nov 23

El blog del profesor Navarro presenta un artículo publicado en Público sobre el libro Hay alternativas del cual es autor junto con Juan Torres y Alberto Garzón.

La crisis ha parido un idioma. Una burbuja de léxico. Invierte en ansiedad a base de palabras que suenan a tictac para convencer de que sólo hay un camino y de que hay que recorrerlo a toda prisa. Riesgo, riesgo sistémico, prima de riesgo, objetivo, reforma, irrenunciable, contagio… Todos los que mandan se muestran de acuerdo en una única vía para salir de ese estrés. En España, en la zona del euro, desde Europa, el FMI… se reza a un camino de tijera, austeridad, rebaja salarial para ganar competitividad y reducción de servicios e inversiones públicas, para que los países dejen esa manía de deber dinero. Y lo dice la banca, que se dedicaba a prestar y ahora salva lo prestado con impuestos a los que llama rescates (de países). Los gobiernos ofrecen lo que haga falta para alcanzar un nirvana prometido de estabilidad en el que, gracias a sueldos cada vez más bajos, todos los países venderán sus productos baratos a otros países (no se sabe a cuáles) y el crédito volverá.
Una importante corriente de pensamiento considera que Hay alternativas. Lo asegura desde la portada el libro de los economistas Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón. Lo repite en su subtítulo: «Propuestas para crear empleo y bienestar social en España», un cruce que la política actual acusa de incompatible. Y lo argumenta un chorro de ideas trenzadas con cifras que niegan uno a uno los soportes que sostienen la corriente de pensamiento dominante. No hay un exceso de gasto público en España, hay una falta de ingreso que se puede solucionar. La reducción de salarios no mejora la competitividad, merma el consumo y, por tanto, la demanda interna y debilita a la clase trabajadora, que se ve forzada a endeudarse. Si el número de empleados públicos fuese similar al sueco (25% de la población frente al 9% de España), habría mejores servicios sociales y se crearían cinco millones de empleos. Pero, para eso, hace falta una estructura fiscal como la sueca, que permitiría recaudar 200.000 millones de euros más al año.
Hay alternativas propone salarios más altos, más inversión pública y una potente lucha contra el fraude para salvar al país de un presente con la riqueza cada vez más concentrada. Donde el equivalente en recursos al 80,5% del PIB está controlado por 1.400 personas. El único país de la OCDE en el que no ha habido crecimiento real de salarios entre 1995 y 2005. Donde, por ejemplo, «los mayores perceptores de ayudas agrarias de la Unión Europea siguen siendo la familia Mora Figueroa Domecq, la Duquesa de Alba, el Duque del Infantado o la Compañía de Jesús».
«Cambiar es difícil, pero continuar por el mismo camino es sencillamente suicida», dice el libro. ¿A quién? ¿Para quién está escrito? «Para gente que no está de acuerdo conmigo», explica a Público Juan Torres, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. «Sin embargo, la gente tiende a leer para confirmar sus posiciones e ideas, no para contrastarlas, así que imagino que van a leerlo más quienes piensan como nosotros. Esto también es útil. En esta época, es muy importante tener argumentos y no sólo principios o creencias». Vicenç Navarro, politólogo y economista, catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y columnista de Público, espera que «todas las personas que están indignadas con lo que está ocurriendo» se den cuenta «de que no tienen que aceptar el argumentode que no hay otras opciones».
Detrás del teórico mapa con el camino único no hay otra cosa que «lucha de clases», dice el filósofo Noam Chomsky en el prólogo del libro, donde recuerda las palabras que pronunció en 1978 Douglas Fraser, presidente del poderoso sindicato estadounidense UAW: «Condeno a los dirigentes de la comunidad empresarial por haber escogido la guerra de clases unilateral, en contra de la clase trabajadora (…) e incluso de los sectores de las clases medias».
¿Hay oídos para estos argumentos? La calle dice que sí, pero las urnas parecen girar a la derecha en los países que más sufren (Portugal, ¿España?, ¿Grecia?). Las urnas engañan, vienen a decir los autores del libro. «El hecho de que las derechas puedan ganar no es porque la población se mueva a la derecha. Por regla general, el porcentaje de gente que vota a la derecha es minoritario. El problema que tienen las izquierdas es de abstención», comenta Navarro. «La evidencia de que las políticas neoliberales que se han estado desarrollando, tanto a nivel central como en las comunidades autónomas, son muy impopulares es abrumadora», añade. Y el hecho «de que se estén aprobando por las Cortes está contribuyendo a su enorme descrédito», una distancia entre gobernantes y gobernados «excesiva» que tiene un importante «coste político» del que los dirigentes «no son plenamente conscientes».
Para Torres, ese coste ha provocado que José Luis Rodríguez Zapatero «haya liquidado al Partido Socialista», optando por las medidas de ajuste y las reformas emprendidas. «Nunca hubo un secretario general con tanto poder personal y nunca las bases significaron menos», comenta el autor. «Pero el poder personal, que sirve para controlar los aparatos de partido, es puro humo cuando se trata de hacer frente a los retos económicos y a los verdaderos poderes económicos, financieros y mediáticos». Al perder el contrapoder de su partido y de la calle, «Zapatero no le ha durado ni medio asalto a los que tienen poder por sí mismos. Lo malo es que no lo va a pagar sólo él».
La crisis tiene culpables. «El Banco de España ha sido el mayor responsable de que no se regulara el sistema financiero para evitar la crisis de crédito que existe hoy. Ha sido más un lobby de la banca que un banco central», comenta Navarro. «Podía haber evitado la burbuja de crédito, la mala gestión de la banca y las cajas, la deriva hacia el modelo especulativo-inmobiliario», añade Torres, a quien le parece «increíble que nadie pida responsabilidades».
Ha habido grandes errores. «España no entró en el euro. Se entregó al euro», comenta Torres. «Un euro mal diseñado que sólo interesaba a las grandes corporaciones» sin escuchar «a muchos economistas que dijimos que sería inevitable que surgieran problemas y que íbamos a pagar más caro las economías más débiles. Ya no disponemos, no ya de margen de maniobra, ni siquiera de activos. El euro nos ha desnacionalizado económicamente». Para Navarro, «a no ser que se hagan cambios sustanciales en las funciones del Banco Central Europeo (BCE) o el gobierno de la eurozona, el deterioro del bienestar social exigirá salir de la moneda única».

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