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Publicat a la revista Temas para el debate, número 160, març 2008.

Las elecciones primarias en EEUU es la gran noticia del año y continuará siéndolo durante todo el año puesto que el resultado de tal proceso afectará también a España. De ahí la importancia de entender bien lo que ocurre en aquel país, lo cual no es fácil.

Durante mi largo exilio, he vivido durante más de treinta y cinco años en aquel país, participando activamente en su vida académica y política. Creo conocer bien aquel país y puedo constatar que las culturas y narrativas políticas de EEUU y de España (y de Europa) son muy distintas, e incluso opuestas en muchos elementos.

Incluso los colores utilizados en los símbolos políticos son opuestos. El rojo es el color de las izquierdas en España y en cambio es el de las derechas en aquel país mientras que el azul es el color de las derechas en nuestro país y sin embargo es el que identifica a las izquierdas en EEUU. Pero más importante que la diferencia de colores es la de términos utilizados en el lenguaje político. En EEUU se llama liberal a un político que quiere expandir las intervenciones públicas, incluido el gasto público, quiere aumentar los impuestos y favorece políticas redistributivas al revés que en España, donde los partidos liberales apoyan reducir los impuestos y el gasto público y están en contra de políticas redistributivas.

Periodistas españoles suelen traducir literalmente al español el término liberal utilizado en EEUU sin aclarar la distinción creando gran confusión. Grandes sectores de las bases del Partido Demócrata en EEUU (los sindicatos, el movimiento de derechos civiles, el movimiento feminista, NOW, entre otros) son en realidad socialdemócratas que tienen cierta capacidad de influencia en las elecciones primarias de aquel partido. Estas permiten la participación de los miembros y de los simpatizantes de los Partidos en la elección de sus candidatos.

Las primarias y los referendums (que son vinculantes a nivel local y estatal) constituyen dos elementos muy positivos de la democracia estadounidense y que ha inspirado la creación del Partido Democrático Europeo. Pero en esta inspiración se han idealizado las instituciones políticas estadounidenses. Aquí siento la necesidad de hacer una aclaración para protegerme de la burda acusación de “antiamericano” que las voces conservadoras y liberales en España hacen hacia voces críticas del sistema político de EEUU.

He sido asesor de Jesse Jackson durante las primarias de 1984 y 1968, fui un miembro (a propuesta de los sindicatos estadounidenses y del movimiento de derechos civiles Rainbow Coalition) del grupo de trabajo en la Casa Blanca, presidido por la Sra. Clinton, y fuí galardonado por el Ministerio de Salud y Asuntos Sociales del gobierno federal como uno de los científicos que ha hecho más para mejorar la salud del pueblo estadounidense. Con estas credenciales espero que mis notas críticas de aquel sistema político no sirvan para ponerme en aquella categoría.

Dicho esto, debe enfatizarse, que los aspectos muy positivos de participación –las primarias y los referendums- se realizan a través de procesos altamente influenciados por grupos económicos, financieros, corporativos y profesionales que financian tales procesos electorales. Los candidatos Obama y Clinton, por ejemplo, habían amasado 100 millones de dólares antes de comenzar las primarias y es probable que la cantidad final quintuplique estas cantidades. Tal dinero procede en su mayor parte de grupos económicos, asociaciones profesionales, grupos financieros, industrias farmacéuticas y equipamientos sanitarios, bancos, compañías de seguro, y un largo etcétera, además del 30% de renta superior del país.

Tales fondos se gastan primordialmente en comprar espacios televisivos que se venden al mejor postor, sin ningún tipo de regulación de los canales televisivos, todos ellos privados. Tal sistema discrimina a aquellos candidatos como Kucinich y Edwards que por sus propuestas de izquierda representan una amenaza a aquellos grupos económicos y empresariales que financian las campañas electorales y que no consiguen los suficientes fondos para poder promover sus candidaturas.

Así, el hecho de que no haya un servicio nacional de salud que garantice el derecho de acceso a los servicios sanitarios en tiempo de enfermedad en EEUU se debe al enorme poder de las compañías de seguro medico que financian a los candidatos, incluyendo Obama y Clinton (ver el artículo Sobre las elecciones en EEUU en mi blog www.vnavarro.org).

La privatización del sistema electoral implica en la practica una exclusión de las izquierdas en este proceso. Tanto Kucinich como Edwards tuvieron que dejar la campaña por falta de dinero. No se capta en los medios de información españoles que la participación electoral en EEUU está muy sesgada habiendo excluido a los candidatos de izquierda pues son lo que pueden conseguir menos fondos. En las elecciones al Congreso de 2006, el 94% de los vencedores fueron los que habían conseguido más fondos.

Ello explica que el 68% de la población en EEUU no considera que el Congreso de EEUU represente sus intereses sino los intereses de los lobbies y grupos económicos que los financiaron. Estas prácticas que son, en su gran mayoría ilegales en los sistemas democráticos europeos son legales en EEUU. Ello explica, también la gran abstención de la población hacia el proceso electoral, la más alta en los países de la OCDE. Estos datos deben conocerse cuando se explican las primarias en EEUU.

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