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El País, 26 de octubre de 2007 (versión reducida)

A raíz de las quemaduras de las fotos de los Reyes en varias partes del territorio español (y no solo en Cataluña) ha habido una respuesta unánime, por lo demás predecible, de los establishments políticos y mediáticos españoles en defensa de la Monarquía Española, continuando una práctica que ha caracterizado la cobertura de la Monarquía por parte de los medios de información españoles durante el periodo democrático. Prácticamente la totalidad de tales medios han arropado a tal institución, no permitiendo (salvo contadísimas excepciones) la aparición en sus medios de voces críticas hacia el Monarca o hacia la institución que el representa.
Pero tal comportamiento escasamente democrático no se limita a vetar el punto de vista del adversario sino que va mucho más allá: tergiversa la historia y debilita la recuperación de la sensación de poder que la población debiera tener en una democracia. Me estoy refiriendo a la interpretación generalizada en los medios de información de que la democracia en España la trajo el Rey y el Presidente del gobierno Sr. Suárez que él nombró, convirtiendo al pueblo español en mero espectador de su historia. Esta versión, reproducida incluso en ocasiones por voces de izquierda, ha hecho un enorme daño a la cultura democrática de nuestro país negando a la población y muy en particular a las clases populares el protagonismo que tuvieron en aquellos acontecimientos y transición. Varios escritos y entre ellos el libro El final de la Dictadura, de Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, han documentado que ni el Monarca era un demócrata a la espera de que pudiera establecer la democracia cuando muriera el dictador, ni Suárez deseaba al principio de su mandato establecer un sistema democrático homologable al existente en el resto de la Unión Europea. El gran protagonista del cambio fue la agitación social muy centrada en las movilizaciones obreras. En el año 1976, año decisivo de la Transición, hubo 1.438 días de huelga por cada mil trabajadores (el promedio en la Comunidad Europea eran 390 días) y en los sectores industriales tal cifra alcanzó 2.085 días (cuando el promedio de la CEE era de 595), situación que se repitió en 1977. El primer gobierno de la Monarquía, nombrado por el Rey y presidido por Carlos Arias Navarro, intentó reprimir tales movilizaciones, alarmado que, tal como indicó el Ministerio de gobernación, tales movilizaciones representaban un peligro para la continuación del orden institucional, lo cual quería decir la Monarquía. Tal represión fue dirigida por Suárez que era el Ministro en funciones de gobernación, y que costó la vida a varios trabajadores en Vitoria. En realidad, la mano dura expresada por Suárez, fue uno de los motivos de apoyo del Ejército a que el Rey le nombrara más tarde Presidente del segundo gobierno de la Monarquía. Tales gobiernos se caracterizaron por una gran represión, habiendo sido durante su mandato, cuando el 60% de los procedimientos llevados a cabo por el enormemente represivo Tribunal de Orden Público tuvieron lugar. El objetivo de esta represión fue debilitar a las izquierdas, intentando excluirlas del proceso democrático y cuando no lo consiguieron, incorporarlas al sistema democrático en condiciones de gran debilidad, excluyendo de este sistema, al Partido Comunista que había tenido gran protagonismo en la lucha contra la dictadura. Su posterior aceptación de tal partido fue consecuencia de las enormes movilizaciones sociales y de la presión internacional.

Todos estos datos han sido deliberadamente excluidos de la narrativa dominante en el país, presentando la democracia que tenemos como resultado de la vocación democrática del Rey y del Sr. Suárez, confundiendo su deseo de perpetuarse en el poder con una limitada motivación democrática. Los motores de la Transición no fueron grandes personajes sino los obreros anónimos que con sus contribuciones hicieron imposible la perpetuación de aquel sistema dictatorial. Ha sido precisamente la excesiva influencia de tales fuerzas conservadoras representadas por tales personajes que explica que tal democracia sea tan incompleta, lo cual se refleja en que en España una persona puede ir a la cárcel por quemar el retrato del Rey.

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