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Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 26 de julio de 2012


El artículo señala que aquellos que predicen el colapso del euro desconocen la historia de cómo tal moneda se estableció, así como el enorme dominio que el estado alemán tuvo en el proceso de su establecimiento.

Uno de los temas sobre los cuales se ha escrito más en los medios de mayor difusión es el de la inminente caída del euro, observación a la que se le une una impaciencia para que se haga algo, porque sino el euro colapsará. Como he indicado ya en varios artículos (ver mi blog www.vnavarro.org), el euro no tiene ningún peligro (repito, ningún peligro) de desaparecer. Y la causa de ello es que, tal como he mostrado en tales artículos, el euro le está yendo pero que muy bien al capital financiero alemán, al sector exportador alemán, y al Estado alemán, que dominan todos ellos la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE), que son los responsables de que se reproduzca la situación actual de bonanza en Alemania y países aliados en el norte, y miseria en los países periféricos de la euro zona, incluyendo España.

Esta es la situación actual, resultado de la manera como se estableció el euro y las concesiones que se hicieron a Alemania para que permitiese que el marco alemán fuera sustituido por el euro. Es obvio que esta historia es desconocida por aquellos que vaticinan que el euro colapsará. Recordémosla.

La reunificación alemana significaba una amenaza para Europa. De ahí que algo debiera hacerse para diluir este temor a la nueva Alemania unida. Y la creación del euro fue la solución. El Presidente Mitterrand quería europeizar Alemania y anclar su destino al de Europa, y la manera de hacerlo era que el marco alemán desapareciera y fuera sustituido por la nueva moneda europea. La evidencia de que éste fue el origen del euro es bastante abrumadora. Y la reciente desclasificación de documentos hasta ahora archivados del ministerio de Asuntos Exteriores alemán, muestra claramente que el canciller Helmut Kohl era consciente y cómplice de este proyecto. (Tales documentos han sido publicados en Der Spiegel).

La alternativa hubiera sido la Alemania fuerte, frente a Francia, Gran Bretaña y Rusia. De ahí que fuera el Presidente francés el que liderara la integración alemana en Europa. En realidad, ya el Presidente Charles de Gaulle y el canciller Konrad Adenauer habían hablado de establecer una moneda común. Pero no fue hasta mediados de la década de los ochenta cuando el euro comenzó a gestionarse y desarrollarse. Y un factor añadido que ejercía presión sobre Francia para que desapareciera el marco, es que éste era más fuerte que el franco y condicionaba constantemente el comportamiento de la economía francesa. Cada vez que Alemania crecía más rápidamente, Francia tenía que devaluar el franco francés para poder competir con Alemania. De ahí el deseo de que se estableciera una unión económica y monetaria, deseo que, en contra de lo que se ha estado publicando, era más un deseo del gobierno francés que del alemán. Constantemente se está indicando que es el gobierno alemán el que favorece el establecimiento de una Europa política, mientras que el gobierno francés, consecuencia de un supuesto nacionalismo, se opone. Lo contrario a lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo. En realidad, fue un francés, Jacques Delors, Presidente de la Comisión Europea en aquel periodo, el que fue encargado de desarrollar los primeros planes.

Alemania no estaba muy entusiasmada con tal unión. Sólo el canciller Helmut Kohl estaba comprometido con ello. Pero ni el público alemán ni el establishment alemán estaban a favor. Y ni que decir tiene, el Banco Central Alemán no quería ni hablar de ello. Pero terminó imponiéndose, pues la creación del euro fue una condición para que a Alemania se le permitiera reunificarse. Así lo vio claramente el gobierno alemán.

Ahora bien, para diluir la resistencia alemana, se tomaron unas decisiones que probaron ser fatales para el crecimiento económico de los países de la Eurozona, y muy en particular de los países de su periferia tales como España. Y la más importante fue que el Banco Central Europeo fuera, en la práctica, dominado por el Banco Central Alemán (el Bundesbank) convirtiéndose en un lobby de la banca alemana cuyo único objetivo es controlar la inflación, sin ninguna atención al crecimiento económico y producción de empleo. La otra condición, puesta por el Bundesbank fue el Pacto de Estabilidad, que es la fuente de austeridad que se está imponiendo a los países periféricos de la Eurozona en momentos de gran recesión.

La secuencia de los hechos prueba la relación entre ellos. El 3 de octubre de 1990, el este de Europa se convirtió en la parte este de la Alemania Federal. En febrero de 1992 se aprobó el tratado de Maastricht con el Pacto de Estabilidad y la creación del euro. El BCE se estableció en Frankfurt y se le negó que pudiese ayudar a los Estados en dificultades. Su función única y exclusiva es, tal como he indicado en el párrafo anterior, controlar la inflación, el objetivo del Banco Central Alemán. Resultado de ello es que el crecimiento económico y la producción de empleo en el promedio de los países de la euro zona descendió notablemente con el establecimiento del euro. Este es el origen del problema. La banca alemana  domina el proceso a través del BCE.

Tal banca alemana, por cierto, alimentó también la especulación inmobiliaria española y ahora quiere recuperar el dinero invertido en tal especulación (que tiene un tamaño tres veces superior al que posee de deuda pública española). De ahí que la defensa de los bancos alemanes sea un objetivo claro de la supuesta ayuda financiera de 100.000 millones de euros, tal como reconoció Peter Böfinger, economista asesor del gobierno alemán, quien declaró recientemente que “esta ayuda no es a estos países, sino a nuestros propios bancos, que tienen gran cantidad de la deuda privada en aquellos países”. No pudo ser más claro.

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