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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 11 de septiembre de 2012

Este artículo señala como el sistema educativo reproduce la polarización social a través de la transmisión de valores que cambian según las distintas clases sociales del país.

Una de las características del sistema educativo de los países del sur de Europa (que en muchos aspectos se parece más al latinoamericano que al europeo) es su polarización por clase social. Los hijos de las familias de renta mediana alta y alta (lo que solía llamarse burguesía, pequeña burguesía y clase media  profesional) van por lo general a escuelas privadas y los hijos de las familias de las clases populares (clase trabajadora y clases medias de renta mediana y baja) tienden a ir a las escuelas públicas. El sistema educativo sirve así una función importantísima en la reproducción de la estructura social de tales países. Un caso claro de ello es la situación en España.
Son estos países del Sur de Europa, por cierto, los que han tenido menor movilidad social ascendente en la Unió Europea (UE), siendo su sistema escolar un elemento importante en el establecimiento de una sociedad de clases en que el mejor predictor de la clase social a la que una persona pertenece continúa siendo la clase social a la cual pertenecen sus padres.
Ni que decir tiene que todas las sociedades, incluidas las más avanzadas política y socialmente, como son las sociedades escandinavas, tienen escuelas privadas que, en general, educan a los hijos de las  elites financieras, económicas, mediáticas y políticas. Pero en ninguno de estos países, el fenómeno de estratificación social es tan acentuado y masivo como en los países del sur de Europa. Y, dentro de ellos, España es uno de los países donde tal estratificación social es más acentuada. Paradójicamente, gran parte de estas escuelas privadas que educan a la infancia y juventud de las familias de mayores ingresos son escuelas de la Iglesia Católica. Y digo paradójicamente porque en sus postulados tal institución se autoidentifica como servidora de los sectores sociales más necesitados, humildes y con menos ingresos. Esta relación preferencial de tales escuelas confesionales con las clases más pudientes responde a la identificación de las instituciones religiosas con las estructuras de poder, un hecho históricamente evidente en España con la Iglesia Católica, una de la máxima valedora de tal estructura.
¿Cuáles son los valores que se transmiten en tales escuelas?
Como he indicado antes, la existencia de dos tipos de escuelas (privada y pública), sirviendo sectores sociales según clase social, aunque es particularmente acentuada en España, existe en prácticamente todos los países. En EEUU (donde hay un porcentaje mayor de niños y adolescentes en escuelas públicas que en España), se ha hecho un estudio de los valores que se reproducen en los distintos sectores de la población, a través de toda una serie de instituciones que van desde la familia hasta las escuelas. Este estudio, realizado por los profesores Paul K. Piff, Daniel M. Stancato, Stephane Cote y Rodolfo Mendoza de la Universidad de California y por el Profesor Dacher Keltner de la Universidad de Toronto, financiado por la institución científica de mayor prestigio de EEUU, (The National Science Foundation) ha tenido gran impacto en aquel país.
Los resultados de este estudio son preocupantes pues muestran que las sociedades  con mayor nivel de desarrollo económico están lejos de ser cohesionadas, transmitiendo valores a través, entre otras instituciones, de las educativas, que subrayan autoridad, mando y jerarquía a unos sectores de la población  que gozan de mayores rentas y riquezas, a la vez que enfatizan docilidad, obediencia, y resignación, cuando no pasividad, a los mayores constituyentes de las clases populares. Es también importante señalar que la propia realidad cotidiana que las clases sociales experimentan en su vida, marca y deja huella profunda en la adquisición de tales valores. El estudio citado anteriormente muestra, por ejemplo, que valores de solidaridad, atención a las personas con mayores dependencias y vulnerabilidades, son más comunes entre las clases populares (por haber experimentado situaciones que requerían tales acciones de solidaridad y apoyo de otras personas) que entre las personas más pudientes que se caracterizaron por sostener valores más individualistas, más centrados en uno mismo, y menos sensibles a las necesidades de otros. Actitudes de tolerancia hacia actitudes incívicas –tales como “hacer lo que te dé la gana”- eran mucho más comunes entre adolescentes de clases pudientes que entre los pertenecientes a las clases populares.
Un estudio semejante no se ha hecho en España. En nuestro país, las instituciones científicas de mayor prestigio, profundamente conservadoras, no tocan temas que puedan incomodar a las estructuras de poder. Pero es más que probable que si tal estudio se realizara en España, el resultado sería casi idéntico o incluso peor. Y digo peor porque existe evidencia de que las clases pudientes de España son más insolidarias que sus homólogas en otros países. Ejemplos hay varios. Uno de ellos lo vimos recientemente, cuando los súper ricos en Francia y Alemania indicaron su voluntad de pagar más impuestos como acto de solidaridad con el resto de la población en un momento de crisis. Conocidos súper ricos en España, representativos de los puntos de vista de las clases más adineradas del país, se distanciaron claramente del apoyo a tal medida, expresando su profundo desacuerdo. En realidad, tales clases pudientes evitan el fisco (incluso con medidas ilegales mediante el fraude fiscal) en proporciones mucho más elevadas que sus homólogos en otros países. Las  causas de esta mayor insolidaridad de tales clases se debe a su propia historia. Ganaron una guerra enormemente sangrienta y establecieron una dictadura enormemente represiva en defensa de sus intereses. Su arrogancia, intolerancia, hostilidad a la diversidad y pluralidad, y comportamiento incívico (donde el insulto sistemáticamente sustituye al argumento y debate) son síntomas de una clase que se considera a sí misma como la clase dirigente (bien por derecho natural o divino) y que se expresa a través de aquellas instituciones mediáticas y políticas que controlan o tienen mayor influencia.
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