gobierno conservador liberal sueco elegido recientemente está privatizando todas esas propiedades, facilitando la fragmentación social de la vivienda, desregulando a su vez el mercado de trabajo a fin de facilitar la aparición de un sector de bajos salarios, abriendo además el país al inmigrante económico, medida que va acompañada de otras medidas antisindicales.
En España, el mundo empresarial quiere que se facilite la inmigración pues quiere segmentar el mercado de trabajo. De ahí que la alternativa de izquierdas tuviera que ser un apoyo al inmigrante, (luchando para que toda persona que vive en el país tenga los mismos derechos, dificultando la polarización laboral y social) a la vez que desalentara y dificultara la inmigración como solución al problema de escasez de mano de obra. Es un error el promover la inmigración en mercados muy desregulados y con escasa protección social como es el español.

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